Revista Solidaridad

Los expulsados del tren

Por Enriquerichard

Hola, Jordi. 11-11-29 ABC_indigencia en Enramadilla
Me ha llegado tu reflexión y tus angustias ante la situación que vive Dumitru.
Mientras leo tus reflexiones, me vienen las dudas y, más que las dudas, el dolor de tanta injusticia. No sé qué decirte, porque el dolor nos sobrepasa: ¡hay tantos dumitrus en la calle…! y los que estamos en primera línea no podemos esquivarlos: están ahí, los vemos cada día, los saludamos y somos partícipes de sus desgracias. Todos son vidas rotas. Nos duele y nos angustia nuestra impotencia (y que nunca nos deje de doler y de angustiar el dolor del otro: será signo de que nuestra mirada es limpia y digna); pero en nuestro trabajo hemos de saber separar, porque, si no lo hacemos, nos sentiremos fracasados y no podremos devolver sonrisas de dignidad.

Arrels me cautivó.
Desde el primer día de hacer calle, Arrels me transmitió que mi trabajo no se basaba en dar soluciones, que mi trabajo no consistía en sacar a la gente de la calle. Mi trabajo busca que la otra persona recupere aquello que es importante: su autoestima, verse que es alguien para alguien, sentirse dignificado. Mi trabajo va dirigido a aquellos que no quieren nada, que no necesitan de lo que yo considero que es urgente, porque de lo que carecen es de lo importante.
Pero, cuando haces la calle, te encuentras con pocos de éstos que no quieren nada y muchos, como Dumitru, que piden soluciones… Y se te desgarra el alma, porque tú no tienes soluciones, ni quieres tenerlas, porque en tu trabajo has hecho una discriminación positiva hacia aquellos que ni siquiera tienen de lo importante.

Y se quedan… y se caen… y los tiran/los tiramos…

Es injusto y te sientes impotente y te da rabia de pertenecer a una sociedad que expulsa de la manera que lo hace, sin sentimientos, sin consideración alguna…
¡Es el momento de denunciar, de exigir que este sistema cambie, que respete a las personas realmente por el hecho de ser personas y no por si tienen o no tienen papeles, por si tienen o no tienen dinero, por si son o no son delincuentes!…

Arrels se empeña por trabajar por aquellos que han perdido el tren de la vida y no saben/no quieren subir al vagón. Nosotros, en nuestro trabajo, intentamos bajarnos para que, si pueden, vuelvan a subir, y, si no, ahí seguiremos, a su lado mientras él quiera.
A los que sí quieren subir al tren del que un día cayeron, nuestro función estriba en dirigirlos hacia aquellas instituciones que deberían tener los recursos adecuados y en

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el momento preciso. Es a la Administración, es al Sistema a quien hay que exigir soluciones. Las ONG’s no deberíamos suplantar las obligaciones que nuestra sociedad debe contraer con cualquier ciudadano, aunque éste sea un indigente enfermo y con sida.

Y seguiremos sufriendo con el sufrir de tanta gente como nos rodea y que vive en la precariedad. ¡Hay tantas…!

Y no estoy diciendo tirar la toalla, es clarificar nuestro cometido. Nuestra tarea consiste en acompañar, en estar, con aquellas personas que realmente tienen necesidad de mi mirada, de mi cercanía, de mi cariño, y, éstas, entre tantas que nos encontramos en la calle, son las menos, pero, sin duda, son las que reconocen nuestra presencia y nuestra relación porque las saca del olvido y de la soledad.

Nos queda la humildad del que, ante tanta injusticia, ante tanto dolor y viviéndolo tan de cerca, no tiene soluciones, porque al final tú eres uno más, lleno de contradicciones, un granito de arena que intenta que este mundo cambie, y el mundo solo puede cambiar colectivamente, con muchos granos de arenas llevados por el viento en una misma dirección hacia la justicia y el respeto a las personas.

Yo, con todo, sigo disfrutando de la relación con las personas que no quieren nada. Su relación me transforma y me anima a seguir a su lado, buscando cada día, en cada encuentro, aquello que verdaderamente es importante para ellas…

Enrique


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