Revista Ciencia
LO QUE NOS PASA
Publicado en Levante 26 de enero de 2013
Vivimos unos días frenéticos, en una época de transformación y crisis. La preocupación de los españoles por la gestión de lo público y de la acción de los políticos está en efervescencia. Casi mejor. Como esas píldoras que, cuando las echas en el vaso, fluyen hacia arriba burbujeantes una vez han llegado al fondo. Lo positivo que tiene es que lo vemos porque emerje: al fin y al cabo es nuestro dinero. No el de ellos. Si la sociedad es como un organismo vivo con sus órganos y funciones vitales, es necesario que aflore el tumor, porque así es más fácil su extirpación quirúrgica. Si no, corremos el riesgo de una metástasis que se introduce de arriba a abajo y de dentro afuera, lo peor que puede pasar.
Para que no vuelva a reproducirse es necesario que, junto a la cirugía, se aplique una quimioterapia de choque: una nueva legislación que avise a navegantes y que impida que la democracia sea secuestrada, de facto, por unas oligarquías llenas de sinvergüenzas. Además conviene radiar el cuerpo social (a dosis suficiente) para que asfixie la cultura del pelotazo y denigre los comportamientos especulativos que conllevan intrínsecamente la corrupción hasta su definitiva exclusión social.
Claro es que el ser humano, si le dejan, se corrompe con facilidad. En parte, esta razón explica que haya bastantes remisos a perder su integridad si entran a formar parte del conglomerado político-financiero que nos ha asolado. Lo que aleja a los mejores y más honestos, salvo honrosas excepciones.
Una sociedad sana necesita hurgar en el fondo moral de la cuestión. Si, por poner un ejemplo, la máxima que se avista es la del relativismo de las ideas (cualquiera vale tanto como su contraria: lo que equivale a que ninguna vale nada) y el efecto correspondiente del mayor beneficio a menor coste (léase también, máximo placer al menor sacrificio), la cosa no tendrá fin. Somos así. Y entonces, el ambiente se hace irrespirable. Por eso se me antoja que, en estas ocasiones, tienen un papel principal los otros poderes: el poder judicial y los periodistas. ¡Que no se desanimen ni se dejen atropellar por las presiones! Serán intensas y nauseabundas. Es la hora de la acción ciudadana para extirpar de raíz este cáncer de la corrupción que lleva a los países a su demolición y a su inviabilidad. Necesitamos no sólo una regeneración democrática, de la que tanto se habla, que también; aunque hecha la ley, hecha la trampa. Pero sobre todo se precisa de una generación de personas honestas y bien armadas –hasta las cachas- de solidez moral. Esto es mucho más importante que cualquier otra medida. Ante la aseveración orteguiana de que lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa, me atrevo a corregir al maestro: sabemos lo que nos pasa, pero el mal, a fuerza de ser corrosivo, y haberse introducido casi sin darnos cuenta, terminará por untarlo todo. Por eso, es hora de actuar con firmeza. Nos va nuestro futuro y el de nuestros hijos.
Pedro LópezGrupo de Estudios de Actualidad