Podemos ahora considerar los relatos de los muchos eventos que hemos puesto en lista como evidencias cristianas. Desde el tiempo de Moisés (1500 A.C.) ha existido un libro llamado la Biblia que profesa ser el único escrito por la inspiración directa del Espíritu Santo. Contiene sesenta y seis libros, de los cuales treinta y nueve se llaman el Antiguo Testamento (o pacto), y veintisiete más forman el Nuevo Testamento. Fue acabado a fines del primer siglo D. C. y por casi dos mil años ha sido aceptado como el Libro de Dios por todo el cristianismo.Cuando hablamos de la pureza de algún libro, queremos decir que fue escrito por el autor cuyo nombre lleva, y que no es falso ni adulterado. La autenticidad del libro significa que su contenido es verídico. Algunos escritores usan la palabra autenticidad para cubrir ambas cosas. La palabra credibilidad quiere decir que los autores y testigos eran competentes y dignos de fe. Puesto que los enemigos de la Biblia niegan su autenticidad y su credibilidad, es bueno que nosotros tengamos, como obreros del Señor, unas pruebas claras para defender nuestra fe en su Libro.Todos los escritores pueden clasificarse en cinco clases: (a) Hombres buenos, (b) hombres malos, (c) hombres engañados, (d) hombres bajo la influencia de Satanás, y (e) hombres bajo la influencia del Espíritu Santo de Dios.¿Fueron acaso hombres buenos los que escribieron la Biblia? No; porque ella reclama venir de Dios, y los hombres buenos no podrían decir mentiras ni reclamar ser divino lo que ellos mismos escribieran.¿La escribieron tal vez hombres malos? Eso también es imposible, porque todas sus verdades gloriosas están demasiado altas para ser concebidas por ellos. Además, la Biblia describe el triste fin de ellos y su eterno castigo. No es posible que hombres malos la escribieran.¿Acaso fueron los escritores hombres engañados? Muchos de los modernistas de hoy dicen que sí. Enseñan que nunca existieron personas como Job, Abraham, David, etc., sino que tenemos en la Biblia una colección de mitos y cuentos judíos que fueron escritos por hombres humildes y sinceros que estaban engañados, suponiendo que las historias eran verídicas. Al preguntar a los modernistas si Jesús fue persona real o solamente un mito, dicen que sí, que fue real e histórico, que vivió en Palestina, y enseñaba acerca del Antiguo Testamento, pero que él también estaba engañado, participando de la superstición e ignorancia de su tiempo.A los tales podemos decir que los hombres engañados no escriben la verdad. Por medio de las profecías ya cumplidas se puede probar que lo que está escrito en la Biblia es la pura verdad, y sus escritores no se contradicen. Son los modernistas los que están engañados, y ellos se contradicen todo el tiempo los unos a los otros.¿Fue la Biblia escrita acaso por hombres bajo la influencia de Satanás? Ciertamente no, pues ella revela a Satanás como el adversario de la humanidad. Habla de su caída, su carácter, su historia y su destino en el lago de fuego. Le llama mentiroso, engañador, acusador, adversario, tentador, matador, destructor, serpiente, príncipe de tinieblas, ángel del abismo, león rugiente, etc. Nunca podría él inspirar a los hombres a escribir tales cosas acerca de sí mismo.Nos queda entonces una sola clase de escritores, es decir, hombres inspirados por el Santo Espíritu de Dios. Esto es lo que la Biblia reclama y sabemos que es la verdad. Estúdiense 2 Samuel 23:1, 2; Lucas 24:44–48; 2 Timoteo 3:16, 17; 2 Pedro 1:20, 21; Apocalipsis 22:18, 19.Si las profecías del Antiguo Testamento hubieran sido escritas por hombres que no conocían los eventos del tiempo de Cristo, ellas no habrían podido corresponder con tanta exactitud con dichos eventos. Si hubieran sido forjadas fraudulentamente por cristianos, no habrían sido preservadas ni aceptadas por los judíos. Vemos que ellas están preservadas y aceptadas como verídicas por los judíos, y que ellas corresponden exactamente con los eventos de la vida de Jesús; eso nos prueba que fueron escritas por la inspiración de Dios.Todos concuerdan en creer que los libros del Antiguo Testamento fueron preservados por los judíos, un pueblo de grande inteligencia. Todos ellos sabían leer, y en todas las edades sus libros sagrados se vieron sometidos a la crítica más minuciosa, para evitar toda impostura y fraude. Los escribas que los copiaban (antes de la invención de la imprenta) lo hacían con sumo cuidado y esmero, y al encontrar un solo error, aquel manuscrito era quemado inmediatamente. De este modo, la pureza de los treinta y nueve libros fue preservada hasta donde era humanamente posible.La prueba más convincente de que estos libros son divinamente inspirados es que relatan tantas derrotas, faltas, reincidencias, y pecados nacionales, que ningún judío habría fabricado tal historia de su propia voluntad. Por mera vergüenza, nunca nadie la habría registrado con tanta franqueza y honestidad. Aquí tenemos un testimonio claro de que fue Dios quien la inspiró.Vaya usted a cualquiera de los grandes museos de antigüedades (como los de Londres y El Cairo) y lea lo que escribieron en ladrillos o pergaminos los reyes de Asiria, Egipto, Babilonia, etc. Ellos no relatan sus derrotas ni fracasos, solamente sus grandes victorias. Y si es una historia de lo que era en verdad simplemente una serie de derrotas, los historiadores la pintan color de rosa, magnificando las grandes hazañas de su rey y reduciendo al mínimo cada fracaso. ¡Cuán distinta es la historia de la nación judía que Dios mismo nos ha dado en el Antiguo Testamento!El Antiguo Testamento en sus tres divisiones—la Ley, los Profetas y los Salmos— fue ratificado por nuestro Señor Jesucristo como genuino y divinamente inspirado; y este testimonio es suficiente para cada cristiano sincero (Lucas 24:27, 44; Juan 5:39; 10:35). Pero en estos días la crítica de los incrédulos se ha publicado con tanta fuerza que muchos de los estudiantes de nuestros colegios y universidades han sido enseñados que todo el Antiguo Testamento es nada más que una colección de leyendas, fábulas y cuentos erróneos sin nada de verdad histórica. Para los tales es bueno citar algunas de las pruebas que tenemos de las historias del Antiguo Testamento.En este campo tenemos la voz de la arqueología como el testimonio preeminente. Los imperios de antaño florecieron y pasaron, quedando sus ciudades enterradas y otras levantándose sobre sus ruinas. En estos últimos días, sin embargo, tenemos una ciencia nueva que es muy exacta: la arqueología. El arqueólogo no trata de ideas ni teorías, sino que presenta sus pruebas irrefutables con los artefactos que excava. Dios sabe que en los “postreros días” se levantarían más acusaciones en contra de su Palabra, y dejó sepultadas todas las pruebas arqueológicas para ser excavadas exactamente cuando hubiera necesidad de ellas.Todas las historias bíblicas que habían sido desechadas como falsas han sido confirmadas al pie de la letra por el testimonio de la arqueología. Uno de los científicos norteamericanos que trabajó por largos años en los campos de excavación en Egipto, Palestina, Mesopotamia, Asiria, etc., ha escrito en su vejez: “De los miles y millares de artefactos excavados que se relacionan directamente con la Biblia, no ha sido hallado jamás uno solo que niegue, contradiga, obscurezca, o deprima una palabra, frase, cláusula, o versículo del Antiguo Testamento, o del Nuevo. Al contrario, todos los artefactos sin falta verifican, confirman, iluminan e ilustran las historias en ellos contenidas” (Kinnaman).En cuanto a la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, podemos notar que hay 263 citas del Antiguo Testamento en el Nuevo, y cerca de 350 alusiones. Todos los libros del Antiguo Testamento son citados en el Nuevo, con la excepción de los siete siguientes: Abdías, Nahum, Eclesiastés, El Cantar de los Cantares, Ester y Nehemías. Los sermones apostólicos relatados en los Hechos fueron edificados sobre el Antiguo Testamento.En resumen, lo que podemos decir acerca de la pureza y autenticidad de los libros del Antiguo Testamento, es que fueron garantizados por los judíos del tiempo de Esdras, el cual formó el canon del Antiguo Testamento alrededor del año 500 A.C.; fueron acreditados por Jesucristo mismo; y han sido confirmados en todos sus detalles por los descubrimientos de la arqueología. Todo esto es evidencia exterior.Hay también muchas evidencias interiores que podemos sacar, acerca del lenguaje de cada libro, su estilo literario, los puntos históricos mencionados, y otros datos que prueban que los libros fueron escritos en verdad por los autores y en las fechas asignadas. Podemos también probar por evidencias interiores que los escritores eran: (1) hábiles, (2) verídicos, y (3) dignos de confianza.(1) La habilidad de ellos se manifiesta por (a) el sentido común, juicio sano, e inteligencia que demuestran. No escriben como entusiastas ni fanáticos; (b) el conocimiento y talentos que manifestan, es muy superior al que poseían sus contemporáneos; (c) el hecho de que los eventos relatados por ellos podían ser averiguados por los sentidos (1 Juan 1:1–3; Juan 20:30, 31).(2) La veracidad de los escritores es probada por (a) la seriedad de que están saturados sus escritos; (b) la espiritualidad de sus enseñanzas; y (c) la ausencia de algún motivo fraudulento o engañoso.
(3) Son dignos de confianza porque su habilidad y veracidad ya han sido probadas. Eran capaces de escribir una narración verídica, lo querían hacer y lo hicieron. Porque eran competentes, podían hablar la verdad; y porque eran rectos, era su deber hacerlo.