Revista Opinión
Hay individuos que huelen de lejos a lo que son, porque en realidad se ocultan poco. Es el caso de cierto "experto en terrorismo islámico" español que a la menor excusa, escribe largos artículos en prensa y aparece en entrevistas en las cadenas de radio repitiendo siempre los mismos mantras. Leerle o escucharle tiene la ventaja de que evita esforzarse en conocer cúal es la posición de los servicios de terrorismo/contraterrorista norteamericano sobre cualquier asunto: coincide exactamente con la que él difunde. Ppor razones obvias tengo mis dudas de que sea la CIA y resto de la pandilla quien le copie los "análisis", así que blanco y en botella.
Algo similar pasa con Paul Krugman. Para mayor disimulo, el tipo va de economista progresista y hasta hay quien le considera de "izquierdas". También quienes desde la izquierda española le leen con fervor, celebrando sus zurriagazos a cuanto huela a europeo, contenidos en sus sesudos artículos que por otra parte suelen acabar invariablemente recomendando la disolución de la Unión Europea y la desaparición del euro, como únicas medidas capaces de ofrecer una salida "progresista" a la crisis global. En realidad esta es la posición de la Reserva Federal norteamericana, de los especuladores de la Bolsa Casino Mundial y el resto de los sicarios del capitalismo financiero gansteril más abyecto, como los opacos fondos de alto riesgo alimentados de dinero negro que operan en Londres y Wall Street y los grandes inversores en narcodólares y otras materias primas por el estilo que actúan en esos mismos mercados.
Las tontunadas de Krugman apuntan en una dirección: fragmentar Europa, resucitar los añorados (por EEUU) tiempos en que los países europeos andaban a la greña unos con otros mientras el Imperio del Tío Sam crecía feliz y despreocupado, y de vez en cuando les daba una zurra en forma de "liberación de Europa" por las armas con la subsiguiente ocupación militar, tras una Guerra Mundial que en realidad comenzaba siempre como una guerra civil europea. Las cosas hoy día son más elementales: se trata ahora de salvar de la ruina completa el "american way of life" y su símbolo-fetiche, el dólar; en esa tarea coinciden reaccionarios y "progresistas" norteamericanos como un solo patriota. Ocurre sin embargo que desde la crisis del Petróleo de los años setenta, el dólar es una divisa con dificultades cada vez mayores, y que después de la "liberalización de los mercados financieros" en la etapa Reagan y la subsiguiente destrucción de la economía productiva norteamericana, apesta a cadáver de modo irreversible. El sostén productivo actual del dólar son las economías dolarizadas de América Central y del Sur, su patio trasero histórico, y poco más. La caída de la divisa estadounidense es cuestión de tiempo, y con ella arrastrará a las hoy supuestamente brillantes economías latinoamericanas.
Hace algunos meses Le Monde se preguntaba por qué un euro presuntamente en crisis terminal según algunos, sigue tozudamente cotizándose alrededor de un dólar y un tercio, lo que obliga al "experto progresista" Krugman a pedir a gritos la devaluación de la divisa europea, cuya fortaleza es un muro para los yanquis. Caben dos explicaciones, que en realidad son complementarias. La primera, la que acabo de darles en el párrafo anterior: el dólar está acabado, porque no se sustenta en una economia productiva real sino en el humo de colores que se expende en las Bolsas. ¿Qué produce EEUU? solo armamento. La segunda explicación, porque el euro se sostiene sobre dos patas basadas en economías productivas fuertes: Alemania y Francia. Loa países mediterráneos, la tercera pata, hemos estado ahí de convidados desde el principio, porque nuestras economías productivas eran débiles desde su nacimiento y la tentación de lanzarse a la economía-ficción especulativa bursátil resultó en los últimos años demasiado fuerte para nuestros capitalistas (que por algo son los más explotadores, ventajistas, indocumentados y voraces de todo el Viejo Continente; consecuencia de no haber conocido la ética protestante ni la concepción calvinista del trabajo).
Lo único que nos queda por tanto a españoles, italianos, portugueses y griegos es aguantar el tirón al lado de los fuertes, y apostar de modo decidido por un relanzamiento del consumo y el fortalecimiento de los servicios públicos. En Francia los tiros van a ir pronto por ahí dicen, y en Alemania a partir del año próximo parece que también.
Y en fin, no se olviden de taparse los oídos como Ulises, para no oír los cantos de sirena de los cabrones con pintas del otro lado del Atlántico tipo Paul Krugman.
En la imagen que ilustra el post, el presidente Obama rodeado de asalariados de la única industria en expansión en EEUU.