En cierta ocasión, estando Winston Churchill en el Parlamento británico, uno de sus colaboradores le dijo:
– Señor, mire, ahí enfrente están nuestros enemigos.
Churchill, con su habitual ironía, le respondió:
– No querido, ahí está la Oposición, los enemigos están en este banco.
Quienes se dedican a la política saben que los enemigos, casi nunca, son los del partido contrario; de hecho, en muchas ocasiones hay buena amistad entre miembros de diferentes fuerzas políticas (véase PSOE vs. PP), aunque de cara a la galería no lo parezca (ni sea muy popular) y se intente disimular. Las trifulcas suelen darse entre los miembros del propio partido. Son las luchas por la silla, por el poder, por quién está mejor posicionado para las carteras ministeriales y resto de puestos dentro del organigrama.
Pero esto ocurre en cualquier ámbito de la vida: los enemigos suelen ser casi siempre las personas que uno tiene más cerca, a menudo entre los "amigos", familia o compañeros de trabajo. Ahí es donde surgen las envidias y celos, que son siempre el resultado de las comparaciones y las inseguridades (ver post La gestión de la envidia) y que dan a lugar a los típicos comentarios que todos sabemos, a "hacer la cama" al otro, etc, etc.
Y todo esto lo digo, porque el otro día nuesta amiga Marta Colomina (@martacolomina), socia de Cuvitt (@cuvitt), tu currículum inteligente, publicaba en su blog un interesante post con el título Cretinos de corazón de oro, en el que se cuentan todas esas "pullitas" cotidianas que surgen en el día a día, siempre de personas cercanas a uno, que podríamos denominar, en palabras de la autora como "antipáticos con corazón de oro".
Marta Colomina suele comentar sus posts con ejemplos y casos prácticos de la vida real muy enriquecedores. En esta ocasión son 6 ejemplos: me quedo con el suelo del aperitivo de la boda y el del gazpacho. Échale un vistazo.
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