“Longshot” es una palabra inglesa que se utiliza para denominar cualquier cosa que se considere una apuesta arriesgada. Y no pudo haber mejor término para bautizar al nuevo personaje presentado en una miniserie de seis episodios cuyo primer número vio la luz en septiembre de 1985. ¿Y por qué era esta miniserie arriesgada? No sólamente se estaba utilizando un formato -el de la serie limitada-, hasta entonces reservado a los personajes más conocidos de Marvel, para dar carta de presentación a un personaje totalmente nuevo y que no había disfrutado de aparición previa en alguna de las colecciones punteras de la casa; es que, además, los autores eran tan desconocidos como su criatura y, para colmo, la historia no discurría dentro de los escenarios propios del Universo Marvel ni hacía un uso generoso de su galería de estrellas.
La historia se inicia cuando un joven misterioso con uniforme de cuero, peinado extravagante y expresión eternamente infantil, aparece en nuestro mundo sin recuerdo alguno de su pasado. Dotado de poderes basados en la alteración de probabilidades a su favor -algo así como conjurar la suerte-, tratará de reencontrarse con su memoria en un periplo que le lleva a encontrarse con una serie de almas tan perdidas como él y a las que, impulsado por su altruista inocencia, tratará de ayudar. El joven -que recibe el apodo de “Longshot” por el riesgo que corre a la hora de ejecutar difíciles hazañas físicas- resulta ser un esclavo huido de Mundo Mojo, una realidad alternativa gobernada por un ser deforme, despótico y desequilibrado. En esa dimensión, los humanos han sido creados artificialmente para servir de diversión en despiadados shows televisivos. Longshot fue un líder rebelde humano que, tras ser capturado y ver sus recuerdos eliminados, consiguió huir a “nuestro” mundo a través de un portal dimensional.
Arthur Adams no es que fuera un desconocido, es que ni siquiera podía presumir de tener un mínimo currículo, algo que no puede extrañar si consideramos su edad: tenía poco más de veinte años cuando comenzó a dibujar la primera página de “Longshot“. Desde los dieciocho, tras finalizar el instituto, enviaba muestras de su trabajo a Marvel mientras se ganaba la vida trabajando en una pizzería. Consiguió que algunas de sus páginas fueran aceptadas por editoriales como DC o Pacific, pero fue finalmente Ann Nocenti, entonces ayudante del editor de Marvel Carl Potts, quien decidió darle una auténtica oportunidad ilustrando un guión que ella misma había escrito y con el que no había conseguido captar el interés de ningún dibujante hasta ese momento. La propia Nocenti, aunque acumulaba algo de experiencia como escritora (una historia para Aventuras Bizarras, algunos números para Spider-Woman, sendos episodios para Doctor Extraño y Star Wars y la miniserie de “La Bella y la Bestia“) no había destacado especialmente con ninguno de sus trabajos.
El proyecto fue editado por Louise Simonson -entonces a cargo de la supervisión de las populares colecciones de mutantes- y, por suerte para Adams, no se fijó un calendario estricto de entregas. Y digo por suerte porque el novato Adams se encontró con no pocos problemas a la hora de abordar un trabajo bastante más complejo de lo que solía ser la norma en la editorial. Su falta de experiencia le planteaba problemas a la hora de abordar cuestiones de perspectiva y composición y hubo de aprender a dibujar elementos que para él eran totalmente nuevos. La densidad de la historia de Nocenti – que en ocasiones planteaba páginas de veinte viñetas- desconcertó al principio a Adams hasta que el editor Elliot Brown le enseñó cómo narrar acciones simultáneas en una sola viñeta.
Adams necesitaba aprender, sí, pero lo hizo a una velocidad de vértigo. No hay más que mirar por encima los seis números de la miniserie para detectar una clara y espectacular mejoría en su dibujo – así como del entintado de Whilce Portaccio-. De viñetas sobrecargadas de trazos y figuras distribuidas en composiciones a menudo confusas, pasa rápidamente a una narración ordenada y más limpia. Persisten aún las poses forzadas -que tanto daño harían a los cómics de superhéroes en los años venideros- o el descuido de algún detalle, pero sus diseños son frescos, elegantes y con un toque cartoon ocasional; y su narrativa asume los riesgos propios de alguien recién llegado al medio y con ganas de hacer algo diferente e impactante aunque por el camino cometa errores. Para ser un dibujante autodidacta -aprendió copiando a sus ídolos infantiles (desde Frank Frazzeta a Michael Golden), estudiando libros de anatomía y absorbiendo los consejos que los profesionales le daban en las convenciones- “Longshot” es una ópera prima extraordinaria.
No cabe duda de que el éxito de “Longshot” se debe en gran medida al dibujo de Adams, porque la historia de Nocenti no puede presumir de estar a la misma altura. La serie adolece de los defectos de una escritora novel con más entusiasmo que experiencia. Los acontecimientos se suceden con demasiada precipitación, los personajes se presentan de forma algo desordenada y apresurada. Nocenti tiene mucho que decir, demasiado para comprimirlo todo en seis números: crítica social, dilemas morales, desarrollo de personajes, estudios psicológicos, aventura de fantasía y acción con toques surrealistas…
Nocenti planteó además personajes que le venían grandes en ese estadio de su carrera como guionista; no sólo había demasiados sino que los principales tenían una complejidad difícil de abordar: combinar el turbulento pasado de Longshot con su inocencia amnésica y manejar la delirante locura de Mojo no era tarea fácil. Así, el resultado no siempre es el mejor posible (por ejemplo, el personaje de Rita se abandona sin haber llegado a sacarle apenas partido); los parias que Longshot va encontrando (el tipo obsesionado con el holocausto nuclear, la propia Rita, el alienado padre de familia) lo conducen a aventuras bastante tontas. Su objetivo parece mostrar que como Longshot es un extraño en nuestro mundo, carece de la capacidad de valorar con perspectiva a las personas con las que se encuentra y sus propósitos; pero la forma un tanto inconexa en la que esto se plantea hace flaquear la historia. Con la intención de apoyar al personaje en su estreno atrayendo a los lectores del Universo Marvel y de acuerdo con una política bien establecida en la editorial, Longshot cruza su camino con tres veteranos personajes de la casa: Hulka, Spiderman y el Doctor Extraño -este último jugando un papel fundamental en el desenlace de la aventura-, todos ellos magníficamente interpretados por Adams.
La miniserie tuvo para sus creadores más repercusiones de las que ninguno
de ellos pudo imaginar. Nocenti adquirió reputación de guionista comprometida y original con habilidad para la creación y desarrollo de personajes, talentos que pudo desarrollar ampliamente en su etapa en “Daredevil”. Por su parte, Adams se convirtió en una superestrella y cada uno de sus trabajos era recibido con entusiasmo por una creciente legión de fans. Nunca pudo mantener el ritmo de producción necesario para ocuparse de una serie mensual, pero sus historias para “X-Men” y “Nuevos Mutantes” aún siguen contándose entre lo mejor que ha dado la familia de colecciones mutantes. Por su parte, no sólo Longshot pasaría en breve a formar parte de los X-Men, sino que dos de sus némesis en esta miniserie, Espiral y Mojo, también se convertirían en invitados regulares de las colecciones mutantes.¿Por qué recomendar “Longshot“?. Por supuesto, si eres un fan de los X-Men, esta miniserie es algo que no puedes dejar pasar. Pero en un sentido más amplio y para aquellos interesados en la historia del cómic, se trata del debut de Arthur Adams, un debut de un nivel que raramente puede verse. Cualquier aficionado conoce su nombre. Su estilo llegó a ser uno de los más influyentes en el comic book norteamericano de los últimos treinta años.
“Longshot” fue una de las series que actuaron como puente entre el estilo más clásico (ejemplificado por la amplia escuela que comprende desde Jack Kirby a John Byrne pasando por Gene Colan o John Buscema) y el que lo sustituiría al cabo de pocos años en los lápices del propio Adams, Jim Lee, Todd McFarlane y el resto de la escudería Marvel que fundó Image Comics en los noventa, editorial que, a su vez, hizo millonarios a muchos de sus componentes, contribuyó a alimentar el boom de los noventa y la aparición de multitud de tiendas de comics y, en último término, llevó a la industria a donde hoy se encuentra. Naturalmente, no fue Arthur Adams la única chispa que puso en marcha toda esta cadena de acontecimientos, pero “Longshot” y su dibujo -un dibujo muy diferente al que hasta entonces se había visto en los cómics de superhéroes- fue un signo de los nuevos tiempos que se avecinaban.
Artículo original de Un universo de Ciencia Ficción