Revista Opinión

Los 10 mandamientos del anarcoprimitivismo (II)

Publicado el 08 agosto 2014 por Hugo
o por qué el Estado de Israel no es el único problema
No procrearás en vano Y los bendijo Dios, y les dijo:Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra...

Génesis, primer libro de la Toráy del Antiguo Testamento.

Los 10 mandamientos del anarcoprimitivismo (II)El cuarto Estado (1901) de Giuseppe Pellizza da Volpedo
Debido en parte a que el neomalthusianismo está bastante desacreditado en el imaginario social de muchas personas, ya sean conservadoras, religiosas, progresistas o libertarias, tendemos a pensar que la guerra iniciada por Israel contra las autoridades palestinas y por ende contra la población palestina no es un problema demográfico. Como mucho, lo demográfico sería un asunto secundario. Sin embargo, inspirado por la teoría de sistemas y por el concepto de complejidad, creo que nada es secundario, todo importa. Es cierto que existen muchas comunidades que viven sin conflictos bélicos con una densidad de población similar a la palestina-israelí, pero cabría preguntarse por qué lo contrario no existe, es decir, por qué no existen conflictos de esa magnitud allí donde el número de habitantes por kilómetro cuadrado se cuenta por decenas en lugar de centenares o incluso millares (5046 habitantes por kilómetro cuadrado en la Franja de Gaza, 475 en Cisjordania y 388 en Israel; esta última cifra equivale a un cuarto de hectárea por cada israelí, aproximadamente la cantidad de superficie agraria necesaria para la alimentación de una persona). Para que tenga lugar el conflicto tienen que darse muchas otras condiciones materiales y culturales, como por ejemplo el nacionalismo judío, la yihad, el capitalismo, la pobreza o la propia ocupación y bloqueo de los terrirorios palestinos, pero sin una alta densidad de población la probabilidad de que estas condiciones entrasen en juego sería mucho menor, especialmente si la población en lugar de concentrarse en núcleos urbanos se dispersase en pequeñas comunidades autogestionadas. 
Los 10 mandamientos del anarcoprimitivismo (II)
En un mundo sin Estados, sin capitalismo, sin ciudades y sin los elementos típicamente problemáticos de las civilizaciones, la superpoblación sería difícil o cuando menos tardaría mucho más en aparecer, pero ese no es el mundo de hoy. Lo prudente, en el contexto actual, es tener en cuenta todos los elementos del sistema, incluido la tasa de fertilidad (5 hijos/as por mujer en el caso de los palestinos y 3 hijos/as en el caso de los israelíes). Lo habitual en estos casos es caer o bien del lado del cientificismo-determinismo (los posibles conflictos se deberían sobre todo a factores biogeográficos poco controlables como la presión demográfica y el agotamiento de los recursos) o bien del lado del eticismo-indeterminismo (los posibles conflictos se deberían principalmente a formas políticas y sistemas económicos que propician la desigualdad, es decir, que dificultan la distribución de la riqueza). Por el contrario, lo infrecuente es tratar de integrar ambas líneas de pensamiento. El objetivo de esta decalogía es justamente ese, aproximarse al entendimiento de la realidad partiendo del hecho de que esta es multicausal, y que por tanto la mejor manera de actuar sobre ella es a través de una crítica multidisciplinar.

Por regla general, cuantos menos seamos en el planeta –hasta cierto punto razonable, por supuesto, no vaya a ser que de tanto decrecer no quede nadie para contarlo-, mayores serán nuestras probabilidades de bienvivir y convivir, toda vez que los desmadres, tanto nuestros como de otros, serán menores. Y aquí una aclaración importante: comparto la idea de que no es solo el número de personas sino también su modo de vida lo que determina hoy por hoy el deterioro socioecológico. He leído decir que el planeta todavía podría albergar a varios miles de millones de personas más si su modo de vida, no necesariamente inhumano, fuera similar al que llevan muchos de los habitantes más «subdesarrollados» del mundo, un modo de vida bastante más sencillo, más disperso, menos contaminante y más vegetariano que el nuestro. A nivel mundial, si el conjunto de los seres humanos fuera capaz de llegar a un acuerdo en ese sentido en los próximos años, es evidente que preocuparse por el aumento de la población a corto o medio plazo dejaría de ser una actitud racional. Pero ese acuerdo es improbable que llegue, siendo un escenario de futuro más probable el de una humanidad occidentalizada todavía sedienta de un consumo material y energético ilimitado. 


Los individuos pueden cambiar sus acciones a nivel personal, pero los instintos, en conjunto, tienden a guiar a las civilizaciones. Por eso las poblaciones de todas las civilizaciones tienden a crecer hasta alcanzar sus respectivos cuellos de botella.
Gail Tverberg, 2014. 

De modo que, previendo la trayectoria irracional de nuestras conductas a nivel macro, lo más prudente a mi juicio es defender, junto a un cambio radical en el estilo de vida (especialmente en los países «desarrollados», que sueñan con coches eléctricos en lugar de ovejas), un cambio cultural y autónomo en la manera de concebir la natalidad (especialmente en los países «en desarrollo», toda vez que estos son los países que más están creciendo, algunos de los cuales están tan deforestados, erosionados, desertizados y/o desertificados que se ven oligados a vivir de la comida que viene del exterior, como Haití, los campos de refugiados del Chad, la propia Franja de Gaza y muy pronto Arabia Saudí, país de treinta millones de habitantes que ya ha pasado su pico del agua y que tarde o temprano dependerá totalmente de la importación de cereales).

¿Por qué la alta densidad de población predispone a una determinada región para el conflicto? En parte porque tiende a incrementar la escasez de recursos (este tema, aunque ya se ha dicho algo en el post, da para otro «mandamiento»), y en parte porque provoca el deterioro o incluso la muerte de la democracia entendida en sentido estricto, es decir, definida como la distribución igualitaria del poder. Ambos factores están conectados entre sí. Los recursos se vuelven más escasos cuanto menos democráticas e igualitarias son las sociedades. Y sin democracia, sin poder debatir las cosas entre todas y todos, el conflicto intragrupal e intergrupal ocurre con mayor frecuencia, entre otras razones porque un grupo de cien personas puede contener a sus miembros más belicosos con más facilidad que un grupo de un millón. La democracia directa, que como veremos más adelante solamente parece ser posible en comunidades pequeñas, no inmuniza contra la violencia, pero la dificulta más que la dictadura parlamentaria, tanto la ejercida por el Knéset israelí como por el Consejo Legislativo Palestino.


Los 10 mandamientos del anarcoprimitivismo (II)If not, not (1975) de R. B. Kitaj

¿Por qué el tamaño de la población es inversamente proporcional a la soberanía popular, como defiende por ejemplo el físico Albert Allen Bartlett? Según el geógrafo Jared Diamond, “la toma de decisiones por toda la población adulta sigue siendo posible en los poblados (…) de tamaño bastante reducido como para que las noticias y la información lleguen rápidamente a todo el mundo, para que todo el mundo pueda escuchar a todo el mundo en una reunión general de la aldea, y para que todo aquel que desee hablar en la asamblea tenga la oportunidad de hacerlo. Pero todos estos requisitos previos para la toma de decisiones comunitaria llegan a ser inalcanzables en las comunidades mucho más grandes”. Ahora bien, suponiendo que esto sea cierto, todavía quedaría por demostrar por qué la ausencia de democracia o desigualdad de poder hace más probable el conflicto bélico. Una hipótesis interesante dice así: dado que en una sociedad compleja los intereses de las clases dirigentes ya no son los mismos que los intereses de las clases dirigidas (por ejemplo, las personas mejor situadas en la escala social tienden a defender con más vehemencia el capitalismo debido a que no sufren sus consecuencias tanto como las personas peor situadas), la probabilidad de que las clases dirigidas de una región luchen físicamente con la clases dirigidas de otra región por mandato de sus respectivas clases dirigentes es más alta que en las sociedades simples o sociedades sin clases. Es cierto que las sociedades tribales también se enfrentan entre ellas, pero aparte de que la magnitud de la violencia ejercida en esos casos suele ser mucho menor (hasta ahora el ejército israelí ha matado a casi 400 niños/as), el guerrero de la tribu no sufre la «alienación de la guerra» tanto como el soldado moderno. Para aquel es su guerra; para este es más bien la guerra de sus superiores, una guerra más abstracta, incierta y arbitraria.

La cronología sería más o menos como sigue: el crecimiento de la población no controlado -al parecer ninguna especie es capaz de autocontrolar su población a largo plazo- hace más probable la aparición de la agricultura intensiva y la ganadería, que a su vez promueven el sedentarismo (aunque el sedentarismo también es posible sin ambas). A continuación, el aumento demográfico, la agricultura, la ganadería y el sedentarismo favorecen la producción de excedentes, lo que facilita el comercio, la división del trabajo, el avance tecnológico, la institucionalización de la propiedad privada y la «revolución urbana», lo que impulsa a su vez la estratificación social y la aparición de clases dirigentes. Recíprocamente, cada nuevo elemento interacciona con los anteriores. Conforme la población crece, crece también la dependencia hacia los elementos que han hecho posible su crecimiento. Con el tiempo, una sociedad que cumpla esos requisitos tenderá a crecer en complejidad hasta que un cambio climático, otra sociedad competidora y/o el agotamiento de los recursos se lo impida. La paz global, si bien improbable, solo es posible rompiendo consciente y colectivamente con esa dinámica ciega e inmoral.


Los 10 mandamientos del anarcoprimitivismo (II)Fuente: Fco. Javier Jover Maestre

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