El asesinato de los dibujantes de la publicación satírica Charlie Hebdo es un capítulo más de la larga serie de crímenes contra el último reducto de cordura de la raza humana: la crítica a través del humor.
Yo soy de la opinión de que cualquier cosa, circunstancia, persona, institución, creencia puede ser girada hasta encontrarle el ángulo ridículo, esperpéntico y propicio a la risa. En ocasiones más irónica, en otras más descarnada o zafia risotada, pero en todos los casos es humor. Un humor que pone de manifiesto cualquier rasgo que pudiera parecer solemne, importante o sagrado, y que precisamente por eso hay que ponerlo en tela de juicio.
El humor es la forma más antigua de manifestar una crítica, una disconformidad, una opinión diferente. El humor es el formato ideal para concienciar a cualquiera de que por mucho boato y aires de grandeza que se de, no es más que una efímera asociación de moléculas.
Las personas que no tienen sentido del humor son muy peligrosas, porque se toman demasiado en serios cosas que no son importantes, como ellos mismos. La falta de sentido del humor es un claro síntoma de inseguridad. Quién no tiene sentido del humor comienza por censurar lo que no está de acuerdo con su diminuto universo personal cuadriculado, lo cuál sólo acrecienta el ingenio ajeno, produciendo nuevas y más divertidas situaciones que alguien sin sentido del humor no sabe manejar. Tras la censura, suele venir la cárcel para intentar acallar al bufón y finalmente la muerte sumarísima, como quién acaba con la mosca que perturba la siesta de un burro.
Hay infinitos elementos para el humor, desde dioses a pedos. Da igual el elemento que se use para esbozar una sonrisa. Y es que un pedo es el acto más ridículo, sencillo e hilarante que puede haber. En cualquier cultura. En cualquier circunstancia, por pomposa y solemne que sea, si el protagonista se le escapa un pedo provocará la risa de todos los asistentes. Y cuánto más trate de encubrirlo mayor será la burla. ¿Por qué un pedo causa tanta risa? Sencillo, porque un pedo iguala al líder con el resto de acólitos. Un pedo nos recuerda a todos que no somos más que meras máquinas de comer y cagar. Y claro a alguien que se cree más y mejor que el resto no le hace demasiada gracia igualarse con la masa, porque hay gente tan débil que no sabe vivir sin poder.
Por eso cualquier régimen reprime el humor cuando le tocan las narices. Da igual que se trate de una religión, como en el caso reciente de Charlie Hebdo; o una institución poderosa, como en España cuando la casa real censuró el Jueves, o el atentado contra El Papus perpetrado por una banda terrorista pro-franquista. Eso sí, también tengo la firme convicción de que la religión, el patriotismo, las ideologías, o incluso la simpatía por un equipo de fútbol son sólo un pretexto usado por desalmados para controlar una horda de estúpidos capaces de cometer cualquier tipo de barbaridad para que su líder continúe disfrutando de sus privilegios. Criminalizar un colectivo amplio por las acciones de unos cuántos descerebrados se aparta de la lógica.
Matar al bufón es gratis. Atentar contra el que usa el humor para poner de manifiesto una situación no parece tener el mismo peso que cuando se atenta contra otros críticos más aburridos. Parece que pervive el antiguo cliché del bufón vestido de esperpento cuyas puyas sólo podían ir contra los invitados del rey, y que cuando se pasaba de la raya contra quién le daba de comer moría apuñalado entre las risas de los ofendidos anteriormente. Que no se olvide la gente que el humor es algo muy serio. Ya es hora de que muchos se den cuenta de que aburrido no es sinónimo de serio, sino simplemente de carente de gracia. Ser divertido y serio a la par es un arte sólo alcance de unos pocos.
La religión y el patriotismo son meros pretextos para tratar de justificar la estupidez de cargar contra el que te pone en evidencia o pone de manifiesto algún rasgo que no gusta a quién detenta el poder. La libertad siempre ha estado mal vista por los que necesitan la represión para mantener su poder, por mi parte prefiero subirme al barco pirata de José Espronceda.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.
Siempre se ha tratado de reprimir al bufón, con amenazas, con cárcel o enviándole al cementerio, todo depende de la suerte que tenga el mismo. Pero aún así nunca se pueden acallar las burlas ingeniosas y el canto a a libertad. Incluso el magnífico Quevedo hacía uso de su inteligencia para ejercitar la burla delante de la misma reina
Entre el clavel y la rosa, la reina es coja.
Visto lo esperpéntico del mundo y las barbaridades que se cometen en base a no sé qué sacrosantas estupideces, ¿A quién vas a adorar? ¿A quién vas a respetar? Respeta a quién sabe reírse de sí mismo y venera a quién te haga sonreír. El humor es el único ente divino capaz de sobrevivir a todos los dioses que han aparecido y aparecerán sobre la faz del planeta.
El peligro no proviene de la religión, si no de los desalmados que la usan como mecanismo de poder y de los estúpidos que les hacen caso. Y de estúpidos vamos sobrados en cualquier religión, estado o manifestación masiva hacia la que miremos.
Pueden asesinar a los que sujetan los lápices, pero el ingenio, la inteligencia y el ansia de libertad seguirán vivos y poniendo en evidencia a los que usan la violencia para tratar de imponer el silencio de los cementerios.
Viva el humor. Viva la irreverencia. Viva la libertad.