Revista Cultura y Ocio

Los días únicos

Publicado el 12 mayo 2020 por Molinos @molinos1282

Los días únicos

Klaus Rinke

Es curioso como está pasando el tiempo o como se me está pasando a mí. Hace apenas dos semanas era marzo y ahora ya estamos rozando el mes de junio. Los días pasan a un ritmo que no sé describir pero que no se parece a nada que haya vivido antes. No se me hacen largos, ni cortos,  ni me parece que pasen muy deprisa ni muy despacio. La sensación que tengo es que he alcanzado el ritmo adecuado. Es algo parecido a cuando sales a pasear y al principio vas deprisa, después te cansas, mides tus fuerzas, ralentizas el paso y piensas "eh, voy a paso de tortuga" y, de repente, sin saber muy bien cómo vas al paso perfecto, el que te hace disfrutar del paseo, de lo que ves, de lo que escuchas, de tus pensamientos. El paso que te hace pensar "a este ritmo podría caminar kilómetros". Así siento yo los días ahora, con la sensación de que éste, por muy extraño que sea, es el ritmo adecuado para pasar la vida. 
Todos los días se parecen mucho: llevo sesenta días durmiendo en la misma cama, mi ropa es casi un uniforme, no me preocupo de a quien voy a ver o dónde voy a ir, el criterio es la temperatura y que esté limpio. Sigo la misma rutina casi todos los días con un horario mucho más estricto que antes. Me gusta no tener compromisos sociales ni recados por hacer. Los recados que antes parecían importantes han pasado a dejar de tener sentido o la más mínima importancia. 
Todos los días se parecen pero todos son diferentes porque ya no se trata de hacer planes ni de ver a gente, ni de ir a sitios, ni de viajar, ni de celebrar. La diferencia está en el detalle mínimo que, al contrario que pasa con los recados, han pasado a tener importancia, han pasado a ser visibles. Está el día que nevó, el primer día de ir sin calcetines, el de volver al forro polar, el día de bajar a la farmacia, el sábado de cavar el huerto y el de reservarme tres horas para leer, el domingo de limpieza y el de guardar los jerseys de lana y sacar las sandalias. EL miércoles de The Good Fight y el viernes de cine clásico con mis hijas. El miércoles de clase de inglés y el jueves de clase de Excel. Los lunes de video reunión y los viernes de no trabajar por la tarde. Los martes viene el cartero, los jueves y los domingos el panadero y en cualquier momento un repartidor que trae una Cartcher, plantones para el huerto o una desbrozadora. El miércoles que recogí a mis hijas y el que comenzó mi confinamiento y empezó este ritmo. El día que llueve y el que se parece mucho a un día de verano. El día que duermo bien y el que no pego ojo. 
No hago mucho pero hago todo lo que quiero. 
No me aburro ni echo nada de menos. 
El tiempo pasa al ritmo que crecen mis canas. 
Los días pasan justo como tienen que pasar, sin nada excepcional pero todos diferentes, llenos de detalles. Son los días únicos, nunca iguales. 
PS: se me ha roto la tecla E del ordenador. Cada e de este texto me ha costado un roce delicado sobre ella. A lo mejor, la próxima ocasión, todo va sin e. 

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