El Lobo Estepario (Der Steppenwolf, en alemán) es la célebre novela del escritor Hermann Hesse publicada en 1928 y que pudiera representar la crisis que el autor estaba viviendo durante aquella época.
"Es algo hermoso esto de la autosatisfacción, la falta de preocupaciones, estos días llevaderos, a ras de tierra, en los que no se atreven a gritar ni el dolor ni el placer, donde todo no hace sino susurrar y andar de puntillas. Ahora bien, conmigo se da el caso, por desgracia, de que yo no soporto con facilidad precisamente esta semisatisfacción, que al poco tiempo me resulta intolerablemente odiosa y repugnante, y tengo que refugiarme desesperado en otras temperaturas, a ser posible por la senda de los placeres y también por necesidad por el camino de los dolores. Cuando he estado una temporada sin placer y sin dolor y he respirado la tibia e insípida soportabilidad de los llamados días buenos, entonces se llena mi alma infantil de un sentimiento tan doloroso y de miseria, que al dormecino dios de la semisatisfacción le tiraría a la cara satisfecha la mohosa lira de la gratitud, y más me gusta sentir dentro de mí arder un dolor verdadero y endemoniado que esta confortable temperatura de estufa. Entonces se inflama en mi interior un fiero afán de sensaciones, de impresiones fuertes, una rabia de esta vida degradada, superficial, esterilizada y sujeta a normas, un deseo frenético de hacer polvo alguna cosa, por ejemplo, unos grandes almacenes o una catedral, o a mí mismo, de cometer temerarias idioteces, de arrancar la peluca a un par de ídolos generalmente respetados, de equipar a un par de muchachos rebeldes con el soñado billete para Hamburgo, de seducir a una jovencita o retorcer el pescuezo a varios representantes del orden social burgués. Porque esto es lo que yo más odiaba, detestaba y maldecía principalmente en mi fuero interno: esta autosatisfacción, esta salud y comodidad, este cuidado optimismo del burgués, esta bien alimentada y próspera disciplina de todo lo mediocre, normal y corriente". (Hermann Hesse - El lobo estepario)
Es notablemente interesante la distinción entre las personalidades esquizoides y las evitativas y suculentamente útil saber apreciar estas diferencias en la clínica ya que la diferencia es crucial para entender el caso en cuestión y tiene que ver con la esencia de estas personalidades.
Ambas personalidades viven en gran medida en soledad. Y es esto lo que me impresiona porque el ser humano es un animal social que vive rodeado de otras personas y de múltiples herramientas para comunicarse (aparentemente) con el otro. Porque a pesar de la tediosa tendencia que en muchas ocasiones demostramos hacia el aislamiento emocional seguimos necesitando y buscando al otro.
Estas personas pueden pasar días sin más contacto humano que el necesario para subsistir (el tendero, la estanquera, el portero) y en ocasiones ni siquiera eso.
Sin embargo, el deseo, en su sentido más estricto, que se refugia tras esas vidas aisladas es muy diferente. La personalidad esquizoide no obtiene placer en la relación con los demás; ni lo obtiene ni lo desea dar ni recibir.
El esquizoide no necesita a los demás para encontrar gratificaciones que suele encontrar en la lectura, el recogimiento, la contemplación.
No tienen amigos ni relaciones íntimas más allá de sus familiares de primer grado. Se muestran fríos y desapegados, indiferentes a las alabanzas o críticas de los demás. Tienen poco o nulo interés en las relaciones sexuales. La personalidad evitativa o evasiva está continuamente inhibiéndose. Se sienten incompetentes y se muestran hipersensibles a la crítica de los demás. Evitan las relaciones sociales por miedo al rechazo, la crítica, la vergüenza o el ridículo. Se sienten inferiores a los demás y poco atractivos. No asumen riesgos personales ni situaciones novedosas.
La diferencia crucial es que el esquizoide no desea relacionarse, el evitativo si lo desea pero lo teme.
La relación con los otros es, en muchas ocasiones, el reflejo de nuestras propias carencias, miserias o fallas en nuestro desarrollo psicoevolutivo. Depender del otro, amar y odiar al otro, temer al otro como el evitativo o ser indiferente al otro como el esquizoide.