Más del 85% de las mujeres – y más de 300 millones de personas en el mundo – toman pastillas anticonceptivas, por lo menos durante 5 años de su vida. Sin embargo, para muchas implica un gran riesgo de desarrollar depresión.
Aunque su uso principal es para prevenir embarazos, muchas personas también utilizan los anticonceptivos hormonales para controlar diferentes condiciones relacionadas con la menstruación. Desde cólicos o acné, hasta cambios de humor, síndrome de ovario poliquístico, u otros. Las hormonas que se modifican con el uso de los anticonceptivos, como los estrógenos y la progesterona, son cruciales para la salud del cerebro. Entonces, ¿Qué impacto tienen las pastillas en la salud mental?
La psicóloga Natalie C. Tronson, investigadora y profesora de la Universidad de Michigan, se encarga de estudiar la neurociencia detrás del estrés y las emociones. También se enfoca en analizar las diferencias de género en la resiliencia y vulnerabilidad que conllevan los trastornos mentales. En su reciente publicación comparte la importancia de entender los efectos de los anticonceptivos en el estado de ánimo, porque así se podría predecir quiénes pueden experimentar efectos positivos o negativos de las pastillas.
¿Cómo funcionan los anticonceptivos?
Por lo menos en EE.UU. y otros países occidentales, la forma más común de un anticonceptivo es la pastilla. Esta es una combinación de estrógeno y progesterona sintéticos, hormonas clave para los ciclos menstruales, ovulatorios y los embarazos – regulan su funcionamiento adecuado. El estrógeno coordina la liberación programada de otras hormonas, y la progesterona mantiene el embarazo.
Esto puede parecer contradictorio, ¿por qué las hormonas naturales, necesarias para el embarazo, también se pueden usar para impedirlo? ¿Y por qué tomar una hormona reduce los niveles de esta misma?
Cuando el estrógeno y la progesterona alcanzan un umbral determinado, el cuerpo disminuye su producción. Imagen de Dharani Kalidasan.
Los ciclos hormonales están estrictamente controlados por las mismas hormonas: cuando los niveles de progesterona aumentan, se activan procesos en las células que detienen la producción de más progesterona. A esto se le llama bucle de retroalimentación negativa.
El estrógeno y la progesterona de la pastilla diaria, así como otras formas comunes de anticonceptivos como implantes o anillos vaginales, hacen que el cuerpo disminuya la producción de estas mismas hormonas. Esto las reduce a niveles fuera de la ventana fértil del ciclo, lo cual altera los procesos necesarios para la ovulación, embarazo y menstruación.
Los efectos de los anticonceptivos en el cerebro
Los anticonceptivos hormonales afectan más que los procesos de la menstruación o el embarazo. El hipotálamo, una región del cerebro encargada de mantener un equilibrio de funciones, regula la sincronización de los niveles hormonales de los ovarios.
Aunque se llaman “hormonas ováricas”, los receptores de estrógeno y progesterona también están presentes en todo el cerebro. Estas hormonas tienen amplios efectos sobre las neuronas y los procesos celulares que no tienen nada que ver con la reproducción. Por ejemplo, el estrógeno interviene en los procesos que controlan la formación de la memoria y protegen el cerebro contra diferentes daños. La progesterona ayuda a regular las emociones.
Al cambiar los niveles de estas hormonas en el cerebro y el cuerpo, los anticonceptivos modulan el estado de ánimo; para bien y para mal.
La interacción de los anticonceptivos con el estrés
El estrógeno y la progesterona también regulan la respuesta al estrés, es decir, la reacción de “lucha o huida” del cuerpo ante amenazas físicas o psicológicas.
La principal hormona involucrada en esta reacción de alarma es el cortisol, una hormona metabólica que aumenta en estas situaciones. Este aumento de hormonas se traduce como una mayor movilización de energía, que proviene de las reservas de grasa.
La interacción entre los sistemas de estrés y el sistema reproductivo también es un vínculo esencial entre el estado de ánimo y los anticonceptivos hormonales: la regulación energética es muy importante durante el embarazo.
Entonces, ¿Qué pasa con la respuesta del estrés en alguien que toma anticonceptivos hormonales?
Cuando se exponen a un estresor, aunque sea leve, como meter el brazo en agua fría o hablar en público, las mujeres que usan anticonceptivos muestran un aumento de cortisol – en comparación con las personas que no los toman.
En conclusión
Las alteraciones en el estrés están estrechamente relacionadas con la salud anímica, por lo que un estrés crónico puede aumentar el riesgo de depresión.
No obstante, los anticonceptivos no implican un aumento de riesgo para todas las personas. Esto varía entre cada persona, y para muchas mujeres las hormonas anticonceptivas no suponen una mayor predisposición a la depresión.
Aún no se conocen las diferencias entre aquellas personas que experimentan un mayor riesgo o no. Pero los factores genéticos y las exposiciones anteriores al estrés sí aumentan el riesgo de depresión. Además, parece que condiciones similares influyen en los cambios de humor relacionados con los anticonceptivos hormonales.
Hoy en día, los anticonceptivos se recetan mediante prueba y error: si un tipo causa efectos secundarios en un paciente, se prueba otra dosis, forma de administración u otro método. Concuerdo con Tronson en que, este proceso es muy frustrante y hasta ineficiente. Muchas personas terminan dándose por vencidas en lugar de intentar otra opción. Por esto, se considera que comunicar mejor los beneficios de los anticonceptivos – más allá del control de embarazo – puede ayudar a los pacientes a tomar decisiones informadas.
Aunque hay mucha evidencia sobre los efectos adversos de los anticonceptivos, me parece interesante este punto de vista. En lo personal, estoy muy a favor de ampliar la educación sexual para informar tanto los beneficios como los efectos nocivos de los métodos que pueden prevenir embarazos. Es una decisión delicada, y aunque parece que en la actualidad sabemos muchas cosas, me sorprende cómo las investigaciones científicas siguen aportando nuevos datos. Algunos de estos hallazgos son contradictorios, otros abren espacio para más dudas. Pero, creo que toda esta información puede enriquecer la toma de decisiones.
Es crucial que la psicología siga investigando los factores que pueden aumentar el riesgo de depresión, y cómo se asocian con los métodos anticonceptivos.
Por Natalie C. Tronson, profesora de psicología en la Universidad de Michigan.
Artículo publicado en The Conversation y traducido al español para Psyciencia.
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