Si ahora mismo tienes entre 20 y 30 años, tengo una mala noticia: somos una generación castigada. A menudo, nos llaman generación perdida. Estoy harta de que se refieran a nosotros así. Quizá “generación de futuro incierto” sería más acertado. Pero perdida en absoluto. Sabemos lo que queremos y si no lo sabemos, estamos en un constante proceso de búsqueda. Lo que seguro que sabemos es lo que no queremos, lo que no nos apetece para nuestra vida.
Hemos sobrevivido a una crisis. Todavía seguimos sobreviviendo. A pesar de todo el talento desperdiciado, emigrado y malgastado. A pesar de la precariedad, la búsqueda improductiva y la frustración constante. Pero por todo ello, tenemos el deber de cambiar el concepto que nos ha traído hasta aquí. Necesitamos desarrollar nuevos valores y desaprender todo lo que nos enseñaron, olvidarnos del “si estudias, tendrás un buen trabajo”, e intentar evitar, con nuestro trabajo, nuestras ilusiones y nuestros proyectos, que algo así vuelva a ocurrir.
No te escondas más. Está en nuestras manos, en las mías y en las tuyas. ¿Cómo? Así:
1. Aprendiendo de los errores:
De los que cometieron otros y de los que nosotros mismos cometemos. Aunque llevaba fraguándose durante años, un buen día la tele dijo que estábamos en crisis y de pronto, todo cambió. Aceptar que no se hicieron las cosas bien nos sirve para cambiar nuestra forma de pensar y para desarrollar nuevos valores.
2. Dándonos cuenta de que todo, salvo lo que aprendemos, crecemos y trabajamos, es efímero:
Cualquier día, todas las cosas materiales que poeemos, nos pueden ser arrebatadas. Si algo nos ha enseñado la crisis, es que lo que hoy es una certeza, mañana puede ser sólo polvo. Como siempre me ha dicho mi madre, lo único que no podrán quitarme es lo que estoy aprendiendo, lo que estoy creciendo personal y profesionalmente y todo lo que he trabajado por ello.
3. Buscando nuevas fórmulas de desarrollo económico sostenible:
Y con sostenible no me refiero sólo (que sería ideal) a temas de medio ambiente, sino sostenible para la propia sociedad, para el propio sistema en el que, queramos o no, vivimos y convivimos todos. Somos una generación preparada, con ideas, creativa y con talento. Si nosotros no somos capaces de cambiar las cosas (o mejor, de reconstruirlas a partir de sus cenizas), nadie lo va a hacer.
4. Aprendiendo que nosotros, como ciudadanos, podemos cambiar nuestras vidas:
Que sí, que los políticos son todos unos corruptos, unos mentirosos y (casi todos) unos inútiles. Pero quejarse de ellos no sirve de nada. Nosotros, como ciudadanos, somos los únicos que tenemos capacidad para cambiar nuestras vidas. Yo me quejo muchas veces porque los políticos han aprobado una ley laboral que hace que los trabajos sean precarios, pero en realidad, por mucha ley que haya, sé que se pueden cambiar las cosas desde dentro, día a día, haciendo el mejor trabajo posible.
5. Dejando de pensar que no podemos cambiar las cosas:
Ya está bien eso de que no podemos hacer nada por cambiar nada. Que somos muy pequeños si nos comparamos con los Gobiernos, con las grandes coporaciones, con los grandes empresarios o las personas exitosas. Somos pequeños, en la medida que nos consideramos así, pero también hay formas de ser grandes. Empezando por nuestro entorno. Recuerda eso de “gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas muy pequeñas, pueden cambiar el mundo”.
6. Haciendo frente a lo que venga:
De nada sirve llorar o lamentarse. Es cierto, uno se queda muy a gusto cuando se queja, despotrica, llora y se enfada con el mundo, pero no es la solución. Hacer frente a los problemas cuando vengan, mantener la cabeza alta y sobre todo, seguir adelante a pesar de todo y de todos, es lo que diferencia a nuestra generación. Sigamos así.