Desde tiempos inmemoriales empleamos una conocida frase para describir la tristeza fingida, y decimos de alguien que llora “lágrimas de cocodrilo”. Posiblemente la mención escrita más antigua de esta frase sea la de Bartholomeus Anglicus, un escolástico franciscano inglés del s.XIII que además de ostentar numerosos cargos políticos como representante de la Iglesia Católica por diferentes lugares de Europa: Austria, Bohemia, Polonia donde permaneció hasta la segunda invasión mongola (1259) y Sajonia. Escribió una notable y exitosa enciclopedia de 19 libros, “De propietatibus rerum” en uno de los libros dedicados a la historia natural escribía que el cocodrilo, tras matar una persona, lloraba sobre el cuerpo de su presa recién cazada.El dicho tiene más que ver con el folclore, y no se corresponde con la observación de un naturalista porque los cocodrilos realmente no lloran, aunque es cierto que secretan pequeñas cantidades de un fluido rico en proteínas para lubricar sus ojos, pero no lloran. Diferentes vertebrados de vida acuática para regular sus balances hídrico y salino, además de los riñones, utilizan glándulas salinas. Los cocodrilos (orden Crocodilia) las tienen detrás de la lengua y cuando están en ambientes salinos las utilizan para secretar sal, por tanto estas glándulas participan activamente en la importante función fisiológica de la osmorregulación soltando la sal sobrante sin perder mucha agua en el proceso, actúan por transporte activo mediante la bomba de sodio-potasio. Otro buen ejemplo es el de las iguanas marinas de las islas Galápagos que las tienen en la nariz. Sin embargo, y aquí viene lo interesante, las glándulas salinas de las aves, serpientes y tortugas marinas son glándulas lacrimales especiales. Así que, desde el punto de vista biológico, las lágrimas de cocodrilo las sueltan aves, serpientes y las tortugas marinas, no los cocodrilos.
Un saludo
Referencia:
Crocodile Tears. By Don Glass, posted April 4, 2006
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