Revista Cultura y Ocio

Los caracteres o Las costumbres de este siglo de Jean de La Bruyère en la revista Encuentros de lecturas

Publicado el 02 enero 2014 por Hermidaeditores
Hoy se hacen eco de la publicación del libro Los caracteres o Las costumbres de este siglo de Jean de La Bruyère en la revista literaria Encuentros de lecturas
Enlace al artículo en la revista: http://goo.gl/MliWRS

La Bruyère. Los caracteres

Los caracteres o Las costumbres de este siglo de Jean de La Bruyère en la revista Encuentros de lecturasJean de La Bruyère.Los caracteres.Traducción de Consuelo Berges.Hermida Editores. Madrid, 2013.Enlace al ebook: http://goo.gl/VCe9UvEnlace al libro: http://goo.gl/W2d5bUEnlace en la editorial: http://goo.gl/lb5c5z
Si no gustan estos Caracteres, me sorprende, y si gustan, me sorprende también,
escribe La Bruyère en la anotación que cierra el apartado De los incrédulos y el volumen Los caracteres, que Hermida Editores publica por primera vez íntegro en español con una traducción de Consuelo Berges que nunca se había editado completa.


A mitad de camino entre la condición narrativa del retrato y la capacidad analítica del ensayo, esta es una de esas pocas obras por las que no pasa el tiempo, porque la mirada del moralista lúcido que fue La Bruyère proyecta su pesimismo desengañado de hombre barroco sobre una serie de prototipos intemporales. 
El hipócrita y el ambicioso, el adulador y el fanfarrón son algunos de los componentes de un fresco que La Bruyère, admirador de Montaigne y espectador atento del teatro del mundo, construyó en dieciséis capítulos que componen un laberíntico juego de espejos en los que se refleja la sociedad francesa del XVII, pero que más allá de eso contiene en sus páginas el mundo.

Fue un moralista con voluntad de estilo que evita la sentencia lapidaria y la máxima concisa y sin matices y prefiere el párrafo largo que permite ese despliegue estilístico con el que hizo una aportación decisiva a la configuración de la prosa literaria francesa: 
Es hacer un mal uso de la pureza y de la claridad del discurso ponerlos al servicio de una materia árida, infructuosa, sin gracia, sin utilidad, sin novedad./.../ Si se pone alguna profundidad en ciertos escritos, si se aparenta cierta finura de expresión y, a veces, una excesiva delicadeza, es sólo por la buena opinión que se tiene de los lectores.Santos Domínguez

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