"Un relato de hechos que no excluye la conjetura, ni siquiera la elaboración literaria de los personajes, pero trata de ceñirse a lo que la historiografía ha averiguado de sus acciones y su carácter, a lo que de ellos está documentado -a menudo, en sus propias palabras-, sin renunciar a trasladar al lector la complejidad, en algún caso prolija, de lo que se ventiló en Castilla -y sobre Castilla, y contra ella- en los dos años que transcurrieron entre la primavera de 1520 y la de 1522." (pág. 240)
"Castellano" de Lorenzo Silva es una búsqueda de la propia identidad, de lo castellano, de aquello que a los aquí nacidos nos hace distintivos y enraizados en ese lugar. El autor, partiendo del hoy, busca en el ayer de la revuelta comunera sofocada por las tropas del emperador Carlos I el 23 de abril de 1521 la propia idiosincrasia castellana. ¿Existe tal identidad? ¿Ha sido una operación decididamente calculada cuartear Castilla en un sinnúmero de comunidades menores: Castilla-La Mancha, Castilla y León, Madrid, La Rioja, Cantabria... a fin de cercenar ese posible impulso identitario? ¿En qué reside lo propiamente castellano?... Un sinfín de preguntas a las que quiere dar respuesta le sobrevienen al escritor. Lo hace de una manera narrativa a partir de documentos conservados de la época y de autorizadas interpretaciones históricas. No estamos ante una novela histórica, ni ante una mera recopilación de documentos históricos. El mismo Lorenzo Silva no sabe situar el libro dentro de un género determinado ("Quizá se la pueda llamar novela. O quizá no. Decídalo quien la lea"); en algún momento arriesga que la obra pueda ser, dice, un ensayo histórico, pero se inclina -y yo con él- por el de la novelización de un momento histórico.
Me ha gustado el libro, aunque a veces me haya resultado un poquitín -muy poquito, la verdad- tedioso [o prolijo, como gusta decir el escritor], dado el deseo de fidelidad del autor a lo auténticamente acaecido. No quiere el creador de Chamorro y Bevilacqua ser tildado de urdidor de patrañas, de presentar actores de la Historia sin base suficiente, y para ello ha de ser fiel y abandonar en algunos momentos la narratividad en pro de la Verdad que está presentando. Pero Lorenzo Silva sabe solventar esos momentos de pura historicidad documental con referencias a la propia actualidad del viaje que en contrapunto con lo investigado está realizando por tierras de Castilla donde sabe encontrar vestigios del pasado y auténticas muestras de castellanismo. Es un viaje en un doble sentido, externo e interno ("esto es el relato de un viaje: de cómo, contra todo pronóstico, alguien que nunca tuvo noción de ser nada, en términos de adscripción colectiva, y que podría no ser quien lo narra, acaba siendo y sintiéndose algo."). El autor se pasea por Covarrubias, por Villalar, por Alcalá de Henares, por Toledo..., por tantos y tantos espacios que en sus palacios, murallas, e iglesias guardan memoria, restos, recuerdos del pasado vibrante de este pueblo brioso. En el análisis y búsqueda de la identidad castellana Silva tiene en cuenta muchos razonamientos de autores importantes. Muy significativas son las opiniones de los intelectuales del 98 quienes en su pesimismo por la decadencia de España vuelven su mirada hacia Castilla a la que proponen como el rescoldo que hay que atizar dado que, en su opinión, contiene la esencia de lo español. Mucho mal ha hecho esta consideración a Castilla al identificarla con España cuando España está formada por la suma de muchas otras zonas e identidades. Al tiempo, los Machado, Unamuno, Valle y otros reniegan de esa Castilla que desprecia cuanto ignora . Y así Lorenzo Silva pasa revista a otra serie de autores ( Ganivet, Azaña, José Mª Maravall, Miguel Delibes, Fernando Martínez Gil ...) que le sirven para ir construyendo -más bien buscando- la posible identidad castellana.
El viaje físico, real, que por tierras castellanas realiza el escritor se fecha entre abril de 2020 y febrero de 2021. En 2020 el escritor pasea por el campo próximo a su domicilio en Illescas donde reside desde hace unos años. Illescas, Toledo, abril y el 23 de ese mes en que se conmemora la derrota en Villalar de los Comuneros de Castilla le lleva a evocar los sucesos y las personas que en esos dos años de hace 500 -de 1520 a 1522- se levantaron contra el poderosísimo emperador, el César de Roma, en defensa de su libertad. En este viaje el novelista recorrerá los lugares principales de la gesta que encabezaron Padilla, Bravo y Maldonado hasta llegar a Villalar donde sus cabezas serían separadas de sus cuerpos y mostradas en picas como advertencia para aquellos que pudieran sentirse tentados a seguir sus pasos
"Antes de venir hasta aquí he estado haciendo la ruta de sus correrías y las de sus enemigos. He ido desde Medina de Rioseco hasta Tordesillas, por Castromonte y Torrelobatón, y desde Torrelobatón hasta Villalar, pasando por Vega de Valdetronco, donde Padilla quiso dar al adversario la batalla que sus soldados, por indisciplina o porque no le oyeron, prefirieron eludir para caer más adelante como moscas bajo las lanzas imperiales."
Busca luego los enterramientos de los líderes del movimiento. Los de Bravo en Segovia y Maldonado en Salamanca está documentado que se realizaron en sus respectivas ciudades; el de Padilla sin embargo no se encuentra en Toledo al haber quedado la ciudad imperial, rebelde, en manos de su esposa María Pacheco quien se negó durante unos breves meses a entregarla a los imperiales. Buscando, pues, el posible emplazamiento de los restos del comunero toledano el escritor llega un "mediodía de febrero de 2021 ante los restos del monasterio jerónimo de la Mejorada, cerca de Olmedo, en Valladolid. Aquí, bajo jurisdicción y custodia real y a cargo de los monjes jerónimos, María Pacheco y el prior de San Juan, en nombre de los virreyes, acordaron en octubre de 1521 que descansarían los restos de Juan de Padilla en espera de ir a Toledo.". Hoy, lo que fuera el Monasterio de Santa María de la Mejorada, próximo a Olmedo en la provincia de Valladolid, es una Bodega de excelentes caldos extraídos de los viñedos de la zona. El edificio fue realizado por Rafael Moneo quien lo restauró e integró con la fábrica moderna que exige una bodega en la actualidad los restos arquitectónicos del derruido monasterio.
Lo anterior viene un poco a resaltar una de las características del carácter castellano: el descuido por lo propio, nuestra secular incuria. Lorenzo Silva vuelve este defecto -grave defecto en mi opinión- del revés y lo convierte en hecho diferencial:
"Este proverbial descuido, esta indiferencia hacia sí mismos y sus símbolos tan característica de los castellanos, que ninguna otra nación se permitiría y que a muchas llegaría a escandalizar, tiene un reverso saludable y liberador. Vive el castellano exonerado de la pesadez y la prosopopeya del homenaje a los emblemas y los figurones patrios. Se puede ser castellano sin necesidad de andarlo proclamando con aire solemne ni de ponerse en pie con la mano en el pecho cuando suena un himno, sin sentir siquiera la necesidad de rendirle pleitesía a una heroína nacional antes que a un ficticio niño hechicero."
Antes de concluir con esta afirmación, Silva relaciona el movimiento de libertad de las Comunidades con la creación de la propia Castilla. Esta, según se desprende del Poema de Fernán González, se desgajó del Reino de León que la tenía asfixiada. También el Poema de Mio Cid, - buen caballero si oviera buen señor- , muestra una acción heroica de alguien que en ejercicio de su propia libertad engrandecerá al rey a pesar de lo mal que éste lo ha tratado. Abundan estas dos obras en la idea de que es la Libertad -así con mayúscula- y la lucha contra la injusticia lo que alberga el alma de los castellanos. Un alma que encuentra su más alta plasmación en el idioma que usaban quienes conquistaron un Nuevo Mundo y que hoy hablan más de 500 millones de personas. Es este idioma en el que escribió Cervantes El Quijote, obra donde el ilustre alcalaíno señaló en negro sobre blanco el inmenso valor que tiene la libertad, "ese don con el que "no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre" y por el que "se puede y debe aventurar la vida", mientras que el cautiverio es "el mayor mal que puede venir a los hombres"".
Una lengua que, paradójicamente, es hoy la de aquellos países que en ejercicio del carácter que hasta esas nuevas tierras llevaron los castellanos decidieron continuar la aventura por su cuenta sin abandonar el idioma en el que hicieron sus proclamas y siguieron creando sus escritos. Habla especialmente con cariño el autor del tagalo José Rizal, amante de la cultura legada por España, en especial su lengua, en la que escribió no pocas cosas y con la que luchó para que la metrópoli fuese receptiva a las peticiones de las Islas Filipinas: "El país no piensa separarse de la madre patria, no pide más que un poco de libertad, de justicia y de amor; aún espera, cree y sólo se levantará cuando haya perdido la paciencia", decía quien a su pesar fue convertido en mártir de la independencia filipina al ser fusilado de espaldas por traidor a la patria por las tropas que comandaba el General español Camilo García de Polavieja.
Como cierre de la reseña quisiera poner en valor lo bien que Lorenzo Silva narra los acontecimientos históricos y presenta a los diversos protagonistas de los mismos. Aparecen éstos muy bien retratados acercándonoslos a nuestra actualidad. Los Laso de la Vega y su choque con los Girón es vívido, la genealogía de los Maldonado salmantinos y de los Bravo segovianos me ha parecido interesante por demás, los distintos nobles de uno y otro lado (el Almirante de Castilla, don Fadrique Enríquez; el condestable de Castilla, don Íñigo Fernández de Velasco; el padre de Maria Pacheco, don Iñigo López de Mendoza; el regente holandés, Cardenal Adriano, que luego se vería elevado al papado como Adriano VI; la reina Juana; etc.) aparecen bien caracterizados y se hacen reconocibles para nuestra sensibilidad actual.
Como tantas veces ocurre en la vida, la chispa que dio origen a esta novelización de la Historia surgió estando escuchando el autor, en uno de sus viajes en coche camino de uno de los centros de secundaria adonde es invitado a hablar a los adolescentes de su obra literaria, el poema épico de Luis López Álvarez Los comuneros, en su correspondiente versión musical de Nuevo Mester de Juglaría.
Este canto esperanzador sobre Castilla lanzado con entusiasmo por el poeta Luis López Álvarez, musicado y cantado de manera magistral por los integrantes del grupo artístico provocó que un 23 de abril del año 2017 durante la fiesta anual que se realiza ese día en Villalar de los Comuneros en memoria de esa derrota Lorenzo Silva se preguntase qué constituye o dónde reside la esencia de lo Castellano, precisamente el título que da al libro. Creo que la lectura de "Castellano" da varias claves muy interesantes sobre este asunto.
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