Revista Sociedad

Lobotomía a un espacio público

Publicado el 03 febrero 2010 por Elhombredelpiruli
La glorieta de Marqués de Vadillo es uno de esos espacios públicos de Madrid que tienen un carácter mestizo. Por un lado es un lugar de paso apresurado, con aglomeraciones a la salida del metro, de confluencia de calles por las que fluye gran cantidad de tráfico en busca de la M-30. Por las mañanas es el atascado desaguadero por el que miles de coches procedentes de Carabanchel y de los barrios y pueblos del sur de Madrid desembocan en la almendra central de la ciudad llevando al trabajo a sus adormilados ocupantes. Por la tarde es ruta de retorno.Pero también es un lugar de encuentro y de descanso de los vecinos de este barrio carabachelero, fronterizo con los de Arganzuela y Usera.  Cuando el tiempo lo permite, las terrazas de las cervecerías y establecimientos de comida rápida, instalados bajo sus característicos soportales, se llenan de clientes deseosos de tomar un fresco mientras contemplan la vida agitada de su alrededor, con el histórico telón de fondo del Puente de Toledo y el río Manzanares. Marqués de Vadillo no es una glorieta cualquiera. Es el broche que cierra el espacio urbano cuyo elemento principal es el barroco Puente de Toledo, y del que forman parte también, por el norte, la glorieta de Pirámides, con sus dos obeliscos, y remontando la calle de Toledo, la Puerta del mismo nombre. No es casualidad que la glorieta se llame así. Francisco Antonio de Salcedo y Aguirre,  Marqués de Vadillo, era el  corregidor (alcalde) de  Madrid cuando se iniciaron las obras de construcción del puente, allá por 1718, y en cuyo impulso tuvo un papel decisivo.Durante años ha sido así. Existía cierta continuidad arquitectónica entre glorieta y puente, con el granito como elemento común, pues desde hace décadas, los soportales de Marqués de Vadillo, estaban protegidos con unas poderosas barandillas rematadas con numerosas bolas de la misma piedra que conforma el puente.Pero llegó el Ayuntamiento y, con el pretexto de remozar la glorieta, le ha practicado una cruel  lobotomía, le ha privado de toda su personalidad al arrebatarle los granitos y sustituirlos por unas barandillas metálicas de todo a cien. También ha arrasado con las pequeñas zonas verdes en las que el césped y el follaje de los arbustos conferían algo de alegría y placidez a un entorno de por sí duro por la predominancia del asfalto y el humo. El granito, eso sí,  se ha colocado en el suelo, en unas losetas que se vuelven traidoramente resbaladizas cuando llueve. La glorieta, que es cierto que necesitaba una limpieza a fondo, es hoy un descampado enlosado, un espacio amorfo, despersonalizado, uno más de la ciudad, y por obra de la piqueta, privado de la armonía artística que le vinculaba al monumento que lo nutría: el Puente de Toledo.A continuación podéis ver una serie de combos fotográficos de como estaba la glorieta antes de las obras y cómo está ahora. Las fotos con el aspecto original son capturas de pantalla tomadas de Google maps. Las otras son mías. Hay que pincharlas para verlas en grande.
Como se puede apreciar, los granitos, aunque no son iguales ni tienen el mismo estilo que los adornos del puente de Toledo (fotos de abajo), si que tenían cierta continuidad estética:
Sin embargo, eran exactos a los que ornamentan el Puente de Segovia:

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