Revista Infancia

Los bebés inspiran ternura como un instinto de conservación

Por Pequelia @pequelia

Los bebés inspiran ternura como un instinto de conservación

No es casualidad que los adultos se sientan enternecidos cada vez que ven a un bebé o a un niño pequeño, sus ojos grandes, sus manos pequeños, sus sonrisas o gestos son capaces de derretir a cualquiera, y lo cierto es que la naturaleza ha querido hacer que eso sea precisamente así. Un grupo de investigadores de Alemania, Italia, Estados Unidos y Japón han demostrado que la ternura que inspiran los bebés es en realidad instinto de conservación.

Para el estudio se utilizaron escáneres para poder registrar toda la actividad cerebral que manifestaran un grupo de siete hombres y de nueve mujeres mientras se les mostraban los rostros de bebés y de adultos, además de fotos de perritos y de gatitos bebé y caras de gatos y de perros adultos, para poder analizar de forma concreta cuáles son los estímulos y las sensaciones de los individuos en cada caso.

Las sesiones demostraron que son las caras de los bebés las que provocaban una mayor actividad en ciertas regiones cerebrales específicas, que cualquier otra de las imágenes utilizadas en el experimento. Los resultados se han publicado en la revista “NeuroImage”, y lo llamativo es que las áreas cerebrales estimuladas por los rostros infantiles incluían la corteza premotora y la motriz suplementaria, las cuales tienen que ver con los procesos de planificación del habla y del movimiento, además del giro fusiforme que se involucra en el reconocimiento facial. También se notaron cambios en las cortezas insular y cingulada, que participan en todos los procesos de activación emocional, con la vinculación, la empatía y la recompensa.

Los resultados se compararon con otro estudio similar realizado un tiempo atrás en el que se encontraron patrones parecidos en padres que veían las caras de sus propios bebés, al parecer esto se aplica a todos los adultos con todos los infantes (hablando en rasgos generales) y eso se debe a que el niño debe llamar toda la atención posible y despertar la mayor ternura para ser atendido y protegido en ese momento de su vida en el que es completamente indefenso por si mismo, por lo que solo no podría sobrevivir de ninguna manera.

La realidad es que ese impulso de cuidado o la ternura inspirada por los bebés no tienen lugar en los cerebros de todas las personas, como bien sabemos siempre hay excepsiones, y así entonces encontramos adultos a los que no les gustan los bebés, o peor, que pueden generar violencia o abuso en contra de ellos. Marc Bornstein, el principal autor del estudio, explicó:

“Es igual de importante averiguar qué ocurre en los cerebros de los que han descuidado o abusado de los niños”…”Estudios adicionales podrían ayudarnos a confirmar y comprender lo que parece ser un instinto de crianza en los adultos, tanto cuando el instinto funciona como cuando no”.


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