Revista Tendencias

Loca

Publicado el 16 febrero 2020 por Claudia_paperblog

“Estoy loca, me vendrá a ver mañana, cabizbajo y afligido, como en aquel poema que me aprendí de pequeña, y yo, como si no hubiera pasado nada, le besaré en la boca, me colgaré de su cuello y le diré que le quiero. Y luego que lo siento, como siempre. Todas las veces son de verdad. Y él todas las veces dice que me perdona, aunque últimamente ya no lo creo.”

Le defiendo también delante de todos, amigos y familia, y finjo que va todo bien, siempre hay una disculpa que darles o un motivo por el que no ha podido venir. Tengo muchas ganas de llorar, le pregunté si el cielo lloraba por nosotros y me respondió que no conocía esa canción de Extremoduro. Mientras, las farolas redondas lloraban a la salida del trabajo, las gotas de lluvia, empujadas por el viento, resbalaban por su superficie y se iban bien lejos.

Mi cuerpo ya se ha ido preparando esta semana para lo peor y cuando se lo decía, lo negaba, pero yo sabía cómo acabaría. Aunque esto me da todavía más miedo porque tal vez siento una cierta satisfacción, ya que siempre quiero tener la razón. Puede que hasta yo haya propiciado este desenlace.


Y cada noche lloraba y R, la única persona a quien se lo conté, cada día me preguntaba cómo estaba. Cada día. En persona o por escrito. Y a veces le contestaba que normal, luego que mejor, más tarde que fatal. Rezaba también antes de irme a dormir y llegué a hacer conjuros para que todo volviera a la normalidad y solo conseguía quedarme dormida cuando, agotada, me imaginaba su olor y sus abrazos.

Me leí el libro de poemas entero en una sola tarde, en un par de horas más bien, en aquella librería del centro comercial, sintiéndome identificada con cada una de las palabras de la autora. Luego fui a su casa y lo dejé todo preparado: el agua hirviendo, las patatas para la tortilla, la habitación ordenada, las fiambreras limpias. Y aún me sobraba tiempo hasta que llegara y me movía de un lado a otro nerviosa. Y me asomaba al balcón para ver si venía. Cuando llegó y le puse esa cara triste y me abrazó y sacó un par de cervezas de la nevera y puso música, por fin me tranquilicé un poco y todos mis músculos se relajaron. Porque vi que me quería de verdad. Acabó de hacer la cena mientras yo me duchaba y fui realmente feliz.

Loca

Volviendo en coche del trabajo, otro día, algo suave pasó por encima de la luna y al principio pensé que era una pelusa o suciedad, pero enseguida vi que se trataba de los pétalos de un almendro que hay junto a la autovía. Y de pronto pensé que quizá nosotros éramos como los almendros, habíamos florecido tímidamente antes de tiempo, a finales de enero, y éramos producto de una ola de calor que no era normal ni duradera y que cuando llegara la helada, se nos morirían las flores.

Ya no soy capaz de recordar las conversaciones que mantenemos, creo que más bien hablo yo sola y él asiente o niega. Y no recuerdo mis palabras. Recordar sus palabras cuando hablaba me resultaba más fácil. Cuando nos sentamos en el banco del parque que está frente a la casa de mi abuela, para hacer tiempo, hablamos de su madre y sus tías, que vendrán este verano a España.

-Todo está un poco indescifrable para mí, ¿no?

No responde.

-¿No crees? -insisto.

-Pero es que no te entiendo. ¿A qué te refieres con “todo”?

-Nosotros.

-Pero eso no es “todo”.

-Para mí sí lo es.

Antes casi todos los textos que escribía iban dirigidos a ti. “Cada vez que me dices te quiero, respiro un poco mejor”.

Loca


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revista