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Antiguas tradiciones, antiguas creencias que se convertían en verdaderas historias ancestrales.
La lluvia de Nochevieja se convertía en gotas de color cayendo sobre el asfalto, que con el paso de los segundos iba tomando el parecido de una paleta de pintor; la paleta de Dios, según Elvira.
Así pensaba Luisa cuando veía llover en Nochevieja. Así pensaba la abuela Elvira cuando veía llover tras la ventana de su hogar con la niña Luisa sobre sus rodillas Así pensaban todos los familiares de la niña Elvira cuando veían llover en Nochevieja tras las ventanas de sus hogares.
Todo el mundo en la familia de Luisa sacaba su lienzo y pintaba un cuadro si llovía la noche de Nochevieja estampando en él los colores que ella les evocaba. La llamada “Noche del color”, “La lluvia vieja”: Es la noche en la que muda el paisaje, la noche que promete brillo, alegría y color en el nuevo año.
“Nochevieja de color; año nuevo de esplendor de corazón”
“Pocas veces ha llovido en Nochevieja”, pensaba Luisa. “Pero siempre que lo ha hecho el año nuevo a comenzado como un espléndido regalo. El sonido de la lluvia en un día como hoy es inconfundible”.
Luisa sacó su caballete, sus colores pastel y un lienzo y comenzó a pintar el cuadro que representaría la “Noche del color 2.012”.
Luisa no exponía sus cuadros aunque todos sus amigos se lo habían aconsejado. El primero lo había pintado con tres años y lo guardaba con mucho cariño. Ella los guardaba en la memoria, guardaba cada trazo en ella e iba a seguir siendo así.
Para Luisa y su abuela la “lluvia vieja” traía colores y auguraba buenos presagios para el nuevo año, pues pintaba los paisajes urbanos de gala, todo resplandecía con colores nuevos: los fríos cristales de los toscos edificios, los fríos y flexibles zapatos de la gente, los largos y acampanados paraguas, los rugosos troncos de los árboles y sus copas irregulares, las farolas son su figura metálica y espigada, los resbaladizos bancos metálicos de los parques, etc…
Tanto Luisa como su abuela eran ciegas de nacimiento y regalaban colores a su imaginación descritos a su manera. Les resultaba divertido imaginar objetos de colores inauditos para el resto, así pues, veían amarillas y fulgurantes las copas de los árboles del parque y verdes opacas las luces de las farolas, visualizaban azul brillante la fachada de su casa y naranja el coche que aparcaba abajo el vecino.
Visualizaban la lluvia coloreada cayendo vestida de mil colores y todos ellos vertiéndose sobre todo y sobre todos. Era una imagen única que sucedía muy pocas veces en la vida, sólo cuando allí arriba consideraban que había que enjuagar a las ciudades y a sus habitantes de la suciedad gris de todo un año desgastado y hacer al nuevo resplandecer como el arco iris.