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La dicha

Publicado el 15 abril 2024 por Claudia_paperblog

Pienso que el sésamo se le pondrá malo olvidado en el armario. Lo compró especialmente para esa receta, estaba con resaca y no se podía mover casi de la cama, como J. Le preparé una pasta con atún y tomate buenísima para curar todos los males, con un buen sofrito. Fui yo quien le metió prisa para ir al supermercado y comprar todos los ingredientes y quien le ayudó la noche anterior para que ningún comensal quedase insatisfecho el domingo.

Los invitados llegaron y se quitaron el calzado, algunos llevaban agujeros en los calcetines. Su madre vio la foto del sonriente grupo, sentados en la isleta de la cocina, disfrutando de lo bien que cocinaba Á. Y dijo que yo era la más guapa que tenía una sonrisa muy bonita. Echo de menos a tu madre. Me quería mucho y creo que aún lo hace, pero no me habla para que tú no te enfades.

Pienso en cosas cotidianas, cada vez tengo más presentes recuerdos de otras personas que contigo porque ha pasado demasiado tiempo y lo único que hago es recordar recuerdos, deformando cada vez más la realidad.

Mi hermana me pregunta que a qué hora me escribiste. ¿Es eso relevante? Supongo que sí, yo ya no veo, estoy cegada por la idealización. Eran pasadas mis 6 de la mañana, tus 12 de la noche. Tal vez habías bebido y fue un impulso. Quizá volvías de una cena con ella y sus amigos. Era jueves. Conmigo incluso los jueves acabábamos cerrando los bares, liándola hasta la madrugada. Con ella supongo que llegas al piso, departamento que dirías tú, te descalzas también para no ensuciar el parqué, te sientas en la cama doble, te miras en el espejo del armario empotrado mientras te quitas los calcetines, luego te pones el pijama lentamente, con el cansancio acumulado de toda la semana. Ella se quita los pendientes frente a otro espejo, el del tocador. Parece una escena americana, más que ubicada en Barcelona. Lleva un vestido negro y no le queda mal, pero no se maquilla bien, como todas las inglesas. Ella se lava los dientes y mientrastanto, va dando vueltas por las habitaciones de la casa, ahora camina sobre un suelo afelpado.

Se mete en la cama junto a ti, os dais un breve beso en los labios y apagáis la luz de la mesita de noche.

La película empieza con 3 minutos con la pantalla a oscuras. Solo se oyen voces y sonidos. Y me quedo maravillada, concentrando la mirada en el móvil, creyendo ver imágenes donde no las hay. El cerebro me engaña y distingo una franja verde entre tanta negrura.

Cocino con música después de casi tres meses sin hacerlo. ¿Quiero la aprobación de los demás y por eso les cocino? ¿Quiero acaso que me agradezcan un plato que ya sé que me quedará delicioso? Estoy a punto de preguntarles que con qué música friegan los platos, pero me desdigo enseguida. Nadie me dirá Bob Marley.

Soy muy feliz algún día. Le digo a M. (otra M. que se vuelve un pilar en mi vida. Me caen muy bien las M.) que tengo muchas ganas de llorar, de felicidad, por supuesto. Le hablo de ti una vez más y le comento que usabas la palabra plenitud en el momento adecuado y que yo necesito usarla en ese momento. Los niños nos hablan, nos siguen como si fuésemos una atracción, otros juegan a baloncesto, nos preguntan el nombre, ríen tímidos, se tapan la boca como esas mujeres fotografiadas al norte de Vietnam. La luz es la más bonita que he visto nunca. Y recuerdo la otra vez que pensé que la vida era tan bonita que a veces daban ganas de llorar, en la sala de espera de una estación de bus de Pnom Pen, a tu lado. Las palmeras se inclinan ante mí, las nubes rosas vuelan a mí alrededor -parezco una deidad, he subido al cielo en un segundo- y cubren parcialmente las montañas, no dejo de sonreír, persigo la dicha y no se me escapa porque no la aprisiono, solo la guardo en el bolsillo, como hacia con el tiempo contigo. Pero pienso, como en esa canción, que me sabe mal si tú no estás. Me sabe mal, me sale mal.

¿Vuelves a ser el mismo o aún no? ¿La llevarás a Colombia y te volverán a decir que tu novia es muy regia? Necesito ser feliz siempre.

La dicha

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