Revista Cultura y Ocio

Lo que nos rodea

Publicado el 04 octubre 2012 por Molinos @molinos1282
LO QUE NOS RODEAGoethe en cambio vivió en el breve periodo de la historia cuyo nivel técnico ya daba a la vida cierta comodidad pero en el que un hombre culto podía aún entender todos los instrumentos que utilizaba. Goethe sabía de qué y cómo estaba hecha la casa en la que vivía, sabía por qué alumbraba la lámpara de queroseno, conocía el principio del catalejo con el que contemplaba Mercurio junto con Bettina, no era capaz de operar él mismo, pero había participado en varias operaciones y cuando estaba enfermo podía entenderse con el médico con el vocabulario de un conocedor”
La inmortalidad de Kundera.
"Vivimos rodeados de tecnología y de ciencia y no sabemos mucho sobre ellas
Javier Peláez “Irreductible”
Para el que no lo sepa, Goethe vivió entre 1749 y 1832 en Alemania. 200 años son muchos años y obviamente era otra época pero la manera de vivir de Goethe no estaba tan lejos de lo que conocemos nosotros. Quiero decir que no era la prehistoria e iba vestido con pieles y cazaba su propia comida, no era la época romana y tenía esclavos, no era el Medievo y la peste asolaba el mundo, no era el renacimiento y las luchas religiosas sacudían el continente europeo.
Goethe estudió en la universidad, compraba en un mercado lo que necesitaba para comer, viajaba en carros, leía, iba al médico, iba al teatro, escuchaba música e iba vestido de una manera que ahora mismo nos parecería peculiar pero que reconoceríamos. Es más, creo que si Goethe apareciera en mitad de la Gran Vía no llamaría la atención, cosa que no ocurriría con un patricio romano o un monje cisterciense.
Goethe sabía cómo funcionaba casi todo lo que le rodeaba. Sí, era un erudito, fue un gran escritor y comentan que era muy inteligente pero no sólo él sabía cómo funcionaban las cosas que le rodeaban. El albañil de la época sabía construir su casa, sabía de dónde llegaba el agua que utilizada, sabía arreglar un carro, sabía hacer jabón para lavarse, sabía hacer velas y seguramente sabía dónde conseguir las mejores moras cuando llegaba la época en los bosques cercanos a su ciudad.
Goethe y su albañil “manejaban” su entorno. Conocían lo que les rodeaba y cómo funcionaba.
¿Qué sabemos nosotros? ¿Qué se yo?
Yo no soy ni un erudito ni tengo una ocupación digamos manual. Sin embargo tengo a mi alcance muchísima más información de la que manejó Goethe en toda su vida. Con un sencillo clic o visitando bibliotecas que ni siquiera Goethe soñaría puedo encontrar información no solo para comprender lo más cercano sino también lo más lejano. ¿Y qué se? Nada.
Puede que yo no sea el mejor ejemplo pero me temo que en general, conocemos menos de nuestro entorno que Goethe y su albañil. ¿Por qué? En teoría estamos en una posición muchísimo mejor, además de la información a la que tenemos acceso fácilmente y casi sin esfuerzo, podemos viajar a cualquier lugar del mundo en cualquier momento, podemos comunicarnos con alguien a miles de kilómetros de distancia, la cantidad de universitarios es increíblemente mayor que hace 200 años y no tenemos que (casi) preocuparnos por qué comeremos hoy o por si el crudo invierno va a matarnos por congelación. Por tener, tenemos hasta antibióticos que aunque estén desprestigiados en ciertos ambientes...han salvado muchas vidas y por los que Goethe y su albañil habrían matado.
¿Por qué sabemos menos? Concretaré la pregunta... ¿por qué sabemos menos de lo que nos rodea cotidianamente? Yo no sé nada de mucho, pero conozco gente que sabe un huevo de plantas o de trenes o de ciencia aplicada a la medicina pero no sabe coser, o arreglar una bombilla o un coche. Nuestro entorno más cercano, lo que necesitamos para vivir, lo que nos hace la vida más confortable es un misterio. Estamos rodeados de ciencia y tecnología y no sabemos absolutamente nada de ellas y no hablo de saber qué es el Boson de Higss o de calcular la órbita de Marte, hablo de chorradas: ¿por qué suena el despertador? ¿Cómo funciona la olla exprés? ¿Por qué sale agua caliente de la ducha? ¿De qué está hecha la espuma de afeitar? Y no solo me refiero a cosas prácticas...también a cosas como ¿por qué mi calle se llama Maestro Patapán? ¿Quién era? ¿Qué es esa estatua que hay en la plaza que atravieso todos los días? ¿De dónde sale el nombre del colegio de mis hijos? ¿¿ De dónde han salido estas mandarinas que me estoy comiendo? ¿Cómo funciona un boli? ¿Cómo está hecha mi camiseta?
No me vale la respuesta de que nuestro “entorno” es mucho más amplio que el de Goethe y su albañil. Ellos vivieron hace 200 años pero como comenté al principio llevaban una vida que nosotros reconoceríamos perfectamente y no estoy hablando de conocer el proceso de apareamiento de los babuinos sino de conocer lo que te rodea, desde la olla express hasta el teléfono móvil.
¿Por qué nos pasa esto?
Porque hemos perdido la curiosidad. Venimos de serie con ella, cuando somos pequeños todo nos intriga: ¿cómo funciona el lavaplatos? ¿Quién vivía en este castillo? ¿Por qué las ventanas eran tan pequeñas en los castillos? ¿Si el motor es más grande el coche corre más? ¿Cómo funciona un semáforo? ¿Quién es el señor del cuadro? ¿Por qué vuelan las moscas? Todo lo que vemos a nuestro alrededor, nuestro entorno más inmediato nos provoca curiosidad y preguntamos...y sin embargo llegamos a ser adultos y lo que nos rodea es un completo misterio.
¿Por qué perdemos la curiosidad?
En la época de Goethe y su albañil el saber era un valor en sí mismo, el conocimiento "valía" por sí mismo.  El acceso fácil a la información nos ha llevado a una banalización del conocimiento. "Saber" no vale para nada.  ¿Para qué voy a conocer y estudiar algo si puedo “Informarme” sin hacer el más mínimo esfuerzo cuando tenga interés? En la
Hemos perdido la capacidad de esfuerzo, hemos perdido la valoración del esfuerzo como algo positivo y bueno en sí mismo. Sabes que si tienes curiosidad por algo, harás clic y casi inmediatamente tendrás la respuesta, una respuesta con la que te conformarás en la mayoría de los casos, porque ponerla en duda o comprobarla implicaría un esfuerzo que no vas a hacer. Cuando la curiosidad se sacia rápidamente...ese dato no se queda en la cabeza, no se “adquiere”, simplemente se esfuma, resbala por tu cerebro y se pierde. No deja huella.
Cuando la curiosidad se satisface con un poco más de esfuerzo: leyendo un libro o haciendo clic 4 veces y comprobando cuatro fuentes distintas, o escribiendo lo que has aprendido o preguntando a alguien que sabe del tema, ese dato, esa información se asimila. Es para siempre, has aprendido algo y tú cerebro dice...”esto me ha costado adquirirlo, asi que me lo quedo”.
Si lo pensamos, la curiosidad que otros han sentido antes que nosotros nos ha hecho la vida más fácil.  La curiosidad nos mantiene vivos.  Hay que tener curiosidad, mirar alrededor y ver lo que nos rodea,  percibirlo,  preguntarte por ello, para luego intentar saber más, entenderlo y aprender. Pensar continuamente ¿ Por qué? ¿ Cómo? y sí ya eres un lumbreras...¿ Qué pasaría si...? Perder la curiosidad es el fin...
Y ahora voy a enterarme de cómo funciona mi olla exprés.

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