Tal como había ocurrido anteriormente (puedes echar un vistazo aquí y aquí), una vez que Dinosaur War Izenborg concluyó a principios de verano de 1978, para la nueva temporada se emitía la tercera y última serie ambientada en tiempos prehistóricos por parte de Tsuburaya Productions. Su nombre fue Dinosaur Corps Koseidon (Kyōryū Sentai Koseidon), y con sesenta y cinco capítulos, llegó hasta el verano del siguiente año, a razón de un episodio semanal en la televisión japonesa.
Ambientada en el futuro, la trama explicaba que gracias al descubrimiento de los taquiones, era posible realizar viajes al Cretácico. De hecho, se habían establecido colonias en dicho período, y una organización gubernamental se encargaba de controlar que todo fuese correctamente a través del tiempo. Para ello, había fundado una patrulla al servicio de este menester, que empleaba una gran máquina llamada Koseidon —de ahí el nombre de la serie— para viajar setenta millones de años atrás. Sin embargo, todo se torcía cuando una flota alienígena realizaba la misma operación, viajaba hasta el Cretácico y desde ahí atacaba el presente de la Tierra, con la intención de hacerse con el planeta.
Esta raza alienígena, de aspecto verdoso y ojos a modo de binoculares, presentaba una morfología vegetal, y con una esperanza de vida de más de trescientos años, se alimentaban de los nutrientes de su alrededor. Es por eso que la Tierra, en pleno desarrollo en el Cretácico, se mostraba tan suculenta. Además, estos extraterrestres —llamados Godmess— eran capaces de controlar a los animales y emplearlos en contra de los protagonistas. Por fortuna, uno de los miembros de la patrulla, en secreto se convertía en Go, que con su indumentaria y cascos encarnados luchaba cuerpo a cuerpo y con una espada contra los malhechores siderales. Por si fuera poco, durante la investigación en el pasado, Go y sus compañeros se topaban con la princesa Altasiya y su robot cilíndrico y parlante llamado Bikuraji, en realidad unos forajidos de otra galaxia que ayudarán a los seres humanos en su batalla por el control del planeta y del tiempo.
Como vemos, el argumento guarda no pocas concomitancias con La guerra de las galaxias (Star Wars, George Lucas, 1977). Recordemos que dicho largometraje se había estrenado hacía unos pocos meses, y el impacto en la cultura popular había sido incalculable. Es por ello que la presente serie potenciaba el empleo de batallas de naves espaciales, en las que se disparaban decenas de rayos luminosos. Encontrábamos también una princesa, como Leia en la saga galáctica de George Lucas, e incluso un robot parlanchín que ofrece una mezcla disparatada entre el aspecto de R2D2 y el infatigable C3P0. Atrás quedó también el recurso de emplear dibujos animados para los seres humanos, y los protagonistas eran actores de imagen real, como cualquier otra serie de corte fantástico de la productora Tsuburaya. De hecho, incluso el héroe Go, como Ultraman y el Super Izen en las producciones que le precedieron, tenía una facultad especial que podía usar únicamente durante treinta segundos. En este caso, esa habilidad consistía en detener el tiempo.
Y puesto que el foco de atención se había centrado en el aspecto galáctico, los dinosaurios, tan protagonistas de las dos series previas de Tsuburaya Productions, pasaban aquí a un triste segundo plano. Como en Dinosaur War Izenborg, volvían a ser hombres disfrazados, y de hecho resulta agradable comprobar que se reutilizó el traje del emperador Ururu, ahora con una coloración blanca en su cráneo de Tyrannosaurus. Este carnívoro, que en la serie recibía el nombre de Jackie en honor del actor y luchador Jackie Chan, no solo mantenía una lucha con un Brontosaurus reminiscente del famoso fragmento de Fantasía (1940) donde un Tyrannosaurus atacaba a un Stegosaurus, sino que se aliaba con los seres humanos para defender la Tierra de un monstruo alienígena que llegaba con forma de meteorito llamado Gaos.
También se volvieron a emplear la marioneta del Pteranodon y otros trajes como el del Triceratops y el Corythosaurus —convertido ahora en amigo de los protagonistas— si bien se fabricaron algunos específicos para la serie. Por ejemplo del sinápsido Dimetrodon, de los primeros animales controlados telepáticamente por los extraterrestres y lanzados a luchar contra los seres humanos, varios plesiosaurios, o incluso un villano denominado Ragout. Este se trataba de una especie de terópodo, con púas en cabeza y torso, dotado de igual modo de la capacidad de lanzar bolas de energía de su boca.
A modo de cierre del argumento de la serie, en el último episodio la producción permitía contemplar la llegada de un meteorito alienígena que exterminaba a los dinosaurios, con varias de las pobres bestias literalmente ardiendo vivas, lo que se convertía en un auténtico desazón para los protagonistas al observar impotentes —pues no pueden interceder en la historia de la Tierra [1]— cómo se calcinaba toda la fauna del pasado que poblaba las inmediaciones del Monte Fuji.
Como sus dos hermanas mayores, Dinosaur Corps Koseidon también gozó de cierto éxito en tierras sauditas e italianas —atención a su espectacular canción de apertura obra del grupo Superobots— si bien su naturaleza más cercana a los estándares habituales de la productora hicieron que se quedase a medio camino de conseguir ese status de culto que sí poseen Dinosaur War Izenborg y Dinosaur Expedition Born Free.
Sin embargo, y lo más sorprendente de todo, es que cuarenta años después, de producción china se lanzó El retorno de Koseidon (The Return of Kesai, John Moo, 2018) donde en una suerte de juego de metaficción, una niña sueña con que su héroe de la serie de los setenta, el citado Go con su indisoluble casco rojo, aparezca para librar a la Tierra de la invasión de una plaga de demonios-zombi. Por supuesto, finalmente el enmascarado reaparece, pero no sus acompañantes prehistóricos, en una cinta china enfocada a las coreografías de lucha contra los engendros resucitados en plena calle y no hacia los saurios del pasado.
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[1] De alguna manera, la serie presentaba conceptos pioneros. Se trataba el control telepático sobre los dinosaurios por parte de alienígenas antropomórficos del futuro, tal como ocurriría en la serie de animación Dino-Riders (1988) pero también esa suerte de organización gubernamental que debe controlar y evitar cualquier cambio en el pasado, como la autóctona El ministerio del tiempo (2015-2020).
OCTAVIO LÓPEZ SANJUÁN