Lo ha vuelto a hacer. El presidente Trump ha chuleado a los expertos económicos con los célebres aranceles al comercio internacional. Al menos, a una gran mayoría de ellos que aseguraban convencidísimos que este hombre nos llevaba al abismo y al fuego eterno con estos aranceles que parecían desafiar el libre comercio, esa política sagrada para ellos que no puede ser alterada aunque haya millones de parados en el país.
Pobres economistas. Han hecho el ridículo más espantoso ante todo el mundo. Se les ha caído el trampantojo que cubre una realidad: que no saben tanto como se creen ni tienen la razón siempre. ¿Y quién ha constatado todo eso? Sí, aciertan, ese hombre de tupé inconfundible y lengua rápida y directa llamado Donald Trump. El hombre que los chulea un día sí y otro también.
Vayamos al lío, damas y caballeros. Hete aquí, que los famosos aranceles de Trump funcionan, crean empleo en las fábricas y han despertado el corazón industrial de los Estados Unidos. Y es un corazón poderoso que alimenta a la mejor economía mundial de los últimos treinta años.
Los economistas cogen sus gafas para estudiar los datos con atención mientras les entra una flojera impresionante. El tío Trump, el presi, el Comandante en Jefe, tenía razón (otra vez), y los aranceles funcionan. ¡Y cómo funcionan! Los fabricantes están ampliando los empleos a un ritmo que te caes de espaldas. Y esto sucede delante de las narices estupefactas de los economistas "expertos" y los medios que predijeron otra catástrofe económica provocada por Trump. Pues no. No sólo no ha habido catástrofe, sino que además los aranceles están funcionando de maravilla. Tanto, que dan ganas de subir otro poquito los aranceles. Porque a ver quién se resiste ante las cifras mágicas propias de un genio más que estable: el empleo en el sector manufacturero de este bendito país ha mostrado un crecimiento interanual de más de 250.000 empleados durante seis meses consecutivos. Y un dato acumulado de más de 600.000. Resulta que los aranceles están creando más empleo que los que hacen perder, en una proporción de 20 a 1. Economistas que se caen de culo, corresponsalas que se sujetan las bragas y progres que no atinan a argumentar y se les trababababa la lengua.
¡Por Dios! Que ese es el mayor y más sostenido crecimiento de empleos en manufactura desde 1998. De hecho, los Estados Unidos agregaron 32.000 empleos en manufactura sólo en octubre, para un total de 296.000 nuevos empleos en fábricas desde octubre de 2017. ¡Para celebrarlo a lo grande! En general, según la Oficina de Estadísticas Laborales, que de esto se las pinta solas para desglosar datos, el empleo en manufactura en el país ahora se sitúa en casi 12 millones ochocientos mil trabajadores.
OK. No son los aproximadamente 17 millones de empleos que había en el sector a principios de la década de los 90. Pero hay que comprender que han estado fastidiando la economía unos cuantos presidentes y políticos calzonazos desde entonces. Tenga en cuenta la sangría de más de 5 millones de empleos perdidos entre los años 2000 y 2010. Entre ellos, los 3 millones cuatrocientos mil empleos perdidos directamente por el colosal déficit con China, que otros presidentes dejaron crecer y crecer, como si no fuera con ellos el tema. Y entre estos empleos, 2 millones seiscientos mil correspondían directamente al sector manufacturero. Ante esa estadística, encontramos el crecimiento interanual de estos empleos en el 2,4% en los últimos ocho meses y un crecimiento de la producción industrial del 4.1 desde principios de año hasta octubre. Con Trump en el Despacho Oval pilotando este país como hay que hacerlo: con inteligencia, valor, determinación, seriedad, trabajo duro, experiencia, habilidad... O sea, con un par de cojones bien puestos ante economistas idiotas y medios palanganeros para periodistas que enjuagan su miseria ideológica progre.
Lo bueno, buenísimo, de los datos de Trump en creación de empleo a nivel manufacturero, es que tienen una amplia base en toda la industria nacional. Lo cual quiere decir que está fortaleciendo el corazón industrial de los Estados Unidos de forma sólida y transversal.
Para más vergüenza de los economistas que trataban de crucificar a Trump, vemos los datos de dos subsectores muy importantes que utilizan metales: los productos metálicos fabricados y la fabricación de maquinaria, que han crecido más de un 4% durante el año pasado. De hecho, el crecimiento de los empleos en ambos está incluso superando los empleos agregados por los fabricantes de acero y aluminio, que fueron, en principio, el foco de las acciones arancelarias más importantes del presidente Trump.
Vamos a ver, es que el tío Trump hasta en esto está chuleando a los economistas, ampliando el efecto positivo de sus amados aranceles. El éxito de estos sectores que utilizan metales demuestra que esos economistas (yo, en el lugar de las universidades que los dieron los títulos, se los retiraba) y los medios de comunicación dominantes, que son todos progres y mentirosos como una mala puta o una vecina chismosa, no han comprendido cómo funciona una economía moderna, y lo que es más grave, no han comprendido el alcance real de los aranceles y medidas económicas de Trump. ¿Por qué? Porque están encerrados en su capullo seguro donde sus verdades son teóricas e inmutables. Y falsas.
Ya sé que quieren reírse otro poco más de los "especialistas" críticos con Trump. Y yo, que soy un cachondo a quien me encanta patearles el ojete, comparto otro dato que los pone en ridículo: dicen los críticos de los aranceles de Trump que provocan aumentos de precios de los productos arancelarios que perjudican a las compañías "intermedias" en las industrias que utilizan metales que tienen que comprar acero crudo y aluminio. Esto se lo dicen muy serios para que cuele. Pues no. Resulta que estas mismas industrias están prosperando y contratando trabajadores más rápidamente que las industrias del metal en sí. No dan una en el clavo. Se preguntará el inteligente lector cómo diablos está pasando todo esto. Pues mire, porque los aumentos de precios están pasando a través de la cadena de suministro. Y al final de la cadena, los consumidores están comprando los productos porque sus ingresos están aumentando debido a que hay más empleo, más ingresos y más crecimiento económico general. ¿Y quién ha provocado esta maravilla? El tío Trump, el presidente, que ha puesto de relieve cómo funciona el sistema cuando tomas las medidas oportunas. En una economía en crecimiento, los consumidores que se sienten seguros sobre el futuro simplemente pagan los aumentos de precios. Y aquí no pasa nada. Se sigue creciendo y creando riqueza.
Es la diferencia que va de unos economistas apocados a un presidente con redaños y visión de futuro que al reducir los impuestos y embarcarse en una tremenda desregulación, ha dado a la economía el impulso que necesitaba. Estos detalles de un buen gobierno, al no sangrar a los ciudadanos con impuestos, están ayudando a aumentar los ingresos de los consumidores. Al mismo tiempo, los aranceles están estimulando la fabricación nacional en los Estados Unidos. Así que todos los indicadores que cuentan están subiendo con alegría. No es casualidad que las fábricas se renueven y que inviertan. Ahí tenemos, por ejemplo, el caso de Steel Dynamics esta pasada semana, que anunció la construcción de una nueva fábrica de acero en el suroeste del país que creará más de 600 empleos muy bien pagados.
Los aranceles de Trump funcionan para brindar un impulso a la economía de dos maneras: primero, hacen que los productos extranjeros sean más caros, lo que traslada la demanda a productos fabricados en Estados Unidos. Y segundo, le dan a la industria una necesaria confianza en el futuro. De hecho, los CEOs industriales que compran acero y aluminio todos los días informan que se sienten mejor con el mercado actual que en muchos años. Lógico. Normal. ¿Quiere saber la razón? Se la he dicho, pero se la repito: el tío Trump y sus aranceles.
No todo es perfecto en el paraíso. La amenaza puede venir de la política de la Reserva Federal y las tasas de interés. Algo que escapa al control del presidente. No podemos permitir que el dólar esté sobrevalorado porque eso abarata las importaciones y perjudica todos los beneficios logrados con esta política económica. De ahí que el presidente Trump le dé alguna colleja verbal que otra al presidente de la FED. Todo con buen rollo, por supuesto.
La política de Trump es buena para los Estados Unidos, y también para el mundo. Porque al tener una política económica y comercial más inteligente, se consigue que la economía crezca más rápido y más solida, lo cual permite que el país también importe y compre más en el extranjero, no menos. Todos ganamos. Trump ha recuperado la política que hizo de este país el más rico y a su población la más acomodada. Y también la que permitió crecer al resto del mundo con su efecto de arrastre.
Por eso la conclusión es clara: los aranceles del tío Trump funcionan. El presidente se apunta otro éxito indiscutible.