Hace unos meses escribí sobre una de las historias que más me impactó de Japón, esta tiene que ver con samuráis, espadas, venganza y honor. Si ya la has leído, quizá no te interese pero si no tuviste la oportunidad recomiendo que busquéis información sobre los 47 ronin.
En la primavera de 1702, Asano Takumi no Kami Naganori, samuraí de una familia muy poderosa recibió una carta en la que se le indicaba que iba a recibir a un enviado de la familia real. Esto es un orgullo para cualquier samurái ya que en el bushido se les enseña a respetar y adorar a la familia real, por lo que la visita le daría gran prestigio a su familia.
La clase samurái aunque estaba considerada como parte de la alta sociedad, no tenía amplios conocimientos sobre el protocolo que existe para recibir a un enviado de la familia real. Para enseñarle cómo debía actuar, fue mandado un alto funcionario que haría de tutor mientras iba aprendiendo las complicadas normas.
El funcionario tuvo que abandonar la calidez de la capital para moverse a un lugar desconocido para él y tener que enseñar la pesada tarea del protocolo a una persona totalmente ajena a ello. Esto hizo que tomase el trabajo como algo aburrido y sin interés.
Las pocas ganas de trabajar por parte del funcionario hicieron que este fuese muy rudo con el samurái, incluso llegando a humillarle por no saber realizar simples tareas.
Al ver el funcionario que la tarea parecía interminable pidió al samurái que le pagase ya que no era culpa de él que tuviese un aprendiz tan inútil. Asano se negó a ello y siguió aguantando las humillaciones e insultos por parte del funcionario.
Poco a poco la relación fue siendo más y más tensa hasta apenas existir una relación entre ellos que no fuese la enseñanza del protocolo.
Un día Asano fue llamado al castillo del Shogun y con él fue el funcionario. El shogun estuvo preguntando sobre cómo iba el aprendizaje a lo que el funcionario le pidió al samurái que le atase los cordones. Asano cumplió la petición sin quejarse por la falta de respeto y el ataque al honor que estaba sufriendo al degradarle a una tarea como esa.
El funcionario comentó lo mal que lo estaba haciendo y que Asano era un auténtico inútil por lo mal que estaba realizando una tarea tan simple como esa. La reacción de Asano no se hizo esperar y atacó al funcionario, pero este sólo recibió una herida superficial.
La reacción del samurái aunque lógica era totalmente inconcebible, no solo por haber atacado a una persona sino por haberlo hecho en el hogar del shogun. Asano sabía cuál iba a ser su condena, pidió perdón al shogun por haber actuado de esta forma y que comprendía su castigo pero que lo que más lamentaba de todo era el no haber matado al funcionario.
Reunión de samuráis
Asono fue condenado a muerte pero se le dio el honor de poder hacerse el seppuku. La noticia corrió como la pólvora llegando pronto a los samuráis que servían a Asano.
Hay que aclarar que si un samurái pierde a su señor, sólo puede actuar de dos formas. Una es hacerse el seppuku y la otra declararse un ronin con lo que perderían su estatus actual y caería al nivel de vagabundos y borrachos. El deshonor de convertirse en un ronin también afectaría a la familia por tener a un ronin entre ellos.
Por ello, los samuráis se reunieron y discutieron qué debían hacer, si luchar en el castillo de Asano y morir defendiéndolo, declararse ronin o hacerse el seppuku. Estos que eran conocedores de lo mal que había actuado el funcionario y la falta de respeto que tuvo en todo momento hacia su señor pensaban que era injusto lo que había sucedido y que el honor les obligaba a vengar a su señor por el trato recibido.
¡En breve escribiré el resto de la historia!