Revista Cultura y Ocio
García Márquez y Pablo Neruda
In memoriam Gabriel García Márquez (1927-2014)
El 9 de abril de 1948, un joven estudiante de derecho que residía en una pensión del centro de Bogotá, salió a observar la reacción colectiva, la furia que convirtió a la plácida y taciturna ciudad sabanera en un polvorín. Los tranvías ardían y por los ventanales del Palacio de Justicia se defenestraban los infolios judiciales como palomas al vuelo ennegrecidas por el fuego. Gabriel García Márquez, un muchacho de diecinueve años asistía por primera y última vez a un conato revolucionario. Un estudiante cubano, contaría medio siglo después, que en esa jornada pudo ver a un hombre haciendo infructuosos esfuerzos por destrozar una máquina de escribir que lanzaba al aire repetidamente con la esperanza de que se despedazara al caer. «Ese hombre era yo», le dijo García Márquez, ese joven que treinta y cuatro años después, recibiría de manos del rey Carlos Gustavo XVI de Suecia el Premio Nobel de Literatura 1982.
Junto a Fidel Castro
La prosa de García Márquez, es quizá una de las que más deslumbrante estilo tiene en toda la literatura hispanoamericana —después de Borges, Paz o Carpentier—. Si bien en Colombia se han dado grandes estilistas en lírica y prosa, v.g: José Eustasio Rivera, José Asunción Silva, León de Greiff o Fernando Vallejo, es García Márquez quien ha llevado a un sincretismo de alquimista los dos géneros. Justamente por los tiempos lúgubres del exilio bogotano, en los años cuarenta, un compañero le presta al joven costeño un libro que lo estremecerá. La narración de un empleado que amanece convertido en un insecto, confesaría el autor, por poco lo hace caer de la cama. Esa fantástica idea de un oscuro escritor checo-judío, influiría luego en la escritura de su primer cuento. El personaje de La Tercera Resignación, es un trasunto kafkiano:
«Le giraba dentro del cráneo vacío, sordo y punzante. Un panal se había levantado en las cuatro paredes de su calavera. Se agrandaba cada vez más en espirales sucesivos, y le golpeaba por dentro haciendo vibrar su tallo de vértebras con una vibración destemplada, desentonada, con el ritmo seguro de su cuerpo. Algo se había desadaptado en su estructura material de hombre firme; algo que “las otras veces” había funcionado normalmente y que ahora le estaba martillando de cabeza por dentro con un golpe seco y duro dado por unos huesos de mano descarnada, esquelética, y le hacía recordar todas las sensaciones amargas de la vida».
Para la crítica, el García Márquez de Macondo, es heredero directo del Yoknapatawpha de Faulkner; sin embargo, el escritor joven primero abrevó en el pozo del deslumbramiento, en la lectura del acervo literario judío y oriental: La Biblia, Las Mil y una Noches y Kafka, por supuesto. El germen del realismo mágico, quizá lo encontró el escritor colombiano en su fascinación por la semiótica escatológica, mística y hermética del genial escritor checo. Cada escritor elige sus precursores, decía Borges. Parece que el misticismo cabalístico de la literatura judía, eligiera el 17 cabalísticamente: los años de nacimiento y muerte, para decidir con irónico realismo mágico que los funerales del único Nobel colombiano, empezaran un jueves santo.
Documental: García Márquez. La escritura embrujada