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“Lo que no se ve”: Michael Reeves en Pasadizo, cuestiones de intendencia y anuncios con palabras.

Publicado el 24 marzo 2011 por Esbilla

“Lo que no se ve”: Michael Reeves en Pasadizo, cuestiones de intendencia y anuncios con palabras.Se dice que los malos toreros hacen faenas de aliño cuando se limitan a pegar cuatro trapazos y esperar mejore tardes, los boxeadores sacuden “a título de inventario” a algún mata para hacer hambre mientras llega la pelea buena. En una parecida estoy yo metido y por ese camino de disimulo avanza esta entradilla informativa, aunque con interés.

El impasse será breve porque estoy cogiendo carrerilla y porque el imperio se expande y demanda vigilancia fronteriza. Por un lado lo inmediato: desde finales del pasado año vengo participando subterráneamente en la web Pasadizo.com, primero con un puñado de entradas recicladas, convenientemente ampliadas y/o pulidas de las cuales ya han sido publicadas las referidas a ese pulp espacial  llamado Queen of blood y la centrada en una de las obras más sugestivas y definitorias de Mario Bava, El diablo se lleva a los muertos, film de decadencia y por tanto film de verdad rotunda. A esto se ha unido la elaboración minuciosa de un estudio dedicado al niño prodigio del horror british Michael Reeves (el enlace permanecerá en el lateral, bajo ese buen mozo con gatito) que muy probablemente sea republicado íntegro aquí mismo a no demasiado tardar. Entretanto dejo unos extractos y el que quiera leerlo completo no tienen nada mas que entrar en los enlaces y continuarás. Igualmente está en marcha, y a punto de ser concluida, una nueva entrevista, esta vez al escritor catalán Christian Aguilera, regente de Cinearchivo y autor de un puñado de monografías de, entre otros, Stanley Kubrick, Joseph L. Mankiewicz, Milos Forman o el gran Neil Young y que encima se estrena como novelista con un trabajo de ficción científica titulado El enigma Haldane y que por su extensión se verá repartida en dos entregas entre finales de este mes y finales de abril.

“Lo que no se ve”: Michael Reeves en Pasadizo, cuestiones de intendencia y anuncios con palabras.
Más. Ya quedó dicho por aquí que Jesús Franco irrumpía en la colección Cineastas de Cátedra de la mano, como no, de un Carlos Aguilar pletórico. Como es un hombre de mil talentos, arrojado y temerario, está dispuesto a regresar por segunda vez (¿o sería por cuarta?) para esbillar esta formidable obra emprendida, prácticamente, por aclamación popular.

En cuanto a la vida articulística del blog resucitará con esfuerzo en el largamente prometido tríptico sobre el director alemán Rolan Klick, uno de los textos más esforzados y trabajosos que habrán aparecido por aquí y desde luego el que más me está costando parir. Tras de él, y una vez liberado del bloqueo y la necesidad de terminarlo regresaré con fruición al cine cómico español de los 40 y comenzaré a elaborar una nueva entrega del Catálogo Criminal Español, empeño este que me propongo sea de largo recorrido, un work in progress con medios limitados que ayude y anime en lo posible a los curiosos a descubrir una porción apasionante de un cine diferente. Ampliaré también la micro-reseña sobre esa joya de Ferreri y Azcona que es La donna scimmia para contar su triste doble vida italo-francesa, martillearé un poco más sobre la frenética personalidad de mi favorito Kinji Fukasaku, a quien tengo más postergado de lo que se merece, miraré al pasado cercano con la esplendida Frost/Nixon, un título que me ha hecho pensar en si Ron Howard tendrá algo más que no se ve e intentare, finalmente, dar forma a algo de cierta coherencia sobre el apasiónate thriller coreano de los 2000 a través de un puñado de sus películas más y menos vistas. El orden será…a saber y habrá más cosa claro, porque siempre se me cruza algo nuevo y cambio de opinión. Fin del parte. Minutos musicales con esta maravilla serpenteante del último disco del gijonés Nacho Vegas y luego un poco de Reeves, que ya es mucho:

“Lo que no se ve”: Michael Reeves en Pasadizo, cuestiones de intendencia y anuncios con palabras.
(…)“La película, hay que repetirlo, es mala de solemnidad. Paradójicamente está mejor rodada que sus dos siguientes y definitivamente personales películas o, mejor dicho, está más ortodoxamente rodada. Lo que ocurre es que Reeves pretendía rebelarse contra la ortodoxia, todo lo cual convierten a este subproducto (literal y metafórico) en un fracaso artístico para el director. De cualquier manera, la cinta presenta algunos alicientes menores. Reeves recupera a su buen amigo Ian Ogilvy para encarnar al protagonista, con lo que establece un vínculo que será irrompible en su cortísima carrera y se tiende un insospechado puente al futuro a través de la presencia del característico Mel Welles, uno de los protagonista de la cormaniana The Little Shop of Horrors [tv/vd/dvd: La pequeña tienda de los horrores, 1960], producida a través de la mítica AIP, la cual participaría en la financiación de The Witchfinder General a razón de sus tratos para distribución con la Tigon y casa que había acogido a Reeves en el que sería su frustrado proyecto The Oblong Box. Igualmente Welles, que aquí se hace cargo del viscoso dueño del motel, había trabajado en 1955 en una de las comedias de Abbot y Costello sobre los monsters clásicos, Abbot and Costello meet the Mummy, de Charles Lamont, una curiosidad que quizás conectara con el aire desmitificador y el choteo que en general presenta La
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sorella de Satana
. Pero la incorporación al reparto más jugosa no es ninguna de estas dos, sino otra lamentablemente desaprovechada, la mesmerizante diva británica del horror Barbara Steele, la cual no solo sale mucho menos de los que merece, sino que está a cargo de un personaje perfectamente anodino, salvado solo por la fascinación eléctrica que supone el solo acto de mirar de tan especial actriz.(…)” continuar
“(…)Los brujos es la aportación de Reeves al cine juvenil británico desde su personal manera de abordar el horror y las tangencias con lo fantástico, muy poco permeable a elementos sobrenaturales y extremadamente proclive a localizar el mal dentro de la carne y las mentes de los hombres. Así, este film con excusa fantacientífica (una idea genial malograda por las penurias monetarias: el modesto apartamento del anciano matrimonio, con sus paredes empapeladas de marrón y sus muebles anticuados da paso, con solo abrir una puerta, a un sofisticado laboratorio tecnológico de impoluta blancura) se convierte en una batalla de generaciones que no se comprenden, de abismos de extrañamiento y frustración, principalmente vital y sexual, que desembocan en una orgía de crimen sin culpa.(…)” continuar
“Lo que no se ve”: Michael Reeves en Pasadizo, cuestiones de intendencia y anuncios con palabras.
“(…)Hay una voluntad de emplear ciertas convenciones del western (desde la temática de la venganza hasta ciertos encuadres y movimientos en exteriores) y de acercar la película a los terrenos de la aventura o incluso del relato picaresco -toda la peripecia del falso juez engañando pueblerinos y escapando de los soldados-. Del mismo modo, existe la intención de otorgar una cierta dimensión histórica (¿política?) al conjunto y una búsqueda formal de equilibrio entre el feísmo rabioso, visceral, que preside el film, el desmañado aspecto de no pocas secuencias donde la planificación se supedita a la captura del momento, a la búsqueda de un verismo frontal especialmente notorio en lo gráfico de su violencia, y una influencia, bien plasmada en la fotografía de exteriores por el gran operador John Coquillon, de los paisajistas ingleses, esencialmente de John Constable, no en vano sus cuadros plasman precisamente los paisajes de Suffolk y lo hacen con una ausencia de afectación que seguramente era la pretendida por Reeves y Coquillon en su huida del preciosismo y el decorativismo. Señalado esto, también toca reconocer que nada de ello se encuentra plenamente logrado; existe la ambición, pero aún falta la pericia (parece que se olvida que Reeves filma aquí solo su tercera película y que cuenta veinticinco años, es decir, es un aprendiz, no el maestro que existe cierto empeño en ver) y que estilísticamente, en general, toda la película se halla presidida por un tono, en cuanto a colorido y luminosidad, que permiten reconocerla rápidamente como una producción AIP, es decir, algo chata en líneas generales.(…)” continuar

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