Revista Cine

Los amantes pasajeros (2013), de pedro almodóvar. azafatos al borde de un ataque de nervios.

Publicado el 11 marzo 2013 por Miguelmalaga
LOS AMANTES PASAJEROS (2013), DE PEDRO ALMODÓVAR. AZAFATOS AL BORDE DE UN ATAQUE DE NERVIOS.
Después de leer algunas malas críticas al último trabajo de Almodóvar, sobre todo la de Carlos Boyero que le otorgaba el peor defecto que puede tener una película: causar vergüenza ajena, tuve que hacer un auténtico esfuerzo para entrar al cine sin ser influido por estos juicios previos, ya que el director manchego, dado que ha entregado obras muy interesantes en los últimos años, merece siempre una oportunidad.
Hablando de este pasado inmediato, Los amantes pasajeros es una obra que se aparta radicalmente de las temáticas almodovarianas de esas películas previas en un intento de volver a sus orígenes. Pero ¿cuáles son esos orígenes? El cine alocado y fresco de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón y Laberinto de pasiones. Algo insólito en la España de la época, un país que acababa de salir de una dictadura y donde existía un vasto territorio inexplorado en el que cabía todavía la palabra escándalo. Hoy día al espectador español ya no hay nada que lo escandalice, y menos el lenguaje y los chistes gays, por muy zafios que sean, que la gente ve todos los días en televisión. Alarma, y mucho, que alguien no le haya advertido a Almódovar que el guión que se disponía a filmar es un refrito de chistes de segunda división de las peores series televisivas. Diálogos totalmente previsibles y sin gracia que se suceden durante una hora y media que se me hace interminable. Y sí, la vergüenza ajena asoma en ocasiones. Si el director pretende romper una lanza a favor del mundo gay, no creo que sea la mejor manera de hacerlo retratándolos así, como una pandilla de locazas en celo. Quizá en este sentido la película tenga intenciones utópicas: el retrato de un mundo ideal en el que hasta los heterosexuales declarados tienen deseos homosexuales ocultos que salen a la luz a la primera ocasión. 

Pasemos a la otra vertiente del film, la que intentan destacar sus defensores, no ya para colocarla como una de las grandes obras de su director, sino para, al menos, otorgarle algo de valor. Ciertamente, es interesante juzgar Los amantes pasajeros como una gran metáfora de la situación actual de nuestro país: un avión con destino a otro continente donde algunos de los protagonistas más que viajar, huyen. Pero es imposible irse del todo: el avión queda dando vueltas por los alrededores de Madrid, pues tiene una avería y podría estrellarse. Entre tanto, temas de actualidad son tratados directa o indirectamente, incluyendo (en una de las escenas más sorprendentes de la película) una diatriba contra un jefe del Estado que, como sabemos está viviendo sus horas más bajas. Este fallido regreso a los orígenes de Almodóvar se reafirma con un aterrizaje en uno de esos aeropuertos (el de Castilla la Mancha) que como declaró el ínclito Carlos Fabra no son para los aviones, sino para las personas. En cualquier caso, todos los pasajeros parecen felices de volver a pisar su tierra. Y no solo porque hayan salvado la vida. Después de todo en la tierra están la familia, los amores, los orígenes y por qué no decirlo, la esperanza. Ojalá el próximo proyecto de Almódovar supere este tropiece y, si quiere retratar nuestra sociedad y nuestros males, lo haga de manera más directa y menos esperpéntica.

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