Una investigación realizada por expertos de la universidad de Iowa (Estados Unidos) concluye que los bebés que juegan con la comida, aprenden más deprisa a pronunciar las primeras palabras haciendo referencia a objetos no sólidos, y además desarrollan la curiosidad, el deseo de experimentar y explorar.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores estudiaron a un grupo de niños de 16 meses de edad, la finalidad era analizar cómo aprendían las palabras que designan a objetos no sólidos, este estudio se basa en los resultados de un estudio anterior en el que se demostraba que los niños aprendían más fácilmente sobre objetos sólidos, ya que pueden identificarlos con más facilidad debido a su tamaño y forma, en cambio productos sin forma aparente como por ejemplo la harina, les costaba mucho más.
Al estar los niños en un entorno que conocen bien, por ejemplo estar sentados en la trona para recibir la comida, se acostumbran a los objetos no sólidos porque están en contacto con la comida, dejarles comer solos y que se familiaricen con las diferentes texturas de los alimentos, sólidos, líquidos, pegajosos, etc., hace que aprendan las palabras que los describen con mayor facilidad. Así mismo facilita que diferencien, por ejemplo, lo que es leche, de otros productos.
En la investigación expusieron a un grupo de bebés a este tipo de alimentos semilíquidos, pegajosos o con formas no definidas, animándoles a jugar con la comida. En una segunda parte del estudio, se procedió a comprobar si eran capaces de identificarlos al nombrarlos. A esto hay que añadir que los expertos explican que también marca diferencias el hecho de que un niño esté sentado frente a una mesa o en una trona, en este último caso parece que los pequeños tienen una mayor predisposición a experimentar con la comida, por ello, los que se sentaron en tronas realizaron un mayor avance en el aprendizaje.
Lógicamente la curiosidad y la experimentación influyen positivamente en el aprendizaje, jugar con la comida enseña y contribuye en cierto modo al desarrollo cognitivo en el presente y en el futuro. Dados los resultados obtenidos y muy a pesar de los padres, los investigadores recomiendan que hay que permitir que los niños experimenten con la comida. Por ejemplo, cuando tiran un vaso al suelo, en realidad están recibiendo información de las acciones que realizan (relación causa/efecto).
En el desarrollo cognitivo influyen todo tipo de aspectos, en el caso de los alimentos, una sopa o un puré contribuyen a estimular su desarrollo proporcionándoles una gran cantidad de información que terminarán procesando y asimilando. El estudio es curioso, pero va a ser difícil que los padres se resistan a frenar al pequeño que quiere meter las manos en los espaguetis o en el puré y lanzar unos puñados fuera de la bandeja de la trona.
Podéis conocer todos los detalles del estudio a través de este artículo publicado en la página web de la Universidad de Iowa.
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Los bebés que juegan con la comida aprenden más deprisa