Los dioses se aburren
Harry Daugherty es retratado por ciertas fuentes históricas como un perfecto Maquiavelo. Era un abogado que maniobraba entre los bastidores de la política de Ohio cuando conoció a Warren Harding, entonces editor de un periódico local. Según parece fue verle e imaginarlo como Presidente de EEUU. Tenía Harding un aspecto aristocrático, viril, de sabio romano. Pasado un tiempo el sueño de Daugherty se hizo realidad y Harding fue Presidente. Eran los felices años 20 que culminaron con esa catástrofe económica que ahora tanto se recuerda, de la Gran Depresión.
Según relata el periodista Malcom Gladwell en su interesante libro “Blink” (traducido al castellano como “Inteligencia Intuitiva”), el aspecto distinguido de Warren Harding era todo lo que había en este personaje. Tal como él lo plantea, y tal como lo plantea una parte sustancial de la historiografía, bastaban su porte, la gravedad de su voz y su mirada elegante para convencer a todos de que era todo un Presidente, aunque no hubiera otra cosa. Decían de él que “parecía un Presidente”. Daugherty dijo que sería un “magnífico Presidente” o, al menos “un Presidente con un aspecto magnífico”. Gladwell juega con las palabras e ilustra el que sería un error en nuestros juicios instantáneos. Al comienzo de Blink habla de los aciertos. Pone como ejemplo a unos especialistas de arte que de un vistazo y sin saber muy bien por qué reconocen la falsedad de una escultura griega, o de un tenista retirado que igualmente de un vistazo, reconoce cuando un tenista profesional va a hacer doble falta ¡antes de que la haga! Pero escoge el caso de Harding para poner de manifiesto que nuestros juicios instantáneos pueden llevarnos por el mal camino, haciéndonos elegir como representante político a alguien incapaz de asumir tal altas responsabilidades, sólo por su aspecto.
Dice Gladwell, siguiendo a la historiografía más ampliamente aceptada, que Harding era alguien frívolo, interesado por el juego, el alcohol y el sexo. Le pinta como un perfecto vicioso e irresponsable al que un astuto Maquiavelo que opera en la sombra (Daugherty) hubiera logrado colocar en la Presidencia de la ya entonces nación más poderosa del mundo.
Estoy seguro de que les suena algún caso similar. Ya sea en los estudios, trabajo, política local, nacional o global, estoy convencido de que conocen más de una historia semejante. Es la grandeza de la Democracia, el elegir apuestos patanes para después no votarles mas (bueno, a veces, no siempre se cumple lo de no votarlos mas) . Nos fijamos mucho en las apariencias y casi nada en la esencia, es humano, y es lo que a ojos de los dioses nos hace tan divertidos. Gracias a esta conducta tan encantadoramente humana se pueden escribir novelas, comedias, tragicomedias y casi cualquier género literario. Aunque a veces, por la bromita de una mala elección en las urnas, lo pague mucha gente. Pero todo sea por el divertimento de los dioses, que andan muy aburridos en su eternidad.
Por cierto, ¿saben como acabó la legislatura de Warren Harding? Siendo Presidente, murió de golpe y para siempre, por un derrame cerebral, cosa extraña, pues tenía bastante poco usado el cerebro, casi sin estrenar. Gracias a este oportuno ataque en el que por una vez su cerebro hizo algo bueno por su país, EEUU se libró de un nefasto Presidente. En otras naciones, los hijoputas suelen durar mas, algunos hasta mueren de viejos. En fin, que hay países que son el ojito derecho de los dioses, y otros que parece que los mira un dios tuerto. Seguro que Usted ya sabe que tipo de dios menor mira a su país.
Cosas del Olimpo. Y de sus bufones, los humanos.