¿Qué es lo que te hace levantarte de la cama cada mañana? ¿Cuál es el escenario más idóneo para motivarte a dedicar tu tiempo y energías? ¿Estás trabajando para alcanzar una meta o para evitar algo? Esta distinción, por trivial que suene, puede ayudarte a enfocar mejor.
La meta que quieres alcanzar…
Quizás lo que te hace saltar de la cama por las mañanas es una meta clara que quieres alcanzar. Tienes una lista de objetivos en la mesita de noche y puedes visualizar exactamente como será tu vida una vez que hayas conseguido tu propósito. Saber que tu trabajo de hoy te acercará un poco más a tus objetivos te ayuda a convivir con el despertador que te arranca del sueño a las 6h de la mañana. Te motiva para trabajar otro fin de semana en tu proyecto personal. Te hace darlo todo en el trabajo para conseguir los incentivos del semestre. O así debería ser.
…o el desastre que quieres evitar
O quizás visualizar todas estas maravillas no tiene el efecto esperado. Has hecho la descripción al detalle de lo que quieres alcanzar, y sigues ignorando al despertador. Le dedicas tiempo a tus proyectos tan solo bajo la amenaza de una fecha de entrega próxima. Lo que te incentiva en el trabajo no es la paga extra, sino el hecho de no poder ir de vacaciones caso que no lo alcances. Desde fuera no se nota esta diferencia en la motivación, mientras por dentro te preguntas si algo está mal contigo.
Dile adiós a la motivación “correcta”
El ser humano responde a dos estímulos primarios: buscar la gratificación y evitar el dolor. Cuando defines tus objetivos a partir de un estado óptimo que quieres alcanzar, estás trabajando con la gratificación. Estarás trabajando para alcanzar algo. Solo que algunas veces eso no es suficiente. Puede que lo que te empuje sea más bien el deseo de evitar algo negativo. Desde fuera la distinción puede parecer forzada: al final no importa si haces deporte para estar más sano o para evitar que tus colegas se burlen de ti. El resultado es el mismo. Es el impacto a nivel de tu motivación el que marca la diferencia.
¿Cuál es tu motivación?
No importa si lo que te motiva es conseguir un reino o evitar que te mate el dragón. Lo importante es utilizar el autoconocimiento para que puedas alcanzar tus objetivos. Si sabes que tu estrategia se basa en evitar el desastre, aprovéchalo. Si terminas la propuesta a última hora para no defraudar a tu cliente potencial, esta motivación es igual de válida que haberlo hecho para realizar tu plan de vida. Si la imagen de un cliente furioso y llorando fue lo que te hizo levantarte a las 5:00, la motivación ha cumplido su misión. Y de cara al público siempre puedes decir que lo que te mueve es la satisfacción del cliente (que también es verdad, aunque no sea la razón por la que madrugas).
¿Qué te mueve? ¿Alcanzar o evitar? ¿Y cómo puedes incorporar este conocimiento en tu día a día?
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Imagen: jamesjyu / flickr