Revista Historia

LOS COWANS. LOS MASONES SIN LA PALABRA (1ª Entrega)

Por Vguerra

LOS COWANS. LOS MASONES SIN LA PALABRA (1ª Entrega)LOS COWANS. LOS MASONES SIN LA PALABRA (1ª Entrega)Por lo general tenemos bastante idealizado el mundo gremial de la cantería y todo lo que tenga que ver con ella y por extensión con aquello que se ha venido llamando la masonería nucleando en la misma palabra los gremios profesionales y sus reglamentos y la acción de aquellos otros coaligados en logias se denominan logias especulativas, que tomaron prestado símbolos y herramientas. Pues bien, en ese cerrado mundo canteril se daban una serie de marginalizaciones que traspasaron esa barrera para instalarse en el seno de la ritualidad masónica especulativa.

Dentro de la gran fraternidad que es la francmasonería, y cuyos inicios podemos situar en 1717, entre cuyos objetivos que recoge el documento funcional, las Constituciones de Anderson, indican que esta «se convertirá en un centro de unidad, y es el medio de establecer relaciones amistosas entre gentes que, fuera de ella, hubieran permanecido separados entre sí».Sin embargo, a lo largo de su historia va a mantener a una serie de personas y colectivos fuera de sus linderos, y uno de estos fueron los llamados «cowans», cuestión que deviene de las primeras épocas del sistema operativo, y ante el temor a la intrusión, no solo se les segregó, sino que para impedir su entrada en otros gremios se impuso ante la puerta de las logias, los «Tyler».Por cuyo motivo cabe preguntarse acerca de ¿quiénes eran estos marginados profesionales ligados al mundo de la piedra?En términos generales podemos decir que eran albañiles, a los cuales no veremos integrados en las urbes y en las potentes organizaciones gremiales ligadas a la piedra, como eran las guildas, gremios, cofradías y Corporaciones, estas organizaciones aglutinaban a los albañiles-canteros vinculados al mundo rural, en cuyo seno se les verá levantando los muros de piedra que dividían las tierras de los lugareños, su quehacer era levantar muros de un 1 a 1,5 mts., los cuales apenas si llevaban mortero y menos conpolvo de caliza.Como tales profesionales insertos en el mundo rural, eran unos auténticos especialistas en el corte de la piedra en tanto que sabían cortar esta por sus líneas de fisura, y escuadrarlas las distintas caras para con ellas dar forma al muro, en un intrincado emparejamiento, y de cuyo arte podemos rastrear su presencia a largo de muchas culturas.Es cierto que el mundo rural, al menos en la antigüedad los agricultores y ganaderos en mayor o menor medida sabían levantar de forma ruda dichos muros, aunque eso nos les quitó de participar, como es óbice, del levantamiento de cabañas y majadas a lo largo del territorio rural inglés.Esta labor de construir y mantener dichos cierres correspondía pues a estos albañiles rurales y a otros por el estilo calificados comos amuralladores, los cuales se encargaban de esta labor como tales cow-men[…] aunque su labor también estaba reglamentada como se recoge en 1636 en Canongate, por cuyos estatutos, conocemos que se les permitía usar arcilla como mortero, pero no podían utilizar la cal, cuestión que además viene refutada por un mandato anterior fechado en Glasgow 1623, por el que se autoriza al cowan John Sheldden, a construir muros con mortero de arcilla, pero sin cal y arena, con la condición de que dicho muro solo podría tener un metro de altura.Lo extraño o tal vez más asintomático, es el hecho por el cual estos trabajadores terminaron con el calificativo de eavesdroppers. (espías tal vez la palabra idea sería "intrusos", ya que no se trataba de espira a nadie  en las logias, sino de un posible intrusismo profesional.Es evidente que estos condenados cowan, estaban más o menos a cierta distancia en cuanto a la pericia de los canteros- talladores miembros, a su vez de las orgánicas organizaciones gremiales (cofradías, guildas, corporaciones, etc.) guildas, los cuales gestionaban grandes canteras y por tanto sabían labrar los grandes bloques que previamente obtenían, y cuyo proceso hasta llegar a cimentar la culminación del edificio, fuera religioso o civil, eso precisaba de muy distintas cualificaciones y aptitudes y cualificaciones.Las técnicas fueron evolucionando por diversos efectos: sociales, políticos o religiosos, o simplemente motivados por un gran incendio, por lo cual la nueva edificabilidad precisaba de argamasa cuyos componentes esenciales estaban en la misma cantera, el polvo de caliza, técnicas que se fueron perfeccionando y fueron a su vez mantenidas en secreto por las suspicaces guildas, que intentaban, y lo lograron, como era el objetivo de mantener unidos los grupos canteriles sino lograr las pertinentes cuotas de poder en los ámbitos urbanos, en los cuales no había ni habían penetrado los famosos «cowans».Entonces cabe preguntar ¿Por qué ese rechazo de unos cerrados gremios profesionales de carácter urbano frente a unos individualizados profesionales que pululaban por el medio rural?Debemos antes precisar una cuestión sobre su presencia en los textos manuscritos en los que encontramos algunas referencias, en su mayoría de trata de textos de ascendencia escocesa, como los famosos Estatutos Shaw de 1596, que indica tal ordenamiento… «That na Maister or Falow – of – Craft ressave the paine of twentie ony cowanis to wirk in his societie or company nor send name of his servants to wirk wit cownis under pundis so often as ony persone offendis heirintill».[1]También se les definía como dry-diker, o sea un masón que no tenía la Palabra, o sea la Mason´s Word. Pero más allá de esto, poco más existe, y no nos explica esa marginalización y desencuentro entre los gremios y estos rurales canteros.Algo tuvo que ver en todo este desarrollo la llamada Peste Negra, cuya finalización conllevó una auténtica remodelación de las sociedades, en sus relaciones y en sus estructuraciones como conglomerado social y laboral, uno de esos efectos fue el manejo de la iglesia como poder institucional que se proyectó a partir de ese momento en la construcción de iglesias y catedrales, en cuyo desarrollo van a tener un papel clave los gremios y la guildas, los cuales van a resurgir con fuerza y como tal se irán conformando cada mejor encuanto a sus técnicas y sus propios desarrollos como organizaciones sociales y profesionales.Este cambio trajo consigo la construcción de grandes edificios, a los cuales se les fue adosando un edificio contiguo denominado logia, cuya faceta multifuncional sirvió tanto para dar cobijo, a las herramientas, a las reuniones del gremio, a servir de oficina para el Maestro de Obras, o realizar las comidas de los operarios a resguardo de las diferentes situaciones climatológicas, etc. Esta antesala de los trabajos reunía en su parte exterior a los trabajadores menos cualificados, estando el interior reservado para los canteros más especializados como los talladores. Dicho lugar estaba vigilado por un Tyler, que era el escalón más bajo en el seno del gremio.Unos gremios que pese a la tópica idea de libertad que tanto se prodiga en los medios historiográficos, estaba bastante limitada pues que hay que sumar su propia rigidez como estructuras jurisdicciones a los territorios, tanto es así que estos Oficios Jurados se hallabas hipotecadosen manos de los señores feudaleslo que en definitiva hacía nula la posible movilidad profesional, de hecho su libertad fue rescata de la manos de la fuerte regulación normanda que regulaba el país con puño de hierro, por la propia iglesia, que necesitaba disponer de manos de obra para el desarrollo de sus impresionante proyecto de levantar iglesias y catedrales.Esa libertad se logró, bien mediante precio o dispensas por parte de la Iglesia para disponer de tales trabajadores, de cuyo origen y desarrollo fuero deviniendo con el tiempo unos «gremios cada vez más libres» aunque eso es tambien relativo pues estaban circunscritos a las regulaciones jurisdiccionales de los propios gremios y los poderes públicos.Por tanto, ese gran proyecto eclesial hizo que en el tranquilo medio rural eclosionase el levantamiento de edificios religiosos, y como tal conllevó la contingencia del encuentro entre dos especificaciones profesionales en dicho ámbito.En ese tranquilo espacio rural se van a encontrar los miembros del gremio del Oficio de la piedra, y por otro los «cowan» que veían arribar a sus predios nuevas oportunidades de trabajo, aunque ellos nunca hubieran realizado trabajos de esa envergadura, ni tuvieran ciertas capacitaciones técnicas, pero tiempo al tiempo, estos fueron adquiriendo destrezas, lo que a su vez fue generando fricciones entre ambos sectores, perdiendo la batalla los «cowan» que se vieron confinados a los trabajos más bajos del oficio, y por tanto pese a su antigüedad dentro del mundo de la piedra, poco pudieron hacer frente a los potentes y herméticos gremios, que se cerraron en banda para hacerles un hueco dentro de su cerrado organigrama profesional, ni siquiera como aprendices.Y para ello adoptaron medidas de blindaje como fueron las palabras y los gestos de reconocimiento.Y aún cuando lograran cierto reconocimiento, en realidad este nunca este fue real, o fue fruto de una cuestión circunstancial, bien porque los gremios no les interesó determinado obra, o porque la mano de obra debía ser mucha por requerimientos del plazo de ejecución, como pasó con la reconstrucción de Londres, y todos los profesionales de la cantería fueron convocados a los trabajos, fueran canteros, cowan, o miembros de las sociedades del Compañerismo (Compagnons, Bahütte, etc.) para trabajar con los gremios establecidos en la citada reconstrucción.Además  se da una terrible paradoja, mientras los gremios del Oficio se negaron siempre a abriles las puertas a los compañeros cowan, por la otra puerta curiosamente se abrían puertas y ventanas a los gentleman para que estos formaran parte de la estructura gremial cada vez más en decadencia, por tanto, las logias se iban articulando cada vez más como núcleos de poder burgués de carácter urbano, donde poco podían hacer los famosos cowan,  que ya indico en el título del artículo no «tenían la palabra», de hecho tenemos a la logia escocesa Mother Kilwinning, que define a los cowan, «como jornaleros fuera de los gremios, y como «masones sin la Palabra».[2]Edimburgo en diciembre de 1598, mediante los Estatutos Schaw, en cuanto a la observancia por parte de todos los Maestros de Obras y Vigilantes Generales del Oficio, artículo 15 este expresaba que «Ningún Maestro o compañero del oficio acogerá un cowan, para trabajar con él, ni enviará a ninguno de sus ayudantes a trabajar con los cowan, bajo pena de una multa de veinte libras cada vez que alguien contravenga tal regla».[3]Incluso la Asamblea de York incide en que «Ningún maestro fabricará plantilla, escuadra o regla alguna para un aparejador o un montador de piedra sin argamasa» Hasta tal punto llegaba la férrea disciplina canteril en la cual mediaba la «jura o promesa« por parte del artesanoante una estructura reglamentariamente poco flexible, lo que nos muestra un documento de la logia Mary´s Chapel de Edimburgo, recoge que un masón de la logia tuvo que reconocer y confesar haber ofendido al gremio y al Maestro de logia al ofrecer trabajo a un cowan, teniendo este que realizar una humilde confesión, prometiendo no volver a realizarlo. En otros lugares se recogen informaciones sobre penas y condenas pecuniarias por contratar a tales cowan.Próxima entrega: Los Cowan y su presencia en las divulgaciones y ritualesVictor Guerra
[1]Que ningún Maestro ni Compañero del Oficio recibiera algún cowan para trabajar en su sociedad o compañía, ni enviara a ninguno de sus sirvientes a trabajar con los cowans.[2] Popow, Corine. James Hogg. The Founder of the Psychological Novel. Disertation.2004[3]Hurtado, Amando. Nosotros los Masones. Editorial MASONICA.2014.


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