Hunter S. Thompson fue exagerado, empírico y controvertido. Dejó un legado periodístico digno de admiración (Bill Cardoso fue el primero en asignarle el apellido de "periodista Gonzo") y una experiencia vital, cargada de alcohol, golpes y excesos, que merece ser contada.
Ya lo hizo Terry Gilliam con buena nota en su "Miedo y asco en Las Vegas", y ahora es Bruce Robinson, con Johnny otra vez pedo, quien lo intenta.
La pena es que ese desfase que Thompson describe en su "Diario del ron" se queda en una película demasiado amable, con mucho alcohol resbalando por todas las superficies y gargantas, y grandes momentos de humor, pero rozando el lado naif de las cosas.
A "Los diarios del ron" le falta un único elemento, pero tan definitivo que sin él cojea demasiado, y es la prosa de su autor.
No puedes esperar una historia bruta, más demencial que "Resacón en Las Vegas" pero con una base más meditada, y acabar comprendiendo de sobra por qué no ha sido clasificada para mayores de 18 años.
Frase manida, sí, pero el libro es mejor.