LORCA; UNA VILLA MURCIANA EN PLENA RECONSTRUCCIÓN
CASA MUSEO HUERTO RUANO.
Una pausa en mi singladura narrativa de relatos de ficción, que presumo será larga, me conduce hasta la pedanía murciana de Lorca para comenzar una nueva y breve saga de crónicas viajeras.
Arribo a Lorca maldiciendo al implacable sol justiciero que me acompaña desde mi punto de partida en el encomiable y salutífero balneario de Archena.
Éste parece mermar gloriosamente a mi llegada a Las Alamedas (S.XVIII), el verdadero pulmón de esta ciudad en plena etapa de trafagosa reconstrucción.
Es agradable admirar este entorno de árboles caducifolios antes de arrostrar los calores en la largura de la Avda.Juan Carlos I, donde me espera la grata sorpresa de la casa museo Huerto Ruano (S.XIX), un precioso palacete elegante con fachada de cuento de hadas, propiedad de D.Raimundo Ruano.
Desafortunadamente para las demandas de mi solaz, está cerrado; estado de negación que encontraré en Lorca constantemente.
Enseguida sucumbo a los encantos neoclásicos del puente de La Alberca (S.XIX), que “sobrevuela” el moribundo río Guadalentín.
A través de esta estructura decimonónica, que conecta el barrio de San Cristobal con el centro neurálgico, me detengo ante el fantástico convento barroco de la Merced (1727), ahora sede de eventos de carácter oficial.
El tren turístico se me antoja una baza imprescindible para profundizar en la corteza lorquina, donde se concitara la cultura árabe, cristiana, judía y musulmana, pero me informan de que este servicio ya no se presta.
Con ese revés desalmado ahogo mi desconsuelo en mi siguiente etapa, que arranca en la Plaza de Saavedra.
Me espera el Museo de Bordados del paso blanco, que es en mi opinión visita ineludible por la prodigiosa e impagable recolección de bordados manuales dignos de las más excelsas loas y panegíricos.
MUSEO DE BORDADOS DEL PASO BLANCO
Es como bien digo inenarrable la majestuosidad de este trabajo manual de resultado “cuasi” milagroso, al contemplar sobre la tela prístina las puntadas hilvanadas durante meses o años con el primor del amor a una labor ancestral.
Es básicamente alucinante observar esa trama de hilos de colores que dan vida a estampados de escenas mitológicas y sacras, rostros, retratos que parecen fotografías.
Se niega la retina a creer lo contrario hasta que la cercanía pone de manifiesto la naturaleza veraz del tejido y cada puntada.
El museo se halla dentro del precioso convento de Santo Domingo, fundado por los dominicos en 1551 sobre la ermita de Nuestra Señora de la piedad.
Como toda Lorca, se encuentra también en proceso de restauración.
En la confluencia de la calle Concha Sandoval con Lope Gisbert otro precioso palacete, el de Guevara (1694). Lo encuentro cerrado.
Me animo sobremanera al encuentro con la populosa y animadísima calle de Nogalte, donde podemos parar a comer en “El rincón de los valientes”. La comida es excelente y el menú diario cuesta 10 euros. Buen servicio y local bonito y agradable, con interior diáfano y blanco. Se encuentra muy próximo al también elogioso y sorprendente Museo de Bordados del paso azul.
MUSEO DE BORDADOS DEL PASO AZUL
A partir de este punto se suman los acicates, como lo son los paseos por la calle Corredera y aledañas, que se funden en una trama ecléctica de tonos albos, ocres, amarillos y terrosos.
Más restauración y fascinación embotellada ante la colosal estructura de la Colegiata de San Patricio (S.XVI-XVIII), entre la calle Álamo y la Plaza del Caño.
De estilos conjugados renacentista-barroco, fue declarada Patrimonio histórico artístico en 1941 en honor a San Patricio por la victoria lograda en la batalla de los Alporchones ante los musulmanes el 17 de marzo de 1452.
COLEGIATA DE SAN PATRICIO