Casi todos sabemos que una buena parte de las promociones acerca del Día del Amor y la Amistad, buscan más incrementar las ventas comerciales que cualquier otra cosa. Pero hay un efecto colateral muy poderoso que es toda esa energía positiva que sacamos afuera por estos días. Y es que la fecha es pretexto para renovar votos de amor con nuestros seres queridos: familiares, pareja y amigos.
A propósito de las celebraciones, queremos conversar sobre los diferentes códigos con los que cada persona expresa el afecto. Hace algún tiempo tuve el privilegio de conocer la obra de una mujer muy especial llamada Pepa Horno y que de paso les recomiendo a todos. Esta psicóloga española, usaba una situación cotidiana para fundamentar una explicación. Después de una jornada, a la salida de la escuela, las conductas de los niños son diferentes: algunos se tiran a los brazos de sus padres, otros hablan y hablan contando muchas cosas, mientras los hay callados que regalan dibujos y cualquier cosita que se les antoje un objeto que expresa sentimientos. Cada uno lo hace a su manera y los padres, debemos tomar en cuenta esa característica propia de nuestros hijos, para que nuestro amor les llegue mejor. Esto implica en primer lugar conocerlos bien. Además, deberíamos tratar de ajustar a ellos, nuestros propios modos de expresarnos.
Existe una fuerte tendencia a considerar que solo se es afectuoso, si las personas buscan el contacto físico con besos y abrazos. Sin embargo, casi todos sentimos amor por personas que son esenciales en nuestras vidas. Solo que cada uno de nosotros, lo expresa de modos distintos. Una parte de este lenguaje forma parte de nuestra biología, mientras que la otra se va aprendiendo, sobre todo de nuestros padres o de aquellos que nos dieron los cuidados de los primeros años de vida.
A veces lo que el niño va incorporando, se aleja bastante de su naturaleza primaria. Esto es algo que por el bienestar de nuestros hijos, deberíamos tratar de evitar o resolver. Si no es cariñoso del tipo corporal, hay padres que reclaman que no se sienten queridos o que falta gratitud. Esto puede lacerar el vínculo entre padres e hijos. Si observamos bien, es muy probable que reconozcamos el amor en hechos o palabras. Otras veces sucede al revés. Los padres resultan sorprendidos por demandas del niño(a) que dice sentirse que no lo aman lo suficiente. Esto a veces, sucede porque no recibe las muestras de afecto, en los códigos que más lo necesita. Deberíamos entonces trabajar en ello, sin renunciar a nuestra propia naturaleza. También podemos explicarles nuestras formas de querer, para que lo entiendan con la razón primero y lo puedan decodificar como amor, después.
Si revisamos nuestros relaciones significativas (padres, hijos, pareja), teniendo en cuenta esta teoría, entenderemos mejor porque en el aspecto sentimental, algunas fluyen y son muy fáciles...otras en cambio, no.
No dudemos entonces del amor que nos rodea. Entendamos que este sentimiento tiene lenguajes diversos. La magia esta en descubrirlo y acoplarnos.