Los dioses desterrados
y hermanos de Saturno,
a veces, al ocaso acechan nuestras vidas.
Remordimientos buscan tener junto a nosotros, tener también nostalgias y sentimientos falsos. Así, es su presencia
—dioses que el desterrarlos
volvió espirituales—,
de materia vencida,
lejana e inactiva.
Vienen, fuerzas inútiles,
a hallar entre nosotros aquel dolor y tedio que ellos nos arrebatan, como a un borracho trémulo la copa de su gozo.
A hacernos creer vienen,
cual despechadas ruinas
de fuerzas primitivas,
que el mundo es más extenso
de los que se ve y toca,
para que así ofendamos
a Júpiter y a Apolo.
Así, hasta el terrenal
confín del horizonte,
viene Hiperión llorando
por el carro que Apolo
robárale, al ocaso.
Y color el crepúsculo
muestra de ese dolor de una deidad lejana
y óyense unos sollozos
allende las esferas...
Así lloran los dioses.
Traducción de Carlos Clementson