Una escueta nota de prensa anunció ayer, Lunes de Pascua, nuevos recortes en sanidad y educación, cimientos del estado del bienestar, al menos del universal porque lo cierto es que el estado del bienestar continúa, patrimonio eterno de los que tienen mucho, muchísimo dinero para seguir instalados en él. Los enfermos y los ignorantes, que viven alienados por su miseria diaria, devorados el tiempo y el ímpetu por un día a día adverso no protestan. Un pueblo ignorante es un pueblo manso y cobarde, temeroso de lo desconocido que, gracias a la ignorancia inducida en que nos mantienen, cada vez ocupa más espacio.
Ahora el poder dicta los mensajes en alemán, ininteligible si no fuera por el tono desafiante y represivo, o los transmite en ruedas de prensa sin preguntas, o en notas ministeriales con derecho solo a recepción, nada de preguntas ni inquisiciones molestas. Y con esta incertidumbre nos atenazan, nos enferman y nos embrutecen para luego negarnos el derecho a la redención, a la cultura, al conocimiento, a la cura. Y así, arrastrados mar adentro por esta marea de fondo de miedo e ignorancia, el hombre ha sido capaz siempre de perpetrar cosas horribles, impredecibles, incluso de ser un lobo para el hombre.