Las victorias del Borussia Dortmund y Bayer de Munich sobre Madrid y Barça sitúan a la Bundesliga al mando del continente futbolístico, aunque no convierten la austeridad en su filosofía de vida
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Las convincentes victorias del Bayern de Múnich y del Borussia Dortmund frente al Barcelona y al Real Madrid, respectivamente, en las semifinales de la Liga de Campeones han ratificado un cambio de dominio en la cúpula del fútbol europeo. Gracias a estos éxitos, la Bundesliga se convierte en el cuarto país del Viejo Continente que consigue una final de la Champions con dos representantes de su competición, tras las del Real Madrid-Valencia (1999/2000), Milán-Juventus (2002/2003) y Chelsea-United (2008/2009). Y para sustentar una representación más plástica de la sustitución del país líder del continente futbolístico, ambos conjuntos teutones han hecho trizas al mejor equipo del mundo en el último lustro y al más laureado de la historia de este deporte.
Es decir, la Alemania de la inflexible Ángela Merkel logra someter a la España del obediente Mariano Rajoy en el único aspecto que hasta ahora los sufridos españoles podíamos presumir ante los hieráticos germanos. Ya ni el fútbol sirve de consuelo. Pero si la canciller germana lleva a maltraer a los países de la Europa mediterránea con su idolatrada austeridad, sin duda influida por la estricta educación recibida de su padre, pastor luterano, que está expandiendo a pasos agigantados la pobreza por el Viejo Continente, los clubes de la Bundesliga han impuesto su fortaleza basándose es una buena planificación, una cuantiosa inversión económica y una provechosa apertura de miras para aprender de los que mejor lo hacían y para dar formación a lo mejor de su inmigración.
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Porque el éxito del fútbol teutón no es fruto ni de la austeridad ni de la casualidad. Obedece a la culminación de toda una serie de medidas que han hecho de la Bundesliga un campeonato atractivo no solo en el aspecto deportivo, sino también en el económico y organizativo. Así, en el 50 aniversario de esta competición, los estadios alemanes, modernos y seguros, tienen una ocupación del 90% del aforo, por encima del resto de Europa, llegando a los 45.000 espectadores de media por encuentro. En este dato tiene mucho que ver que el precio medio de las entradas, que se sitúa entre 20 y 25 euros, sea bastante más asequible que en el resto del continente. Esto ha servido para que la Bundesliga sea la competición más rentable del mundo, según señala la UEFA en sus informes económicos. Y para crear una mayor igualdad, los derechos de televisión se reparten con mayor equidad, pues el que más recibe, (25 millones de euros el Bayern), percibe el doble que el que menos. En España, el Madrid y el Barça ingresan diez veces más que el Levante. Además, la DFL (lo que viene a ser la Liga de Fútbol Profesional española) fija al principio de temporada las fechas y los horarios de los partidos, lo que facilita que las familias planifiquen sus fines de semana con el fútbol como gran atractivo.Como es lógico, la aparición de jugadores jóvenes que llaman la atención por su gran calidad, como pueden ser Müller (23 años), Shürrle (22), Reus (22), Götze (20)… no es obra del espíritu santo, sino de una gran inversión de más de mil millones de euros en la última década en la creación de más de 350 escuelas de fútbol repartidas por todo el país, donde más de 25.000 niños y niñas comienzan a disfrutar de este deporte. Además, es obligatorio que los 18 clubes de Primera División y los 18 de Segunda dispongan de cantera, hasta el extremo de que si no la desarrollan, no pueden competir en las máximas categorías. Esta obligación ha servido para que los clubes inviertan más de 40 millones de euros en sus escuelas formativas. Pero no solo de jugadores, sino también de técnicos y entrenadores, lo que les ha valido para que casi todos los preparadores de Primera y Segunda sean de las ciudades de los equipos que entrenan. Esto, sin duda, facilita el sentimiento de pertenencia a un equipo, al igual que el hecho de que los clubes sean sociedades mixtas, en las que al menos el 51% de las acciones están en manos de sus socios. Solo hay dos excepciones, el Bayer Leverkusen, que pertenece a la farmacéutica Bayer, y el Wolfsburgo, a la automotriz Volkswagen, porque hace más de 20 años que estas empresas manejan sus clubes. Todo ello ha facilitado que en las últimas seis temporadas haya habido cuatro campeones de liga diferentes (Bayern, Borussia Dortmund, Wolfsburgo y Stuttgart).
Fuente: teinteresa.es
Ante la crisis económica y social que vivieron los clubes alemanes durante los primeros años de este siglo, enviaron emisarios por Europa, incluida España, para ver cómo se organizaban sus vecinos. Y copiaron lo que creyeron bien hecho. Así, en el 2005 permitieron jugar como alemanes a los hijos de los inmigrantes. Y esto se tradujo en la aparición de jugadores del nivel de Özil, Khedira, Gündogan, Boateng, Mario Gómez, Gonzalo Castro, entre otros. Y si en el 2000 el 60% de los jugadores de la Liga alemana eran extranjeros, hoy el 52,4% de las plantillas proceden de la cantera. Actualmente, la Bundesliga ocupa el sexto puesto entre los campeonatos que más invierten en fichajes exteriores. Además, cada plantel tiene que tener al menos doce jugadores seleccionables. Todas estas medidas han determinado que el fútbol germano se caracterice hoy en día por combinar su tradicional fuerza física con una técnica depurada y una táctica muy bien trabajada. Es decir, han sabido mezclar disciplina e imaginación para conformar una competición modélica e innovadora. De ahí sus éxitos. Y como se puede comprobar, no obedece al ahorro a ultranza, sino al gasto concienzudo y bien estudiado; no es obra del estreñimiento ideológico, sino de la planificación y el aprendizaje de lo bien hecho; no es fruto de las limitaciones nacionalistas, sino de la apertura de miras; no es producto del culto al individualismo de las estrellas, sino del cultivo del trabajo en equipo. En consecuencia, la canciller alemana y su colega español podría tomar nota en sus propias casas de que la obsesión por reducir gastos resulta infructuosa si no va acompañada de estímulos a la inversión, la producción y el consumo. La Bundesliga les ha mostrado el camino. Pero es de temer que la miopía les impedirá hacer la vida menos dura a sus ciudadanos.