No nos damos cuenta y, muchas veces, perdemos el enfoque. Perdemos el enfoque porque nos preocupamos por cosas que, realmente, no son importantes y, sin querer, o, muchas veces, queriendo, les damos mucha más importancia de la que merecen y dejamos de lado las cosas que realmente importan. Nos hemos acomodado en una vida de individuales, olvidándonos de que somos parte de algo más importante, más trascendente. Nos centramos en problemas que no lo son, son situaciones que nos creamos nosotros mismos, que nos hacen pasar por alto lo que realmente es importante.
Estamos pensando en el color del vestido, en si van a echar a la princesa de la casa, a quién le van a dar el óscar y que ese o esa que no nos gusta es candidato a no sé qué. Señores, ese mundo es irreal, todo eso es una realidad a la que no pertenecemos, es una burbuja, los problemas reales están en la calle, están en las casas de la gente y, desgraciadamente, muchas veces, en la gente sin casa.
La realidad es otra, la realidad no está ni en Guadalix, ni en Hollywood ni en la calle Génova, la realidad está en nosotros, en la gente normal, está en toda esa gente que no puede llegar a fin de mes, los que ya no sólo hacen cola en el INEM para cobrar el paro y para mendigar un puesto de trabajo que no le pueden dar sino que, desgraciadamente, después tienen que ir a hacer cola a la puerta de Cáritas y de los comedores sociales para poder comer un plato caliente, aunque sea una vez al día. Después, hay políticos que se atreven a decir que no van a abrir los comedores escolares en navidad o en verano para que los niños desayunen porque eso le da visibilidad a la pobreza y mucha gente no iría por vergüenza. A la pobreza no es cuestión de darle visibilidad o no, sino de acabar con ella.
El tema del olvido, la capacidad que tenemos como sociedad de darle al botón de resetear y borrar del disco duro lo que no nos interesa es algo muy peligroso. Deberíamos hacer una reflexión y ver si, en el fondo, eso nos conviene. Tenemos que pararnos a pensar si, realmente, el perder el tiempo en cosas que no nos aportan nada nos lleva a algún sitio. Estando en la coyuntura actual, en la que somos un país que falla en la base, en el que los niños sacan una nota en el informe pisa que está a la cola de Europa, en el que el conocimiento de los idiomas sitúa al país en el tercer lugar de menos adultos que conocen una lengua que no sea la suya (el ispikíngli no cuenta), donde la producción audiovisual es de basura (porque es lo que más se consume), deberíamos parar las máquinas. Tenemos que parar el tren y decidir si nos bajamos o si nos vamos a la locomotora y pedimos explicaciones y que nos dejen llevar el rumbo. Tenemos que despertarnos porque parece que lleváramos una eternidad hibernando.
Lo que necesitamos es hacer un análisis de lo que nos está pasando, tenemos que empezar a sopesar lo que realmente es importante y olvidarnos de todas esas cosas intrascendentes que nos tienen inmersos en discusiones, peleas y pérdidas de tiempo que no llevan a nada y empezar a preocuparnos de las cosas que sí son importantes y que van a determinar lo que vamos a ser de aquí a poco.
Tenemos que arrancar de una vez por todas, pero esta vez de verdad.