Cuando deambulo por una ciudad cualquiera con una cámara, pienso en el color, en la luz y sobre todo en los fondos. Una parte importante de esos fondos lo constituyen las paredes que hablan (o visualizan) aspectos de su gente, sus gustos, sus tradiciones, sus sueños. Y también sus decadencias, sus temores, sus tragedias. Los fondos representan un grito, un documento urbano que complementa la estética buscada en la composición callejera a color.
Paseo de Martí (Prado), La Habana (c) Marcelo Caballero
Hace poco estuve recorriendo las calles de La Habana, una ciudad que me cautiva por su capacidad de supervivencia arquitectónica (en un sentido nada romántico con perdón de Alejo Carpentier y sus columnas) como si se tratara de una digna anciana que presume de la gran belleza que tuvo en su juventud.
Centro Habana, La Habana (c) Marcelo Caballero
Así, en la búsqueda de fondos, donde la mayoría de los carteles y murales están dedicados a eslóganes políticos o figuras de la revolución, me encontré con unos personajes fantasmales, angustiados que firma un artista callejero llamado Yulier P.Habana Vieja, La Habana (c) Marcelo Caballero
Según lo que me cuentan los vecinos, hace unos tres o cuatro años que aparecieron en las paredes de una ciudad casi sin casi arte callejero independiente. Estos seres fantasmagóricos que se mueven entre la parodia, la burla y la crítica social me parecieron unos fondos idóneos que vaticinan de una manera artística algo de los cambios que se avecinan.El Malecón, La Habana (c) Marcelo Caballero
En ese contexto, los fondos de Yulier P., cobran una gran significancia simbólica entre tantos murales políticos de corte revolucionario. Y lo más interesante, parece que a la gente le gusta esa disidencia artística.
Si este post te ha parecido útil, cómprame un café!