Revista Arte
Corríamos detrás de la pelota por el mero placer de hacerlo. Queríamos volver a sentir la suave caricia del aire sobre nuestro rostro. Sí, éramos unos atrapasueños que necesitaban volver a sentirse libres a través del alimento inmaterial que sólo la locura proporciona a las metas imposibles. «¡Sois unos irresponsables!», nos gritaban, como si fuéramos unos ingenuos inconscientes que estaban poniendo sus vidas en peligro por nada. Pero a nosotros nos daba igual, porque el anhelo irrefrenable por volver a revivir un sueño era más fuerte que la sensación de amenaza que tanto nos recordaban los demás. Nos dimos la mano al terminar el partido, por mucho que él fuera un soldado israelí y yo un soldado palestino enfrentados en el campo de batalla que, durante el tiempo que duró nuestro encuentro, convertimos en un campo de fútbol en el que dos antiguos amigos habían materializado un deseo.Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel.
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