Revista Cultura y Ocio

Los detalles.

Publicado el 25 abril 2014 por Molinos @molinos1282
Los detalles.Voy conduciendo y pensando dónde estaba hace un año. El 23 de abril de 2013, pasé la tarde en la Librería Gaztambide firmando libros. Fue una gran día  y allí estabas. Como siempre, llegaste tarde, con unos afte eight de regalo y diciéndole a todo el mundo que sabías que yo estaba atacada de los nervios. Estabas feliz, aunque no dijeras nada y mucho más nerviosa que yo. Te vi, lo sentí, nos emocionamos y no dijimos nada porque somos muy del Sr. Lobo. Este año voy camino  del hospital. Llevo a las princesas. Estás bien, no te vas a morir ni estás enferma. Te han operado porque de alguna manera absurda y que no consigo entender, has decidido que necesitas una prótesis de cadera para poder seguir haciendo “vida normal”. Lo que tú consideras vida normal con casi 70 palos: subir el Aneto una vez cada dos años, esquiar, hacer parapente, montar en bici, raquetas en la nieve, conducir 7 horas...y un millón de cosas más. Se que no es grave, se que estás bien. Dolorida y quejándote porque eres una enferma fatal, pareces un hombre en eso, pero todo ha salido perfecto. Se me escapan dos lágrimas. Me siento boba. Pienso como una adulta, como una tía razonable y me digo que estoy siendo sensiblera e idiota, que no te va a pasar nada....y luego pienso que te pasará, más pronto que tarde, te pasará lo inevitable. Conduzco y recuerdo el momento exacto en que pensé que en algún momento no estarías, dejarías de estar. Fue hace 13 años, vivía en mi casa de la calle Viriato y no lo estaba pasando bien. De hecho, lo estaba pasando tan mal que decidiste venir a “espabilarme”. Nunca has sido de consolar, eres más de espabilar. Mientras esperaba a que llegaras, pululaba y en un determinado momento  me senté en el banco -alfeizar de la enorme ventana de madera gris que daba al jardín delantero de aquella casa. Me sentía morir y entonces te ví aparecer por la calle, tranquila, caminando con tu gabardina gris y tu bolso. Llovía un poco. Apareciste por el lado derecho y te miré mientras llegabas al telefonillo del jardín. Y en ese momento, pensé “algún día no estará y no la veré nunca jamás”. Fui dolorosamente consciente de ello y lloré por una ausencia que todavía no era. Me recompuse antes de que subieras y luego discutimos por alguna majadería como mi absurda colocación de los muebles, el orden de los armarios de la cocina o mi ropa. Hoy, mientras voy al hospital soy otra vez consciente de esa ausencia que no es, que no ha llegado todavía y pienso tonterías. Pienso en quién se pondrá la horrible y viejísima bata de cuadros que usas en Los Molinos en invierno. Pienso en si seré capaz de encontrar las sábanas bajeras que se ajustan a la cama de mi cuarto en ese maravilloso armario de ropa blanco que tienes y que sólo tú entiendes. Pienso en quién hará torrijas en Semana Santa y lo que es peor la pularda rellena en Navidad. Pienso en que la nevera estará ordenada y sin tupers sorpresa. Pienso en que tendré que aprender a coser algo o llevar los dobladillos grapados. Pienso en que nadie me dirá “tú no lo sabes, pero eres guapa porque tienes un brillo especial en los ojos” (apuesto a que no te acuerdas de esto, fue un extraño momento de amor entre nosotras). Pienso en que nadie me sacará de quicio hasta hacerme llorar. Pienso que las princesas ya no tendrán a su “abu”. Pienso en que tu cuarto se quedará vacío, en la increíble cantidad de cosas que tienes guardadas y que sólo tú eres capaz de encontrar en ese caos clasificatorio en el que vives y que sólo entiendes tú. Pienso en que ya no habrá nadie que me diga con superioridad “Ja, ves como tenía razón al guardar esto en 1987”. Pienso en quién me dirá “Eso no tiene gracia”. Pienso en que ya no veré esa cara de “qué graciosita te crees y qué poquita gracia me haces”. Ni la de “eres una listilla”. Pienso en quién sacará cada Navidad las cajas de adornos con cosas guardadas desde hace 60 años, pienso que yo no seré capaz ni de encontrar esas cajas.  Pienso en que ya no podré quejarme de no ser la favorita...ni de ser la primera opción para tirar de la avioneta. Pienso en que ya no te oiré jamás decir “bueno, hoy no vas mal vestida”. Pienso en cómo lloraré a moco tendido cuando abra un cajón y haya dos millones de cajas cada una llena de botones de un determinado color. Pienso en que nadie me acariciará la cabeza y me dirá “sé que te pasa algo...no quieres contármelo pero dime que estarás bien”. Ya no seré la princesa de nadie. Pienso que Pobrehermano Mayor ya no será el favorito. Ya no habrá violetas en casa ni golosinas del Lidl escondidas para que no nos las comamos. Pienso que ya nadie hará cocido y me dirá “se que no te gusta pero a tus hermanos les encanta”. No escucharé más historias que empiecen por “Tu pobrehermano”. Todo esto son bobadas, pero yo ya sé que que las bobadas se hacen enormes y  son lo importante,  lo más importante. Son las cosas que me dolerán. No será la pena, ni la ausencia...serán esas tonterías. Pienso en quién se sentará en tu sitio en la mesa de la cocina, usará tu servilletero y se encargará de ese millón de detalles que sólo tú ves y que se que se perderán aunque intente aferrarlos. No me hagas esto y diga lo que diga Pobrehermano Mayor, aférrate a la vida. 
Y que sepas que te prohibo que vuelvas a operarte de nada, ni siquiera de un uñero.

Volver a la Portada de Logo Paperblog