Uno de los temas debatidos en psicología desde hace años es si el altruismo es algo que procede de la crianza y la educación, o simplemente se nace con esa condición. Ahora dos psicólogos de la Universidad de Stanford han llevado a cabo una investigación con la que han relacionado los factores ambientales y el comportamiento altruista de los niños. Con los resultados obtenidos se concluye que el altruismo no es una característica innata en los niños, esta condición se adquiere a través de diferentes factores ambientales.
Sobre el altruismo en los niños hemos hablado en otras ocasiones, poco a poco los estudios han permitido descubrir aspectos relacionados con la conducta altruista. En el año 2006 un estudio concluía que a los 18 meses de edad los bebés estaban dispuestos a brindar una mano amiga a los responsables de ese estudio sin pedir nada a cambio. Estos resultados provocaban que se considerara el carácter altruista como algo innato, este estudio sirvió como punto de partida para el desarrollo de otros estudios que seguían la misma línea y llegaban a conclusiones similares.
Sin embargo, el nuevo trabajo arroja conclusiones contrarias a las proporcionadas hasta el momento. El estudio realizado en el año 2006 se basaba en unos pocos minutos de juego con los niños con el propósito de que se sintieran más cómodos en un ambiente nuevo y con personas desconocidas. Pero esta interacción breve podría haber condicionado el comportamiento de los niños afectando a sus resultados y por tanto no serían del todo aceptables. Los expertos explican que los niños siempre están a la búsqueda de señales sociales, un hecho muy importante. Si una persona que va a cuidar de un bebé ofrece juego, esta acción comunica una mutualidad y en consecuencia el pequeño responde.
En la nueva investigación se han intentado obtener datos más concluyentes, en ella participaron 34 niños con edades comprendidas entre 12 y 24 meses. A los niños se les dividió aleatoriamente en dos grupos, un primero interactuaría con uno de los investigadores rodando una pelota de un lado a otro con un niño (como se muestra en la fotografía). Tras unos minutos el investigador golpeaba con la pelota un objeto para que se cayera esperando a ver si el niño ayudaba a recogerlo, tal y como se realizó en el experimento del año 2006.
El segundo grupo de niños jugo con los investigadores de otro modo, cada uno tenía su propia pelota, y el experto golpeaba con la pelota a un objeto para ver si el niño le ayudaba a recogerlo. Parece ser que los niños del primer grupo eran tres veces más propensos a ayudar a recoger los objetos que los del segundo grupo que jugaban con su propia pelota. El experimento se volvió a repetir con niños más mayores y los resultados fueron similares, el grupo que interactuaba en el juego con el investigador era más propenso a ayudar a recoger los objetos que aquellos que jugaban individualmente. Estos resultados sugieren que el comportamiento altruista se puede regir más por las relaciones, aunque sean breves, que por instinto o condición innata.
Las experiencias sutiles, como una breve relación tal y como se ha observado en el experimento, hace aflorar el altruismo, no es algo innato. Si tuviera carácter innato, los niños que jugaban solos con la pelota al ver al investigador en apuros le habrían ayudado. Claro, que a pesar de estos resultados no se puede hablar de algo concluyente, uno de los argumentos para el altruismo innato era que se trataba de una adaptación evolutiva que resulta muy beneficiosa, cuidando de los demás se obtendría la misma atención de forma recíproca, por lo que se mejorarían las posibilidades de supervivencia.
Lo cierto es que incluso este estudio podría ser cuestionado, han participado pocos niños y sólo se ha llevado a cabo un experimento, posiblemente se realicen nuevas investigaciones pero en esta ocasión siguiendo la línea del nuevo estudio, al final se podrá determinar con más precisión si el altruismo es algo innato o está condicionado por los factores ambientales. Podéis conocer más detalles de la investigación a través de este artículo publicado en la página de la Universidad de Stanford.
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Los factores ambientales y el comportamiento altruista de los niños