En 1929, el descubrimiento de una macabra costumbre en el pueblo húngaro de Nagýrev desató la leyenda sobre un lugar que aún hoy no se ha recuperado de la tragedia. Aconsejadas por una misteriosa curandera, decenas de mujeres asesinaron con arsénico a hijos, padres y, sobre todo, maridos. ¿Qué hubo de cierto en todo lo que se cuenta sobre las “hacedoras de ángeles” de Nagýrev?
***

Nagýrev, hoy en día, es un pueblo de menos de mil habitantes en el que la tragedia lo ha configurado todo. Todo. Es imposible, y especialmente en Hungría, pronunciar su nombre sin que al que oye le vengan a la cabeza las imágenes de las angyalcsinálók en el tribunal, ataviadas con la pañoleta a la cabeza y con cara de no haber roto nunca un plato. En opinión de ellas, desde luego, no lo habían roto. Eso era lo que se había enseñado en Nagýrev generación tras generación y que los elegantísimos señores del jurado no iban a ser capaces de entender nunca: que el hambre, cuando aprieta, aprieta pero bien, y que, entonces, los medios poco importan con tal de llegar a la mejor conclusión posible.




En las fotos, varias de las mujeres procesadas por los asesinatos de Nagýrev, en 1929
¿Quién era, realmente, Gyulia Fazekas?
No se llamaba Gyulia, para empezar. Un rápido vistazo a Internet nos proporcionará la información de que la Fazekas era una mujer misteriosa, que había llegado a Nagýrev en 1911 ya viuda, por supuesto, en extrañas circunstancias; que nada se sabía de su vida anterior y que cometía sus fechorías acompañada de una pariente cercana llamada Susi Oláh. Novelar, a veces, tiene sus riesgos, pero el de la Fazekas ya es de traca: por hacer más misterioso un caso que ya es lo suficiente per se, se ha presentado a Fazekas de, poco más y poco menos, bruja del bosque. Nada más lejos de la realidad: Fazekas llevaba toda la vida viviendo en Nagýrev. Susi y ella eran, de hecho, la misma persona.


Defunciones de Gyula Fazekas (1928) y su mujer Zsuzsanna Oláh (1929)
No es difícil seguir el rastro de los habitantes de un pueblo pequeño. Tal y como nos muestra el registro civil de Nagýrev, Zsuzsanna Oláh se suicidó el 19 de julio de 1929 en la casa que, hasta su muerte el 30 de octubre de 1928, había compartido con su esposo Gyula Fazekas. Zsuzanna Oláh ha adoptado en algunos de los relatos de su macabra historia, por tanto, el nombre y apellido de su esposo. En realidad se llamaba Zsuzanna Oláh, hija de Zsuzanna Sebestyen e István Oláh y tenía 64 años en la fecha de su suicidio.
Echando abajo la versión de los soldados amantes
Lo hizo el historiador Belá Bódo en 2002, año en el que publicó su obra Tiszazug: A Social History of a Murder Epidemic. Investigación mediante, apunta a una historia aún más macabra que aquella que decía que las mujeres de Nagýrev habían decidido matar a sus maridos por haber encontrado amantes en la primera contienda mundial. Bódo afirma que ya hubo muertes por arsénico en una fecha tan temprana como 1911 y que, según la creencia popular en la zona, el recurrir al veneno para deshacerse de los familiares incómodos era algo que llevaba haciéndose en toda la región de Tiszazung durante generaciones. ¿Las razones? La extrema pobreza de la región hacía que fuera harto difícil cuidar a los ancianos o a los jóvenes débiles que no podían aportar nada a la economía familiar. Aunque de todo había, claro: una de las acusadas, Maria Szendi, convirtió para algunas versiones los asesinatos de Nagýrev en toda una revolución feminista. Afirmó haber matado a su marido porque siempre quería tener el control. Es terrible la forma en que los hombres siempre quieren todo el poder.
***
Los sucesos de Nagyrév a principios de siglo no hacen más que demostrar que la realidad, a veces, supera a la ficción, incluso cuando la segunda haya partido de la primera. La exagerada costumbre a la muerte -no es raro encontrar, en el registro civil de Nagyrév, defunciones de bebés recién nacidos, de madres recién paridas, de muchachos carcomidos por la tisis y, sobre todo, a partir de 1915, de jóvenes que se llevó la guerra- y la miseria extrema fueron las causantes de lo que hoy sólo nos parecería una película de terror… y de una violencia, incluso, exagerada. Profundizar en la tragedia, en este caso, la hace más grande: nunca podrá dejar de sorprendernos, nunca, todo de lo que es capaz el ser humano.
