Carolina Ríos es la cocinera detrás de uno de los más populares ceviches de langosta a la venta en el Mercado del Marisco.
Melissa Pinel 12 sep 2015 - 00:05hCarolina Ríos estará mañana domingo durante el ‘brunch’ dominical del restaurante Corvina y Caña, del hotel Marriot, cocinando y sirviendo los ceviches que diariamente preprara en el Mercado de Mariscos .Los pómulos de Carolina Ríos, cuando se ríe, se apoderan de toda su cara. Pronto sus ojos quedan relegados a tan son solo dos rayitas en el rostro y aquellos cachetes, ahora con un tinte carmesí, la iluminan toda.Después de llevar más de 15 años refugiada detrás de la seguridad que ofrece estar dentro de una cocina, una parte de ella jamás se imaginó un momento como este: una mañana a mitad de semana, antes del movimiento de clientes que caracteriza la hora del almuerzo, ofreciendo entrevistas y siendo el objeto de fotografías. La sobrecoge ese tipo de pena que aflige a la gente humilde.Son las 10:00 a.m y Carolina, sentada como una comensal más, no puede evitar la incredulidad que se le escapa en la voz cuando habla. Cerca, una música de salsa vieja marca el ánimo de un mercado que lleva horas despierto, pero al que los clientes apenas están empezando a llegar. Es una música suave que sin dejar de ser melancólica logra animar la jornada.Este escenario ha formado parte de la vida de Carolina desde antes de que empezara a dedicarse a hacer ceviches. Desde niña solía acompañar a su padre, que trabaja allí, y se le escapa una risa alta cuando recuerda que desde aquellos tiempos algo tenía de emprendedora: pedía “prestados” cartuchos de basura, para aventurarse al antiguo Terraplén a venderlos.
Expandir ImagenLos ceviches de CarolinaCeviche La Solución y para ella un segundo padre, le ofreció la oportunidad de trabajar con él los fines de semana a cambio de que no dejara la escuela. Comenzó exprimiendo limones y picando cebolla hasta que ahora, más de 15 años después, pasaron de ser una dupleta a tener un equipo de 10 personas.Estar detrás de uno de los ceviches más buscados del mercado, en especial aquel preciado ceviche de langosta que tanto buscan los visitantes antes de sus visitas a las playas panameñas, no es tarea fácil. Diariamente pelan entre 10 y 12 sacos de cebolla de 50 libras cada uno, cortan y exprimen unos 4 mil limones y compran, en el Muelle Fiscal, casi 800 libras de materia prima entre pescado, camarón, pulpo, langosta, calamar y concha negra.Hacer ceviche -explica tímida, pero dejando entrever que las cosas bien hechas la enorgullecen- es un arte. “El secreto de un buen ceviche es una buena preparación y, aparte, el amor que se le pone al arte que uno ama”, cuenta. A ese amor se le suman cebolla, limón, ají chombo y sal al gusto para lograr el clásico sabor de un ceviche panameño: ni muy ácido ni muy picante. Un tentempié al que en ocasiones al plato principal no le queda más remedio que cederle su lugar.Algunos de los primeros clientes del día se acercan y Carolina, ya detrás del mostrador, seguramente con los cachetes adoloridos de tantas sonrisas nerviosas, suelta un cariñoso “Dígame mi amor, ¿en qué le puedo ayudar?” Da gusto escucharla.La oportunidad de mostrar su talentoExpandir ImagenLos ceviches de CarolinaJosé Ricaurte, chef ejecutivo del hotel Marriot Panamá, quien llegó a presentarle una oportunidad que no sabía que quería pero que, ahora lo sabe, anhelaba en secreto.El chef llegó, acompañado de cámaras, a invitarla a ser el primer talento culinario para participar de Talento Brunch, un programa de responsabilidad social empresarial del hotel Marriot Panamá.La iniciativa -ideada con la intención de brindar apoyo al talento culinario autóctono del país- permitió que Carolina recibiera un entrenamiento sobre el manejo de alimentos, sanidad y técnicas de presentación culinaria, y la oportunidad única de salir del anonimato y estar, cara a cara, con los comensales que mañana visiten el brunch dominical del restaurante Corvina y Caña del hotel Marriot, donde estará preparando y sirviendo sus ya conocidos ceviches.Hay una parte de ella que, esperanzada y temerosa, aún no sabe cómo se sentirá frente al público luego de cambiar la privacidad de su cocina en el Mercado del Marisco por un salón lleno de ojos expectantes. Pero lo que sí sabe, y sabe hacer muy bien, es preparar ceviche. Y de eso no hay duda.“Llegó la suerte, llegó la suerte, no la dejes pasar”, vocifera un vendedor de lotería en la cercanía. Se acerca el almuerzo y mientras Carolina sirve un ceviche más, como si las largas horas de trabajo no pesaran, algo queda irremediablemente claro: ella no es de las que deja su futuro en manos de la suerte.