Revista Deportes

Los fuera de la ley

Por Antoniodiaz
Los fuera de la ley
2 de Junio de 1904. Undécima de abono. El público baja, e invade el ruedo para impedir la lidia del primer toro. Todo tiene fin en este mundo, hasta la paciencia de los aficionados a los toros.

Madrid. Plaza de toros de Las Ventas. San Isidro. Corrida de la Prensa. Lleno. Toros de La Quinta, Nuñez del Cuvillo, Domingo Hernández, Victoriano del Rio, El Ventorrillo y Toros de Cortés.

Estos señoritos que se visten de luces, se compran cortijos y yacen con nobles señoritas con tetas enfundadas en silicona o polietileno, cómo los cuvillos y demás, han tenido la osadía y desfachatez de faltar al respeto a la mayor afición del mundo, además de menospreciar y pervertir un arte que cuenta con más de tres siglos de historia. Trescientos y pico abriles que estos pollos, que suman entre los tres veintidós años de alternativa y la friolera de tres Puertas Grandes de Madrid, se quieren cargar, a vuelapluma, porque a fuerza de repetirles que son los nuevos gallitos del toreo se han subido a un trono del que no hay quien los baje. Y van ellos, tan valientes, tan honrados, con sus caras de sacacuartos y sus almas de ladrones y nos meten toda la mierda que han sido capaz de rebuscar sus cuatreros o veedores por la piel de buey. Por encargo, las paellas. Los toros, sorteados, como manda la ley y la razón.
El Juli ha vuelto a salir de Madrid, si es que alguna vez entró. Con mala cara toda la tarde, rumiando el desastre. No es fácil, ni mucho menos, camaleonizar el delito, son pocos los cacos a los que no les casteñetea el labio o le sudan las manos cuando les toca ser interrogados. Pues imagínense hoy como estaba Julián, a sabiendas de que casi cincuenta mil ojos y veinticinco mil gargantas estaban atentas, dispuestas a no seguir tragando, que bastante anchas se nos han quedado las tragaderas después de veintitantas tardes de burla. Trajo debajo del brazo, para callar bocas, un toro de La Quinta, un santacoloma, para intentar pulgar su culpa. No cuela. Un santacoloma al que se suministra dos medidos picotazos mosquiteros y que sale medio inválido. Algo no cuadra. O sí, estando el Juli de por medio. Con el vaco de Victoriano del Rio, al que no quiso que se le picara, no se complicó la vida y su faena se argumentó en unos cuantas tandas derechistas que terminaron de crispar al personal. Todavía hay quienes disculpan a Juli, poniéndolo como triunfador de la tarde. Julián siempre se va de rositas... Como dice un proverbio árabe: los buitres sacan provecho hasta de la peste.
Perera se trajo, entre otros que se volvieron a sus fincas con el rabo entre las patas, a un Cuvillo, de nombre Utrerete, un acierto, el nombre, y un Ventorrillo con el que se hartó de dar mantazos con un trapo rojo. El Cuvillo, mientras perdía las manos y camballeaba de un tercio a otro cantaba la coplilla: `a la iglesia no voy porque estoy cojo, y a la taberna, poquito a poco´. Hasta tres veces probó la arena: la primera porque resbaló, la segunda porque tropezó y la tercera para despejar las dudas. Con Perera tampoco las hay: es un mediocre.
¿Y Cayetano? Cayetano para lo único que tiene que pisar esta plaza es cuando haya tenis y eventos progres, dónde van los guapos de España a lucir el body. Otro al que le echaron para atrás unos cuántos en los corrales, trayéndose de remiendo un toro de Cortés que más bien parecía un cabro montés. Anteriormente se las vió con uno del segundo hierro de Garcigrade con el que dió la verdadera dimensión de su toreo. Según Manuel Caballero, el speaker del Plús, la faena careció de uniformidad y unión porque el toro no era `monorítmico´. Pues va a ser cuestión, a partir de ahora, de poner a esos toretes artistas a estudiar solfeo desde añojos. Todo sea por el bien de la tauromaquia.

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