Estamos en Cofrentes, un pequeño pueblo de Valencia que apenas llega a los 1000 habitantes, es el día 15 de febrero de 2011, los que allí están tienen frío y la niebla oculta las montañas cercanas, pero no es capaz de difuminar los pensamientos entrañados en la cabeza y el corazón de un reducido grupo de 17 personas, ideas en las que solo hay luz, para iluminarnos a todos la peligrosa senda que recorremos cuando basamos nuestro progreso en fuentes de energía que no controlamos, que son incontrolables y ponen en riesgo el futuro de todos. Casi un mes después, el 11 de marzo, tuvo lugar el accidente de la Central nuclear de Fukishma I
Si, esa era su misión, decirle al mundo que nos estamos equivocando, que ellos no estaban entonces de acuerdo, como no lo están ahora con el uso de energías sucias, contaminantes, de las que conocemos y controlamos solo alguna de sus caras, pero que a la larga generan más problemas de los que resuelven y que están en manos de lobbies que se enriquecen en su gestión, que nos hacen dependientes de ellas, que cuartan y corrompen nuestros gobiernos y que solo a ellos beneficia y de qué nunca son responsables de los accidentes y consecuencias que conlleva, por desgracia, su uso.
Un gran grafiti, un épico gesto, una acción de paz, una llamada, un toque de atención, todos incomodos, para el actual estado de las cosas:
“Peligro Nuclear”
La acción de los 17 de CofrentesUna chimenea atómica, unos héroes, unas personas que dicen y hacen por nosotros, lo que tal vez no nos atrevemos los demás. Gente sin miedo a expresarse y opinar distinto. Les debemos algo, les debemos recuperar la sensación de que la protesta en el germen del cambio, de nuevos caminos, que de ellos surge la opción de poder elegir, la capacidad de pensar y expresarse libremente, en paz. El orgullo del que se opone al poder equivocado. Gracias.
Hoy estos héroes, los 17 de Cofrentes les llaman, se hayan acorralados por la justicia institucional, se enfrentan a penas de hasta 3 años de cárcel y multas muy severas, dicen que pueden ser de hasta 360.000 euros. El juicio empieza mañana. Tal vez pueda parecer que las condenas, si las hay, serán para los 16 activistas de Greenpeace y el fotógrafo independiente que parieron la acción de protesta, pero no es verdad. Realmente se está juzgando a la lucha pacífica por la protección del medio ambiente, que debería ser un deber, una obligación de todos y una de las más importantes y vitales enseñanzas que transmitir a nuestros hijos. También se quiere condenar a uno de los más básicos derechos, la más íntima de todas las libertades, la de poder opinar y expresarse.
Algo malo, muy malo, ocurre cuando la justicia de un país esta para enjuiciar a gente que se expresa pacíficamente. Cuando después de varios accidentes terribles, todavía hay centrales nucleares funcionando, y los que opinan que deberían cerrarse son perseguidos. Pase lo que pase os estamos agradecidos, porque con vuestro ejemplo, hay personas que se vuelven críticas con la realidad que les rodea y eso hace que cada vez esté más cerca la utopía de un mundo viviendo en respeto y equilibrio con el medio que le rodea. Que vuestro gesto no ha sido en vano.
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