Revista Cocina

Los clientes y las historias

Por Lagastroredactora @lauraelenavivas

Crónicas de una camarera

Si hay un lugar en el que conoces historias es detrás de una barra.

Los clientes y las historias

Amelie Poulain atendiendo en la barra

Tienes tanto material como clientes atendidos. Conoces vidas que solo con escuchar un poco, compruebas que dan para una película. Con otras, es cuestión de agregarle un poquito de imaginación para convertirlas en un relato.

Con frecuencia no hace falta aguzar el oído para enterarte, los clientes se sientan en la barra y se liberan un poco de sí mismos contándote sus vidas.

Y entonces nos convertimos en escuchas de soledades.

Acompañamos tristezas.

Aguantamos depresiones tapizadas con gin-tonics y alcoholismos no reconocidos.

También hay una parte divertida. Los que preguntan cosas absurdas y te regalan una anécdota para contar, como el chico apurado que entra agitado a preguntar si tienes cabina de teléfono (¿?), la chica que inquiere si las croquetas llevan bechamel (esta no es mía, me la contó un camarero un día que yo era la clienta que cuenta sus historias) o el hombre que llega y pide un café solo del tiempo, hecho con la cafetera que calienta el agua automáticamente para poder producir el café.

Están las ocasiones con anécdotas curiosas, como las amigas que se sientan apoyadas en la barra, cerveza en mano, a contarse sus vidas y una se entera de pormenores e intimidades que ni te imaginas. El chico que cuenta los problemas que tiene con su mujer y conoces otra versión de las cosas porque ella también es clienta y también la has escuchado sin querer (o queriendo).

El señor mayor solitario que después de oírte el acento caribeño te echa los tejos con la esperanza del estereotipo  y de que haya tema. O el otro señor mayor que tiene ganas de contar sus batallas de juventud y al sentirse escuchado con verdadero interés -a mí es que me encantan las historias entretenidas- se viene arriba y te confiesa golferías y algunos secretos que ni a su familia.

El hombre que una noche tiene ganas de conversar y se acomoda en la barra para conseguir charla. No hay dobles intenciones, solo deseos de compartir impresiones sobre música, preguntar por la vida de una y el país de donde se viene y airearse un rato fuera de las cuatro paredes de casa.

Y a mí que no me cuesta imaginar historias se me activa enseguida la cabeza ideando personajes como ellos.

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Amelie Poulain de camarera

Y pensando en mi trabajo como camarera -y mira que no me gusta por lo mal que llevo sus horarios- me doy cuenta de que es anónimo pero en el fondo importante, como muchos otros…

Anónimo porque nadie le da importancia hasta que lo haces mal.

Importante porque aunque no está escrito, una de las funciones del puesto con frecuencia es la de confesor sin absolver pecados, la de psicólogo sin cobrar por sesión, la de coach sin estar de moda, la de segurata para ponerlos firmes de vez en cuando o mandarlos a su casa si se están pasando de la raya. La literal o la metafórica.

Y aunque te causen unas cuantas molestias a veces o te conmuevan  o te emocionen en otras, lo importante de todo esto es que los clientes y sus historias te sirven para escribir posts con historias de clientes y sus historias.

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