He acabado de leer “Los Borgia” de Mario Puzo, cuyo título original es “The Family”. Se trata de la historia novelada de la mencionada familia renacentista, bastante fiel a la historia y bien documentada, como he podido comprobar leyendo resúmenes de su verdadera historia en internet. Es una obra póstuma, que al morir Mario Puzo tenía prácticamente terminada y la completaron entre su compañera y un amigo historiador que le había ayudado desde que empezó a escribir la obra.
Para resumir el libro basta con declinar el verbo traicionar de la siguiente forma:
Yo te traiciono.
Tú me traicionas.
El me traiciona.
Nosotros los traicionamos.
Vosotros nos traicionáis.
Ellos nos traicionan.
Casi todos los personajes de esta historia interpretan ese verbo en todos sus tiempo y formas.
Para completar el resumen basta con añadir bastantes gotas de incesto, pocas de sodomía, muchas de todo tipo de excesos sexuales, cantidades importantes de sangre, tanto en el campo de batalla como en los palacios de los grandes señores de la aristocracia o de la Curia y sus alrededores, mucha astucia, imaginación e inteligencia a la hora de eliminar enemigos, unas pocas gotas de venenos muy sofisticados, discretos y sumamente efectivos, absolutamente ninguna diferencia, excepto las más formales y aparentes, entre miembros de la aristocracia y los de la iglesia (la familia oficial del Papa no son sus padres, tíos o sobrinos, sino sus hijos), en especial en lo que se refiere a vida pública y entretenimientos lujuriosos, venganzas terribles después de haber perdonado y dado confianza al traidor, etc. etc. etc.
Me han sorprendido dos cosas, primero, que a pesar de la fama que tiene y de los excesos de todo tipo que cometió (normales para la época aunque así y todo se pasó bastante), a Rodrigo Borgia, el Papa Alejandro VI, segundo de los tres Papas Borgia, la historia le da buena nota porque gracias a su habilidad política y la potencia de los ejércitos que logró reunir, consiguió unir y pacificar buena parte de las ciudades-estado de la península itálica y encima el pueblo le quería porque además les proporcionó orden y seguridad, por supuesto a base de cortarles siempre algo a los delincuentes.
Segundo, la mentalidad de los personajes, en los aspectos más íntimos y en lo que se refiere al ámbito de la religión. Racionalizaban su comportamiento a tal extremo que acababan considerando que cometían sus pecados a mayor gloria de Dios. Incluso en el caso de algún coito incestual, al llegar al orgasmo entienden que su inmenso placer es una forma de bendición divina.
Es una época apasionante, que produjo grandes genios de la política y del arte, especialmente en Italia, y cuya historia es fantástica vista desde el siglo XXI, pero no estoy tan seguro de que haberla vivido hubiese sido una maravilla, a menos que gusten las emociones fuertes, porque si uno era siervo, aunque formase parte de la incipiente burguesía, era tratado como un juguete en manos de aristócratas, tanto si eran “civiles” como eclesiásticos, juguete con el que podían hacer lo que quisiesen, y en cualquier conflicto o intercambio de cromos entre príncipes, reyes o cardenales cualquier grupo de siervos podía resultar arruinado, saqueado o muerto sin enterarse hasta que les tocaba el turno. Por otro lado, si uno tenía la suerte de formar parte de la mencionada aristocracia no se podía relajar ni en la cama, debía vigilar constantemente lo que comía o bebía, no exactamente porque estuviese a dieta, tener las espaldas bien cubiertas y además estar siempre muy atento a quien se acercase por detrás, en una época en que tengo entendido que los retrovisores no se habían inventado todavía.
Muy recomendable.