Revista Cultura y Ocio

Los Días Iguales y la ballena

Publicado el 10 mayo 2018 por Molinos @molinos1282
Los Días Iguales y la ballena«En 1970, en un pequeño pueblo de Estados Unidos, una enorme ballena, más grande que esta sala, apareció muerta y varada en la orilla de una de sus playas.  Los lugareños, no sabiendo cómo deshacerse de aquello,  decidieron colocar cargas de dinamita debajo. En el vídeo, disponible en YouTube, se puede ver cómo un presentador bastante parecido a Donald Trump retransmite toda la situación. Él sujeta el micrófono, detrás al fondo se ve la ballena y a una serie de obreros colocando las cargas y al resto de los lugareños contemplando el espectáculo, haciendo picnic, esperando el resultado. Mientras ves el vídeo tienes la sensación de que no es buena idea, parece molona, parece chula pero el resultado no está claro que vaya a ser el esperado. Todo transcurre según el plan de los expertos, tras colocar las cargas, los técnicos se apartaron a la distancia que ellos creyeron prudencial y con las cámaras en marcha y el presentador retransmitiendo muy emocionado procedieron a explotarla. El resultado fue que una lluvia de trozos de ballena destrozó coches, hirió a varios espectadores, acabó en las barbacoas de los que hacían picnic y los bañó a todos en sangre y restos orgánicos. Un completo despropósito.
¿Por qué hablo de esta ballena? Porque fue en lo más duro de mi depresión cuando yo vi aquel vídeo. Era agosto de 2014 y estaba en el Perigord francés con Juan y con Paloma. Estábamos alojados en el apartamento Jocelyn Baker y cada noche, al volver de recorrer la zona Juan me ponía vídeos o me contaba anécdotas para distraerme. Unos días antes del viaje yo había ido llorando a pedir el alta de mi primera baja y la víspera del viaje no había podido levantarme de la cama de miedo y ansiedad. A pesar de todo, nos fuimos de viaje y fue un buen viaje, estuve bastante bien. 
Bastante bien quiere decir que no me dolía la vida, que comía un poco y que dormía unas cuatro horas del tirón toda la noche. Pensé que me estaba curando o, mejor dicho, pensé que no estaba enferma, que ese viaje era justo lo que necesitaba. Un cambio de aires, despejarme, salir de mi rutina, ver las cosas desde otro punto de vista, cambiar la dieta. Nada de eso era real y al volver caí en lo más duro. 
Cuando me senté a escribir Los días iguales, ni se llamaba Los días iguales ni sabía que estaba haciendo. Cuando pensé en esta presentación se me vino a la cabeza aquel viaje, el precioso vestido blanco de ser feliz que me compré en una tienda de ropa antigua de Touluse y la ballena. Sentarme a escribir sobre mi depresión creo que ha sido como colocar las cargas explosivas bajo la ballena. Mi depresión estaba muerta ya, creo, pero seguía en mi orilla. Cada mañana podía verla, tocarla, olerla, estaba ahí. Sentarme a escribir era describirla cuando todavía estaba viva, cuando me dolía, me aplastaba y no me dejaba vivir. Terminar el libro fue hacerla estallar. Y ahora, llegado el momento de que otros lean lo escrito, es el momento de ver si esos trozos, van a aplastaros, heriros, mancharos o simplemente van a haceros pensar que efectivamente escribir sobre ella, dinamitarla, ha sido malísima idea, pero la ballena ya no está, desapareció. Ahora es el momento de saber si dinamitar la ballena fue buena idea. Lo que tengo claro es que es algo que hice en el momento correcto, ahora ya no podría hacerlo porque se me está olvidando, porque cada vez que me he releído en el proceso de editar todo aquello me ha parecido más lejano, menos yo. Ahora ya no podría escribirlo. 
Pensando en esta presentación he tenido dos pesadillas; en una aparecía en pijama y con unos calcetines rojos llenos de agujeros y en la otra hilaba un maravilloso discurso pero acababa llorando. Ninguna de las dos se ha cumplido. Y ahora ya solo me falta decir: ¡comprad, comprad, mis hermosos jabalíes!» 
Esto es, más o menos, lo que dije ayer en la presentación de Los Días Iguales. Antes y en una sala abarrotada de familia, amigos y encantadores lectores desconocidos, Oihan y Luis habían hablado del libro y de mí elogiosamente, demasiado elogiosamente desde mi punto de vista. 
Ya está hecho. Escrito, publicado y presentado. Solo falta que lo leáis porque como me dijo mi sobrino de siete años al terminar la presentación: Ana, no has contado el cuento que has escrito. 
Tenéis que leerlo si queréis y veremos si explotar la ballena ha sido buena idea.    
Muchísimas gracias a todos los que estuvisteis allí, los que me mandasteis mensajes y los que me leéis por aquí. 

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