El día despertó más temprano que ayer, como más temprano llegaba la señora oscuridad. Pronto llegaba en las tardes y pronto se iba en las mañanas.
El día despertó presto a emprender la pasmosa cotidianidad, antes de recordar que le pesaban las anquilosadas manos. Presto a emprender faena antes de descubrir el despropósito en la acción.
El viento le soplaba sigilosamente al oído sus encantos de aire álgido, adentrándose en su ser y encrespándole la piel. El viento le traía mensajes de allende, grabados en remolinos de imágenes dando volteretas en el aire, contando primicias indeseadas. El día no tendría más que resignarse a las primicias tempraneras.
En cambio, los árboles siempre aplaudiendo al viento cuando pasaba, con afecto y alegría, sin saber que tanta algarabía pronto terminaría. Los árboles le aplaudían llenos de rojos intensos, de violetas esbeltas y los más exaltados eran los amarillos infinitos acurrucados a los marrones de carnaval. El día los observaba en su danza de tonalidades y acallaba el destino que pronto el viento les impondría acabando con la fiesta de los colores de otoño y con toda emoción.

Los Colores de Otoño
